La consternación en el barrio de Sant Marcel·lí de Valencia se palpaba ayer en cada calle, donde los vecinos no hablaban de otra cosa que de los asesinatos de una niña de 10 años y su abuela de 62, que regentaba junto a su marido un bazar en la calle del Músic Cabanilles. Como informó este periódico, ambas murieron por heridas de arma blanca en su vivienda de la calle Tomás de Villarroya, y la rápida acción de la policía llevó a la detención en pocas horas de una familiar en Castelló.

Según ha podido saber este diario, la mujer detenida es la hija de la víctima y todo apunta que es además la tía de la menor. Todos los vecinos consultados por este periódico coincidieron también en señalar que esa era la relación familiar, y en el hecho de que la detenida y su madre estaban siempre discutiendo en plena calle o en la vivienda en la que estaban alquiladas junto a su padre y otra niña, la hija de la arrestada, de unos dos o tres años.

«La madre y la hija estaban discutiendo cada dos por tres en plena calle», explicaba el propietario de un establecimiento cercano al bazar que regentaba la familia. Según indicaban todos los vecinos consultados, esos enfrentamientos tenían al parecer origen en una posible enfermedad mental que padecía, puesto que la mujer se comportaba de forma peculiar y era bien conocida en el barrio por algunas situaciones que había producido. Este periódico no pudo confirmar si la mujer estaba bajo tratamiento.

La Policía Nacional investiga el móvil del doble homicidio, y para ello deberá determinar si la presunta enfermedad podría haber sido un detonante para el crimen, y si por ejemplo sufrió algún tipo de enajenación.

Comportamiento extraño

«La madre siempre iba detrás de la hija. A veces se metía en mi tienda diciendo que venía su madre. Esta semana se metió aquí y empezaron a chillar y a darse patadas y las tuve que echar. Se le veía que sufre alguna enfermedad. Andaba raro y en ocasiones se metía en mi tienda, se miraba al espejo, se sonreía y se iba», relataba la dueña de una tienda del barrio.

Otro vecino explicaba que «siempre iba con cara enfadada, el ceño fruncido y vestía sin sentido. Ahora en verano la veías con botas altas y calcetines de invierno altos o desgarbada». Por otro lado, la trabajadora de otra tienda explicaba que «para pagarme un día vació todo lo que llevaba en el bolso en el suelo de la tienda para buscar una moneda». Los testimonios recabados por este diario coincidían en que si bien se veía a la detenida con su hija, era su madre quien se encargaba habitualmente de las niñas y que ella no se encontraba continuamente en el negocio familiar. En ese mismo lugar, ayer habían varias velas rojas junto a la persianas, cerradas, para recordar a las víctimas.

Unos vecinos del edificio recuerdan que era habitual escuchar a la mujer asesinada gritándose con su hija, incluso en algunas ocasiones en el rellano.

Inspección con los agentes

La Policía Nacional de Valencia acudió ayer por la tarde hasta la vivienda, situada en el número 21 de la calle Tomás de Villarroya, con la mujer detenida para realizar la inspección ocular de la vivienda y una reconstrucción de los hechos. Tras permanecer unos minutos en el coche policial, salió a cara descubierta y sin agachar la cabeza ante las cámaras de Levante-EMV.

Hasta allí se desplazó un intérprete chino para ayudar a la comunicación de la arrestada con los investigadores, puesto que la mujer no habla fluido el castellano. Arriba, en el octavo piso, la puerta 31 había permanecido hasta entonces precintada, por lo que el esposo y abuelo de las víctimas no pudo pasar la noche allí.

Los cuerpos de las víctimas permanecían ayer en el Instituto de Medicina Legal de Valencia para realizarles la autopsias. Como publicó este diario, la ahora detenida fue localizada sobre las 20.30 horas de la tarde del viernes en Castelló, si bien no ha trascendido cómo llegó hasta allí, si fue acompañada de alguien y si se encontraba en la vivienda de algún conocido.

Fue el padre de la detenida quien se encontró a su mujer y nieta sin vida cuando llegó a casa a la hora de comer. Ante la trágica escena el hombre, de 60 años, bajó corriendo a la calle para pedir auxilio en una tienda.