Circulaba tranquilamente en su vehículo en compañía de su pareja cuando por el retrovisor observó que en el coche que iba detrás una mujer hacía aspavientos con los brazos. Al bajar la ventanilla escuchó sus gritos de auxilio y vio cómo un hombre con casco forcejeaba con ella desde el asiento trasero. No había dudas, la conductora estaba siendo asaltada. Alejandro podía haber seguido su camino, el semáforo estaba ya en verde, pero «no podía consentir una cosa así», según reconoce a Levante-EMV. Sin pararse a pensar ni un segundo en si el delincuente iba armado o no, este hombre de 33 años bajó del coche y redujo al ladrón antes de que huyera en una moto, también sustraída. Cuando minutos después llegó la policía y éste seguía con el sospechoso inmovilizado en el suelo los agentes le manifestaron: «Gracias, ¿eres compañero, no?». «Que va, soy fontanero».

Este operario de la construcción evitó con su acción el robo con violencia a una ciudadana de origen chino que circulaba en un vehículo de gama alta por el Paseo de la Alameda de Valencia el pasado viernes por la noche. Además retuvo durante cerca de quince minutos al peligroso delincuente, quien cuenta con más de 35 detenciones a sus espaldas, según ha podido saber este periódico. Los policías le reconocieron su heroica acción y le advirtieron que podía haberle herido, ya que hallaron unas tijeras en el suelo que el sospechoso pudo perder en el forcejeo. Para ellos el detenido, de 41 años y nacionalidad española, es un viejo conocido al que ya han arrestado hasta en diez ocasiones en lo que llevamos de año por delitos contra el patrimonio.

«No quiero líos ni soy una persona violenta, pero con cosas así no puedo girar la cara y mirar a otro lado», confiesa Alejandro Gaya, fontanero de profesión desde los 18 años. Nada más bajar del coche fue directo hacia el sospechoso, quien ocultaba su rostro con un casco. «Conforme arrancó la moto lo enganché del cuello y lo tiré al suelo», relata.

Al principio el delincuente trataba de coger una cosa del bolsillo y le amenazaba con «rajarle». No obstante, conforme fueron pasando los minutos y se percató de que no lo iba a soltar, «le dio el bajón y empezó a decir que si estaba con la metadona y que le dejara fumar un cigarrito hasta que llegara la policía, que no se iba a escapar», explica el fontanero.

Otras intervenciones

Sus compañeros de la empresa de rehabilitaciones Moratalla bromean con él y le dicen que tenía que haber sido policía ya que siempre está atento a lo que pasa a su alrededor y dispuesto a echar una mano a quien lo necesite. «Antes de que se cruzara con la moto ya me había llamado la atención el hecho de que tuviera la matrícula doblada», asegura Alejandro.

De hecho, no es la primera vez que reduce a un presunto delincuente al presenciar una acción violenta. Hace cuatro años inmovilizó a un conductor que estaba golpeando de forma reiterada el coche de una mujer en las proximidades del Palacio de Congresos. «Creo que iba drogado y que tenía antecedentes porque luego me llamaron como testigo en el juicio e ingresó en prisión», recuerda.

Asimismo, hace un año también tuvo que intervenir al ver cómo un joven estaba maltratando a su novia arrinconándola contra la pared en la avenida del Puerto. «Bajé del coche y le dije que se metiera con un hombre», explica. En aquella ocasión la cosa no fue a más ya que la propia víctima le pidió que dejara marchar a su agresor.

Alejandro, padre de una niña de siete años, es consciente de que sus actos pueden incluso acarrearle problemas legales pero reconoce que volvería a actuar de la misma forma ante una situación similar. «Cuando llegó la policía el tío encima les dijo que quería denunciarme. Menos mal que no le pegué, porque sino encima me buscan las cosquillas», apunta este fontanero con vocación de policía.