Nochebuena de 2013. Un grupo de personas que viven y trabajan en la calle aparcando coches cerca de la estación de trenes Joaquín Sorolla, la del AVE, espera a que alguien les dé algo especial para comer esa noche tan señalada. Comienza a chispear y abandonan el lugar, sin suerte. Regresan a la casa que ocupan ilegalmente a unos pocos metros de la Finca Roja. Alguien llama a la puerta, uno de los inquilinos abre y, en un segundo, lo arrastran y desaparece para siempre.

Esos fueron más o menos los últimos momentos de Miorel, un hombre de unos 35 años de origen rumano desaparecido esas Navidades y hallado sin vida y descuartizado en un agreste paraje de Aras de los Olmos un año después, como publicó en exclusiva Levante-EMV. Desde entonces, la Guardia Civil ha tratado de identificar a la víctima, así como a sus posibles agresores. Ahora, tras meses de intensas investigaciones, agentes del grupo de Homicidios de la Guardia Civil han puesto nombre y apellidos a los sospechosos, uno de los cuales ya está en una prisión francesa.

Aquella noche, dos individuos identificados como Álex y Claudio, también de origen rumano, se llevaron a Miorel. Fueron ellos los que llamaron a la puerta y, al parecer, acabaron con su vida a golpes, según señaló la autopsia. Metieron el cadáver en una maleta, descuartizado, y la arrojaron por una zona escarpada a las afueras de Aras de los Olmos. Distintas partes del cuerpo quedaron a la intemperie hasta que fueron localizadas por un senderista casi doce meses más tarde.

Les debía 30 euros

El móvil de los hechos podría ser el económico. «Les debía como 30 euros o así. Les prometió que se lo iba a devolver poco a poco, con lo que sacaba aparcando coches. Pero eran unos bestias», relata Pedro, uno de los compañeros de calle y de techo del asesinado.

Como él, otros amigos sospecharon desde el principio que tras la desaparición había algo trágico. «A los pocos días de haber venido a casa a por Miorel, Álex apareció con un ojo morado y varias heridas. Me dijo que se había pegado con alguien y en seguida supe que algo malo le había pasado», relata otro asiduo al espacio ajardinado de la calle Mestre Sosa, donde suelen reunirse todos los «gorrillas» de la zona.

Miorel es muy recordado. Algunos todavía esperan volver a verle, aunque su círculo más estrecho, que conocía mejor a los presuntos agresores, lo pusieron en duda desde el primer instante. «Era un buen chico. Se llevaba bien con todos, cocinaba para nosotros, no daba problemas», recuerda Pedro.

«Le dije que no le abriera»

«Yo le avisé de que andaban buscándole, especialmente Claudio. Le dije que no abriera la puerta, pero no me hizo caso», se lamenta el hombre. «Coloqué un candado bien grande en la puerta porque no me fiaba. Le advertí: "Si es Claudio, no le abras, va a por ti". Cuando llamó a la puerta se pusieron a hablar en rumano y, no sé qué le diría pero le convenció para abrir. Enseguida se abalanzó sobre él, lo cogió, lo arrastró hacia afuera y se lo llevó», señala apesadumbrado Pedro.

Nunca más le volvieron a ver, ni supieron del asunto hasta que agentes de la Guardia Civil se pusieron en contacto con ellos para tratar de reconstruir los hechos.

«Álex y Claudio tenían problemas con las drogas. Siempre estaban incordiando por aquí. Miorel era un buen chico», reiteran. Pedro relata que se conocieron hace tres o cuatro años. «Primero tenía una "paguita" que le daban en su país, pero cuando se le terminó comenzó a vivir en la calle y a beber. Intentaba ganarse algo como aparcacoches», señala.

Su cadáver fue encontrado el 17 de diciembre de 2014, a pocos días de cumplirse un año de su desaparición. El cuerpo, de aproximadamente 1,70 metros de altura, se hallaba seccionado a la altura de las rodillas, el tronco y la cabeza. La maleta que se encontró al lado de los restos se había utilizado, junto con unas bolsas de plástico, para trasladar los restos desde un vehículo hasta la enorme roca desde la que fue despeñado.