«Vengo a matarte, puta... Por todo lo que me has hecho». Esas fueron las últimas palabras que recuerda una víctima de la violencia machista antes de ser atacada por la espalda por su expareja sentimental e introducida por la fuerza en el ascensor de su finca, en Sagunt, donde su agresor le asestó hasta cinco cuchilladas con el claro «ánimo de terminar con su vida», según el relato de hechos del fiscal. El Ministerio Público solicita para él una pena de quince años de prisión por los delitos de asesinato en grado de tentativa, amenazas en el ámbito familiar, vejaciones injustas y quebrantamiento de condena, ya que además tenía una orden de alejamiento sobre su víctima.

El juicio por estos hechos, ocurridos el 16 de agosto de 2014 en el domicilio de la agredida, situado en la Plaza Reina Fabiola de Sagunt, se celebró ayer en la Sección Primera de la Audiencia Provincial de Valencia. El acusado, que no ha declarado ni ante la policía tras su detención ni en toda la fase de instrucción ante la autoridad judicial, se acogió ayer nuevamente a su derecho a no declarar y eludió las preguntas de la acusación.

No obstante, no hacía falta su confesión. Tanto la víctima, que declaró detrás de un parabán, como los testigos, que bajaban en el momento de los hechos por las escaleras, lo reconocieron sin ningún género de dudas como el hombre al que vieron ese día con el cuchillo ensangrentado en la mano junto a la víctima, gravemente herida en el suelo del ascensor. «No puedo olvidar su cara; estaba frío, impasible, sereno e inexpresivo», explicó una testigo que justo en el momento de la agresión bajaba con su marido y su hija para dar un paseo y se encontró con la espeluznante escena. De hecho, en la vista oral de ayer la mujer prefirió no girarse para ver la cara del acusado ya que todavía hoy le impone recordarlo con el arma en la mano y la sangre de su víctima brotando.

¿Mortales de necesidad?

Fue precisamente esta misma testigo, enfermera de profesión, quien realizó las primeras atenciones sanitarias hasta la llegada del SAMU. La agredida presentaba cinco cuchilladas: dos heridas en el tórax, dos en el cuello y una en el brazo izquierdo a la altura de la axila. «La que más sangraba era la del brazo, pero no me parecieron mortales de necesidad», apuntó la testigo.

Esta puede que sea la clave a la que se aferrará la defensa para reducir considerablemente la pena de tentativa de asesinato a homicidio. Si bien es cierto que ninguna de las heridas que presentaba era mortal de necesidad, según determinaron los forenses, éstos no pudieron asegurar si en caso de no haber recibido estas primeras atenciones médicas por parte de su vecina, la mujer podría haber muerto desangrada.

Tenía una orden de alejamiento

Los hechos ocurrieron el 16 de agosto de 2014. Ese día, sobre las 18.50 horas, el acusado acudió al domicilio de su expareja sentimental, en Sagunt, «aún a sabiendas de que existía vigente la prohibición de aproximación y comunicación a ella». El Juzgado de Sagunt número uno lo había condenado apenas un mes antes por un delito de lesiones en el ámbito familiar y dictó la orden de alejamiento de 200 metros.

Pese a ello, Antonio F. G. accedió al inmueble y esperó oculto en las escaleras a que su víctima saliera del piso. Así, se colocó detrás de ellas y tras un fuerte empujón la introdujo en el ascensor, a la vez que intentaba cortarle el cuello con un cuchillo de grandes dimensiones. La agredida se tiró al suelo y comenzó a gritar. Tras asestarle cinco cuchilladas el hombre huyó del lugar, aunque previamente ya había sido identificado por varios vecinos.