«Sí, fui yo ..., yo lo hice, yo la maté». Esas fueron las palabras que pronunció José Ramón M. Ll. cuando llamó a Levante-EMV, apenas tres días después de acabar con la vida de su vecina y de herir de gravedad a la pareja de ésta. El acusado, de 52 años, les disparó con su escopeta de caza desde la ventana mientras ambos dormían en su chalé de Sagunt en agosto de 2013. Ahora el asesino confeso se enfrenta a una petición de pena de 25 años de prisión, 17 por el delito de asesinato consumado y ocho más por un segundo en grado de tentativa, según el escrito de conclusiones provisionales del Ministerio Fiscal.

«¡Iba a matar a mi hija, iba a matar a mi hija!», repetía una y otra vez de forma obsesiva antes de que un familiar colgara la comunicación. Ese parece ser el móvil del crimen, la errónea y enfermiza idea que se le había metido a Ramón en la cabeza, de que su vecino podía causarle algún daño a su hija. No obstante, Plácido, quien resultó herido de cintura para abajo por los perdigonazos, apenas le había llamado la atención a la joven por las fiestas que ésta hacía en la caseta de su padre, junto a su parcela.

Los hechos se remontan al 18 de agosto de 2013. Esa mañana, en torno a las 6.15 horas, José Ramón entró de forma sigilosa en los terrenos de su vecino, situados en el camino de la Hostalera de Sagunt. En el interior de la caseta de campo, donde las víctimas pasaban los periodos estivales y fines de semana, se encontraban durmiendo tranquilamente, y ajenos al peligro que corrían, Plácido y su compañera sentimental, Dangira Malukiene.

El acusado se apostó en la ventana que daba al dormitorio y desde esta posición, sin llegar a ser visto por las víctimas, les disparó hasta en al menos dos ocasiones con una escopeta de caza, de la cual ya no tenía licencia. Como consecuencia del ataque Dangira, de 47 años y nacionalidad lituana, murió desangrada antes de que los servicios sanitarios llegaran al lugar. Asimismo, Plácido sufrió lesiones en los glúteos, donde todavía hoy tiene alojados una decena de restos de perdigón como secuela.

«Sólo quería darles un susto»

El acusado, sobre quien se centraron todas las sospechas desde un primer momento dada la enemistad manifiesta con su vecino, trató de despistar a los investigadores dejando una pintada en la puerta del chalé de las víctimas con una supuesta amenaza que apuntaba a un posible ajuste de cuentas. Asimismo, en las conversaciones previas a su confesión apuntó a un posible robo explicando que a él también le habían entrado a robar.

No obstante, tres días después del crimen, acorralado por las pruebas que el Grupo de Homicidios de la Guardia Civil había recabado contra él, entre ellas el resultado positivo en parafina, Ramón decidió entregarse y confesar su crimen. De camino al cuartel de Sagunt el sospechoso telefoneó a Levante-EMV, creyendo erróneamente que se trataba del número de Benemérita. «Quiero confesar ... Sí, soy Ramón. Voy para allá», manifestó antes de derrumbarse.

En su posterior declaración ante el juez suavizó esta primera confesión y explicó que no quería matar a nadie, que estaba todo muy oscuro y no los veía bien, y «sólo quería darles un susto».