Impasible, sin apenas pestañear ante las imágenes de la brutal paliza a una nonagenaria en Albal. Así se mostró el presunto autor de la agresión durante el visionado de los 21 minutos de suplicio de Doña Marita captados por la cámara de seguridad y cuya grabación supone la principal prueba de cargo contra él. Pero no la única. Pese a que el acusado negó en el juicio celebrado ayer en la Audiencia Provincial de Valencia ser la persona que aparece en las imágenes golpeando a la anciana, su ADN fue hallado en la bolsita donde la mujer, de 92 años, guardaba el dinero. Asimismo, la otra encausada reconoció haber estado en la vivienda junto a él y relató cómo éste atacó a la anciana de forma sorpresiva. Por último y no por ello menos importante -con esta única prueba ya podría ser condenado- la propia víctima lo reconoció en el juicio sin ningún género de dudas como el hombre que la asaltó en su domicilio de Albal el 12 de abril de 2013.

Además, Anghel Viorel C., de nacionalidad rumana, huyó a su país justo después de cometer presuntamente este violento robo con la que por entonces era ya su expareja, Carmen T. La acusada, por su parte, alegó que desconocía que fueran a robar en la vivienda y que posteriormente no avisó a las autoridades de lo ocurrido porque tenía miedo de que su expareja le hiciera daño a ella y a su hija, a quienes tenía amenazadas. No obstante, el Ministerio Fiscal modificó ayer en sus conclusiones su petición de pena dada la gravedad de los hechos y solicitó para cada uno de los acusados una pena de quince años de prisión; cinco por el robo con violencia en casa habitada y diez más por el delito de lesiones graves o en su defecto como tentativa de asesinato, con la circunstancia agravante de abuso de superioridad.

Doña Marita, que desde que se recuperó de la paliza tras pasar dos meses en coma vive postrada en una silla de ruedas, relató a la sala lo mucho que ha cambiado su vida desde entonces. «Antes iba sola a Valencia y a comprar el periódico al quiosco todos los días, y ahora no puedo casi hablar del palizón que me dieron», confesó a duras penas la nonagenaria, quien era totalmente independiente pese a su edad antes de los hechos y que ahora requiere de una asistenta las 24 horas.

De hecho, los forenses también fueron contundentes en su declaración al asegurar que «si no llega a ser atendida inmediatamente, en cuestión de minutos la anciana hubiera fallecido por asfixia». Fue su propio sobrino el que se la encontró tendida en el suelo y le apartó la sangre de la boca después de que la nonagenaria apretara de forma instintiva el botón del sistema de telealarma que llevaba en la mano justo antes de perder por completo el conocimiento producto de los golpes.

El cura acudió como testigo

La vista oral contó con la presencia inesperada y a última hora del expárroco de Albal, quien acudió a declarar como testigo. El cura negó que hubiera ido a comer en compañía de Viorel a casa de la anciana, aspecto que sí certificó la víctima, quien también insistió en que les abrió la puerta a sus agresores porque dijeron que venían de parte del párroco. El abogado de la defensa de Carmen incluso sacó a relucir la solicitud de imputación contra el sacerdote, aunque finalmente no prosperó. Vicente Monzó solicitó para su clienta «la eximente completa de miedo insuperable al ser una mujer maltratada».