Un incendio originado en un cuarto piso de un finca del barrio valenciano de San Marcelino había dejado atrapados a varios vecinos, quienes corrían el riesgo de morir intoxicados por la densa nube de humo que se extendía rápidamente a los dos domicilios colindantes y los del piso inmediatamente superior. En una de las viviendas más afectadas se encontraba un matrimonio de ancianos. «La gente chillaba que había gente dentro y sin pensarlo subí escaleras arriba. Cuando la vida de alguien está en peligro no se piensa, se actúa», confiesa Francisco González, el agente de la Policía Nacional que puso en riesgo su propia integridad física para rescatar a los dos ancianos, tal y como adelantó en exclusiva Levante-EMV.

Tanto el policía, destinado en la comisaría de Patraix, como otras siete personas resultaron intoxicadas por el humo en este incendio ocurrido a las 23.00 horas del miércoles. El peor parado fue el morador de la vivienda donde se inició el fuego al prenderse una manta eléctrica. Tanto el agente como el anciano fueron trasladados al Hospital General, donde permanecieron en observación durante horas. No obstante, Francisco reconoce: «Lo he hecho otras veces y lo volvería a hacer, sin ninguna duda».

De hecho, a sus 31 años este policía nacional ya intervino en otro incendio estando franco de servicio que se declaró en su finca, en el distrito de Trànsits. «En aquella ocasión creíamos que había chiquillos dentro y aunque, por suerte, al final no había nadie, tuve que sacar a un compañero después de que se desvaneciera», recuerda sobre el servicio que prestó en noviembre de 2013.

Esta vez fue él quien después de adentrarse en la vivienda llena de humo, con la mera ayuda de una braga mojada, y tras sacar a los dos ancianos y ponerlos a salvo, tuvo que refugiarse en la vivienda de una familia hasta la llegada de los bomberos. «Me encontré con dos bultos en la entrada y los bajé hasta el rellano, luego traté de entrar en la otra vivienda, pero era imposible. Empecé a marearme y me puse de rodillas», explica el agente. Así, atrapado por el fuego y el humo, se refugió junto a un matrimonio y su hijo menor, quien también tendría que ser posteriormente atendido. «Les di unas directrices como tapar los resquicios de la puerta con trapos, alejarnos de la misma e ir a ras de suelo para respirar menos humo», indica el policía.

Pese a haber salvado la vida de los dos ancianos Francisco asegura que en esos momentos, a punto de desfallecer, solo se preocupaba por aquellos a los que no había podido poner a salvo. «Me sentía impotente, escuchaba gritos y no sabía si había más gente dentro», relata con pesar. «Pero era imposible salir de nuevo, lo intenté, pero ya había inhalado mucho humo». Su mayor satisfacción fue saber en el hospital que todos estaban fuera de peligro. «No sé cómo aguantaron tanto, unos minutos más y no lo cuentan».