«Me dijo que había comprado una tarta, que estaba arrepentido y que me quiere mucho. Y yo le creí», reconocía en las páginas de Levante-EMV a principios de diciembre una víctima de malos tratos, con el rostro todavía amoratado tras la última brutal agresión de su expareja. La mujer acudió al piso de su maltratador, en Benetússer, pese a que sabía que éste tenía una orden de alejamiento por una paliza anterior. No obstante, incluso se dejó en su domicilio el localizador que alerta a la policía en caso de aproximarse a la pulsera tobillera que portaba su agresor desde que salió de prisión. «No quería que pitara, me equivoqué», confesó en su día.

Un juzgado de lo Penal de Valencia ha condenado ahora a dos años de cárcel al acusado de un delito de lesiones sobre la mujer por la primera de las palizas, ocurrida el pasado 6 de septiembre en Benetússer. El procesado, que ya cumplió un mes de prisión tras su detención, reconoció los hechos en el juicio y aceptó llegar a un acuerdo de conformidad para ver reducida la petición de pena. Además de los dos años de prisión el juez le impone la prohibición de aproximarse a una distancia inferior a los 300 metros de su víctima, su domicilio o lugar de trabajo, así como a comunicarse con ella durante un plazo de cinco años.

La sentencia a la que ha tenido acceso este periódico reconoce como hechos probados que entre las cuatro y las cinco y media de la madrugada del 6 de septiembre de 2015 el ahora condenado, «en el transcurso de una discusión con su pareja sentimental, y con ánimo de dañar su integridad física, le propinó puñetazos en la cabeza, en el ojo izquierdo y el labio». Como consecuencia de esta agresión la mujer sufrió un traumatismo craneoencefálico y requirió tratamiento quirúrgico, según aclara la resolución judicial.

Agresor reincidente

A esta causa ya sentenciada el acusado debe sumar otra que todavía tiene pendiente por la brutal agresión de principios de diciembre, de la que informó en exclusiva este periódico. El día 9 de ese mes, día en que la víctima cumplía 36 años, su ex compañero sentimental, que tenía una orden de alejamiento en vigor, la convenció para que fuera a su domicilio en Benetússer asegurando que había cambiado y que jamás le pondría de nuevo la mano encima.

Ana, como le ocurre a muchas otras víctimas de la violencia machista, se fió de sus palabras de arrepentimiento y regresó junto a él para celebrar su cumpleaños a su lado. Pronto se daría cuenta de su grave error. Después de cogerle el teléfono móvil y revisar sus llamadas, el acusado «se transformó y empezó a pegarme puñetazos». «Me tiró al suelo, me arrastró de los pelos y comenzó a darme patadas», relató la víctima en su momento. «Si no me llego a escapar, me mata, estaba fuera de sí». Lo único que espera ahora es que otras mujeres en su situación no caigan en su mismo error y no den segundas oportunidades a sus maltratadores.