El antiguo maestro de los Maristas del Eixample confiesa, pero con la boca pequeña. En la conversación con él publicada ayer por El Periódico, que transmite nerviosismo e incomodidad, A. E. afirma que se fue «voluntariamente» del colegio tras ser consciente de que tenía «un problema superior a sus fuerzas, como una especie de atracción». Agrega que «fui consciente cuando pasó un caso de esos con un menor» y que optó por «dejarlo todo» tras reflexionar que «si esa es mi manera de ser, dejo la enseñanza».

Sin embargo, dos respuestas más tarde se escuda en que sus actos fueron malinterpretados y admite que se fue tras la queja de una familia: «Yo no creo que hubiera hecho nada, pero un padre se quejó, bueno, dijo que había habido algún tocamiento y eso. Pero yo no consideraba que eso fuera un tocamiento y lo dejé porque me dije: "A ver si ahora por cualquier cosa..."». Esa «queja» fue el intento de denuncia de principios de 1993 tras la cual la dirección le pidió que se fuera a cambio de que la familia no acudiera a la policía.

A. E. afirma que nunca más tuvo contacto con niños: «Las únicas clases que doy ahora es a inmigrantes, para enseñarles el idioma». E insiste: «Se interpretó mal. Jugaba con los chicos en los patios. No sé si hubo alguna caricia. Sí recuerdo que una vez un chico, un chico negro, le dije, uy, qué pelo tan bonito... Y una caricia así, pero no... A mí me parece que no me he propasado nunca».