El juez de Instrucción número 2 de Gandia, en funciones de guardia, decretó ayer el ingreso en prisión, comunicada y sin fianza, de José Daniel T. P. , el panadero de Palmera que confesó haber matado de una paliza a un amigo suyo en una caseta de aperos de labranza de ese pequeño municipio de la Safor. El detenido, que se había negado a declarar ante los investigadores de la Guardia Civil en el cuartel de Oliva el jueves, accedió a hacerlo ayer en el juzgado, donde, al parecer, matizó algunos de los detalles que había contado a los agentes cuando estaba en el calabozo.

Tal como adelantó ayer en exclusiva Levante-EMV, el origen de la pelea entre José Daniel y su víctima, Rafael Mira, un indigente amigo suyo, fue una serie de robos en empresas de la Safor supuestamente cometidos por ambos. Al parecer, Rafael había amenazado a José Daniel con delatarle si persistía en su forma de repartir el botín, lo que desencadenó la discusión, ya que nadie sospechaba en su entorno de su participación en un delito de ese tipo.

El temor a las consecuencias en su entorno social -vivía en Palmera, una localidad de apenas 700 habitantes- que se habrían derivado de esa delación y de la consiguiente detención fue, al parecer, el detonante de la agresión a Rafael, muerto a golpes en la caseta en la que pernoctaba.

El ahora encarcelado había acudido a última hora del lunes a esa edificación en un intento por frenar las intenciones de Rafael. Una vez que fue consciente de la muerte de su supuesto cómplice en los robos, optó por cargar el cadáver en su furgoneta y prender fuego a la caseta para eliminar la sangre de la víctima y su propio rastro genético.

Luego, al parecer, trasladó el cadáver en su vehículo hasta un paraje rural de Oliva y lo tiró cerca de una casa de campo, en el Camí de Forna. Cuando regresaba a su casa, se topó con un control de la Guardia Civil, que se saltó, y emprendió la huida sin que pudiera ser apresado en ese momento.

Los agentes lanzaron una alerta al resto de patrullas en servicio, y sobre las cuatro de la madrugada fue detectado de nuevo. Por segunda vez se zafó de los agentes aunque fue detenido minutos más tarde. Fue entonces cuando los guardias le vieron sangre en las manos y en la furgoneta y lo detuvieron. A la mañana siguiente, tras pasar la noche en el calabozo, confesó el crimen, lo que permitió localizar el cadáver.