Estrangulados. Ésa es la conclusión de los forenses en el informe preliminar sobre la causa del fallecimiento de Juan Carlos y Araceli Oliva Bellido, los hermanos de 79 y 75 años asesinados en su piso de la calle Císcar de Valencia, y que han permanecido más de un mes muertos en una de las cinco habitaciones de la vivienda. El asesino trató de retrasar al máximo el hallazgo de los cadáveres camuflando el olor que producen los cuerpos en descomposición con toda clase de artimañas: envolvió los cuerpos en sacos de dormir y los empaquetó con cuerdas, los cubrió con una alfombra, colocó una gruesa capa de sacos de arena para gatos sobre los cadáveres y después llenó la habitación de ambientadores. Antes de irse, puso un candado en la puerta de la habitación por fuera y cerró perfectamente con llave la de la vivienda.

La puesta en escena, una de las más elaboradas con que se ha encontrado la policía en Valencia y que revela una clara premeditación del doble crimen, dio resultado: la hipótesis más probable es que llevaran muertos desde mediados de abril, pero los vecinos no empezaron a detectar el mal olor hasta primeros de mayo.

La vecina que más relación tenía con ellos llamó al administrador de la finca el 1 de mayo, preocupada por el hedor que comenzaba a impregnar el pequeño patio interior que comparten las seis plantas de la finca que ocupa el 54 de la calle Císcar. Se revisaron las zonas comunes y se preguntó a lo vecinos, pero nadie detectó el foco del mal olor. Conforme fueron pasando los días, crecía la alarma, pero fue el viento de poniente, que elevó 10 grados la temperatura el domingo, el que finalmente propició que los vecinos no pudieran más y llamaran a la Policía, porque al hedor reinante en el edificio se le sumó la alarma de no saber nada de Araceli y de Juan Carlos.

El teléfono fijo de los dos hermanos y sus móviles llevaban sonando sin respuesta desde el primero de mayo. Algunos vecinos y amigas de Araceli incluso llamaron a Puebla de Arenoso, el pueblo de Castelló de donde era originaria la familia materna de ambos, para preguntar si estaban allí, extrañados porque no sabían absolutamente nada de ellos. «Eran muy discretos y reservados, pero hasta el punto de no dar señales de vida de ningún tipo...», deja en el aire la respuesta una de las vecinas de los dos hermanos, que siempre habían vivido juntos, primero con sus padres y, después de morir éstos, solos, en el piso donde han sido asesinados.

Tras el hallazgo de los cadáveres, un vecino recordó lo que podría ser el primer paso para resolver el caso: al llegar a casa, un día de abril, se topó con un desconocido saliendo de casa de Araceli y de Juan Carlos. Pese a no conocerlo, le dejó incluso entrar en su casa.

El cuidador que nadie conocía

Ese hombre -de mediana edad, complexión fuerte, pelo moreno peinado hacia atrás y posiblemente español- le dijo que no se preocupara ni él ni el resto de vecinos en caso de que no viera a los dos hermanos o de que no respondieran al timbre y al teléfono, ya que se habían ido de viaje fuera de Valencia «por una larga temporada». Es más que posible que ese fuese el momento exacto en el que echó la llave para huir, tras haber dejado preparada la habitación en la que había encerrado los cuerpos empaquetados.

Respecto al móvil, todo indica que el autor del doble asesinato buscaba el dinero de Araceli y de Juan Carlos, que vivían de sendas pensiones y del dinero heredado de sus tías maternas y de sus padres. Eran los únicos descendientes y jamás se habían casado ni tenían hijos. Esa pequeña fortuna les permitía una vida holgada, pero también parece haber sido el imán que atrajo a su asesino.

De momento, el grupo de Homicidios de la Policía Nacional de Valencia centra sus esfuerzos en localizar a ese desconocido que se presentó como el «cuidador» de Juan Carlos, convaleciente de una reciente operación a la que fue sometido hace alrededor de dos meses, para corregirle las secuelas en la pierna derecha que le dejó una caída fortuita el verano pasado en Puebla de Arenoso y que comprometió su movilidad. Ese hombre, del que ni siquiera se conoce la identidad, ha desaparecido sin dejar rastro, lo que le ha convertido en el objetivo número uno de los investigadores para que explique su relación con el doble crimen.