El juicio por el crimen del joven asesinado en marzo 2014 a las puertas de una discoteca de Albal de una paliza vivió ayer su jornada más tensa cuando los forenses del Instituto de Medicina Legal y los psiquiatras contratados por la defensa se enzarzaron en una batalla dialéctica, apoyada en sus informes, sobre la principal cuestión a dirimir en esta causa, si el acusado era consciente o no de sus actos y por lo tanto imputable o merecedor de una eximente completa como solicita la defensa del mismo.

Los médicos forenses de la Sección de Psiquiatría del IML de Valencia aseguraron ante el jurado popular que tras las entrevistas mantenidas con el acusado y su pormenorizada evaluación se han detectado «rasgos antisociales», pero que en ningún caso esto le alteraba sus facultades intelectivas o volitivas. «Es una persona conflictiva, pero dueño de sus actos», aclararon.

Por su parte, una psiquiatra neuróloga y un experto en conductas adictivas, ambos especialistas presentados por la defensa del acusado, trataron de acreditar que el joven, que se enfrenta a 16 años de prisión por un delito de asesinato, «padece un trastorno por déficit de atención e hiperactividad», aunque éste no había sido diagnosticado hasta después de suceder los hechos. Así, realizaron un relación de los incidentes protagonizados por el acusado desde su infancia, como varias detenciones por alcoholemia, tocamientos a chicas o la expulsión de cinco colegios.

Los psiquiatras de parte consideran que todo ello son indicadores de que el acusado «padece una patología psiquiátrica, caracterizada por su grado de impulsividad, el cual aflora cuando bebe alcohol». No obstante, los forenses desmontaron dicha teoría ya que esta persona llevaba una vida totalmente normal cuando ocurrieron los hechos y su supuesta patología -desconocida incluso por su familia hasta la fecha- no le impidió acabar una carrera o sacarse el carné de conducir. Así, reafirmaron que cuando mató a golpes a su víctima, de 30 años y que murió tras nueve días hospitalizado, el acusado era «plenamente consciente de sus actos».