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Doble crimen

Un reloj de pulsera revela la hora y el día del doble crimen de Císcar

El pulsómetro de Juan Carlos Oliva, que funcionaba con el latido cardíaco, se detuvo a las 8.20 horas del 28 de abril - Los dos hermanos fueron estrangulados con bridas durante cuatro minutos

Un reloj de pulsera revela la hora y el día del doble crimen de Císcar

8.20 horas del día 28 de abril. Ese es el momento en el que el reloj -que funcionaba con los latidos del corazón de Juan Carlos Oliva Bellido- se paró para siempre. Las investigaciones apuntan a que Juan Antonio D. R., el presunto asesino de los dos hermanos, habría aprovechado los primeros rayos del sol para cometer el doble crimen de la calle Císcar, 52, en pleno barrio valenciano de l´Eixample. El reloj que portaba Juan Carlos, de 79 años, y que funcionaba con las pulsaciones de su dueño se paró a las 8.20 horas del pasado mes de abril, justo cuando dejó de funcionar su corazón. Así han fijado los investigadores la data exacta de su muerte. Y creen que la de su hermana Araceli, de 75 años, ocurrió minutos antes -ella ya estaba vestida, mientras que él conservaba aún el pijama-. Ambos permanecieron más de un mes muertos en una de las cinco habitaciones de la vivienda, confinados bajo candado, hasta que el olor se hizo insoportable y puso en alerta al vecindario.

Juan Antonio D. R., ya entre rejas por los crímenes, trató de retrasar el máximo tiempo posible el hallazgo de los cadáveres camuflando el olor inherente a la descomposición con toda clase de artimañas: introdujo los cuerpos en sacos de dormir y los empaquetó con cuerdas, los cubrió con una alfombra, colocó una gruesa capa de arena para gatos sobre los cadáveres y después llenó la habitación de ambientadores.

Las circunstancias del crimen

Las víctimas murieron del mismo modo: ambas fueron estranguladas tal como adelantó en exclusiva Levante-EMV. El arrestado utilizó bridas de plástico. Los forenses estiman que las víctimas perdieron la consciencia en apenas 20 segundos; el asesino aún tuvo que apretar las bridas entre 3 y 4 minutos para arrancarles la vida por completo.

La asistenta que acudía a limpiar el piso declaró al grupo de Homicidios que el de día antes, el 27 de abril, los dos hermanos estaban perfectamente. Recuerda que limpió las habitaciones, hizo las dos camas y no dejó ningún recipiente en el fregadero. Esa declaración vuelve a fijar las primeras horas de la mañana del 28 de abril como el momento de los crímenes, ya que, cuando entró la policía un mes más tarde, no había tazones en el fregadero, pero las camas sí estaban deshechas, de modo que el criminal actuó el 28, cuando Araceli ya se había levantado pero aún no había tomado el desayuno y su hermano ni se había vestido.

Objetivo: camuflar el olor

A partir del asesinato de los dos hermanos, comenzó una de las puestas en escena más elaboradas con que se ha encontrado la policía en Valencia y que revela que el asesino planeó los crímenes, pero improvisó con los cadáveres.

El primer paso fue encerrar los dos cuerpos en una misma habitación, un pequeño cuarto que los dos hermanos utilizaban casi como trastero. Días después acudió a una multinacional especializada en material deportivo y compró dos sacos de dormir en los que introdujo a las víctimas. Posteriormente los ató con cuerdas. Seguramente, su primera idea era llevárselos, pero la estatura y peso de Juan Carlos y el trasiego constante de peatones en una calle tan céntrica debieron quitárselo de la cabeza.

A partir de ahí, maquinó toda una serie de acciones para camuflar el creciente hedor de los cuerpos en descomposición. Así, en los días sucesivos fue comprando una ingente cantidad de sacos de arena para gatos -la policía encontró entre sus pertenencias uno de los tiquets, del día 14 de mayo, que ahora se ha convertido en una prueba clave contra él-. Con ella cubrió los cadáveres empaquetados que ya había cubierto con un gruesa alfombra, hasta formar una capa de casi un metro de espesor. Pero el olor persistía y ya era un clamor entre los vecinos, así que pasados unos días adquirió decenas de ambientadores que distribuyó por toda la estancia.

Tal como adelantó en exclusiva este diario, el arrestado volvió en repetidas ocasiones a la vivienda donde se encontraban los cadáveres de los dos hermanos y en cada una de ellas, «perfeccionaba» un poco más el crimen dilatando su descubrimiento. En esa espiral de improvisación incluso se atrevió a entrar en casa del vecino de enfrente para explicarle su mentira: que Araceli y Juan Carlos se habían ido una temporada a Pamplona, la ciudad en cuya antigua escuela de Periodismo había estudiado ella. Hasta les rogó que no se inquietaran por su ausencia y por el hecho de que no respondieran ni en el teléfono fijo, ni en el móvil.

Aparcado en la avenida del Cid

El 22 de mayo, la situación era ya insostenible. La policía acudió alertada por una vecina, y los allegados confirmaron que algo extraño debía suceder porque ni uno ni otro daban señales de vida desde hacía casi un mes. La entrada de los bomberos puso al descubierto el horror.

En un primer momento, los investigadores creyeron que Juan Antonio se había fugado con el coche de las víctimas, un Opel, pero no fue así: el presunto asesino sí se lo llevó de la plaza de aparcamiento donde lo tenían habitualmente y lo estuvo utilizando tras el doble crimen, pero cuando se dispuso a huir, una vez que trascendió el hallazgo de los cuerpos, lo alejó de su casa y lo estacionó perfectamente en la avenida del Cid de Valencia. Por eso, el vehículo no fue localizado hasta la detención del sospechoso, quien había huido con su propio coche.

Un mes más tarde, el 24 de junio, Juan Antonio D. R. se entregaba por sorpresa en una comisaría de Alicante. Era consciente de que el cerco al que el grupo de Homicidios lo estaba sometiendo se estrechaba cada vez más, de que se había quedado sin dinero y de que su mujer estaba cada vez más delicada de salud, con varios ingresos hospitalarios por ansiedad a raíz de los hechos.

El móvil de los asesinatos

Desde que supieron de la existencia de Juan Antonio, que se había arrimado a Araceli y a Juan Carlos atraído por el dinero que esperaba obtener de ellos, los agentes de Homicidios le pusieron la cruz de principal sospechoso y supieron que el móvil era económico. Araceli se había jubilado como profesora de Geografía e Historia en un instituto público, lo que le había dejado una buena pensión, pero su hermano llevaba años sin ganar dinero, después de un tropiezo con la Justicia. Aún así, llevaban una vida holgada, gracias a que habían heredado los bienes de sus padres y de dos tías maternas, dado que eran hijos únicos y no habían tenido nunca pareja ni hijos. Esa pequeña fortuna actuó como un imán para su asesino.

De hecho, durante el último año, Araceli le había “prestado” a su futuro asesino hasta 18.000 euros, según confesó al hijo de una amiga a quien trataba como a uno propio. Juan Antonio la había convencido de que en casa estaban desesperados, así que ella incluso aceptó pagarle el alquiler durante esos últimos doce meses.

Araceli llegó a discutir con el hijo de su amiga días antes del doble crimen, cuando le confesó la cuantía entregada a Juan Antonio. En esa conversación tensa, en la que llegó a argumentar que Juan Antonio le había garantizado la pronta devolución del dinero ya que esperaba cobrar a corto plazo la herencia materna de su mujer, Araceli le aseguró a su allegado que le reclamaría ese mismo día de nuevo el dinero, y esta vez en serio. Esa conversación se produjo el 27 de abril, cinco días antes de la festividad de Santa Araceli, el motivo central de la llamada ya que siempre comían juntos por el santo de ella. Un día después, a primera hora del día 28, estranguló presuntamente a los dos hermanos.

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