Un par de zapatos, un bote de setas, una guitarra de juguete y una silla chamuscada por el fuego. Esos son los vestigios que quedan de la vida de Vasile Mecica, el indigente de 47 años y origen rumano hallado agonizando junto a una caseta en llamas en la partida del Roll Menor del Puig en la madrugada del pasado 31 de julio.

Esa noche dos jóvenes salieron a celebrar el vigésimo segundo cumpleaños de uno de ellos en una discoteca de Rafelbunyol. Por el camino, se cruzaron con el ahora fallecido, que iba en bicicleta, quien dos años antes estuvo involucrado en una agresión a un familiar del cumpleañero. Horas después, y con varios cubatas de más, ambos acudieron a la caseta del Puig donde pernoctaba esta persona para saldar cuentas por esta antigua rencilla. «Lo quiero matar por lo que le hizo a mi hermano», le dijo uno de los presuntos homicidas a su cómplice mientras golpeaba a su víctima con una barra de hierro, según la versión de uno de los acusados por la brutal paliza.

Los dos presuntos asesinos fueron detenidos por la Guardia Civil apenas cuatro días después de su crimen, como ya informó Levante-EMV en su momento. De hecho, los investigadores los tenían identificados y vigilados mediante escuchas telefónicas desde esa misma mañana cuando una patrulla se cruzó con ellos en las inmediaciones de la caseta incendiada cuando regresaban al escenario del crimen «con el fin de ocultar el arma homicida», una barra de hierro que fue recuperada por los investigadores, según consta en diligencias policiales.

El Juzgado de Instrucción número tres de Massamagrell acordó el ingreso en prisión provisional comunicada y sin posibilidad de fianza de los dos arrestados, identificados como Borislav B., de 25 años y nacionalidad búlgara, y Laurentiu A., de 22 años y de origen rumano, ambos vecinos de Museros. En sus declaraciones ante el juez los dos acusados se incriminaron mutuamente «tratando de minimizar su participación en los hechos y descargando toda la responsabilidad sobre su compañero».

Fingió ser guardia civil

Según la versión del menor de ellos, el joven que precisamente celebraba su cumpleaños esa misma noche, Borislav salió de la discoteca de Rafelbunyol donde estaban bebiendo cubatas y decidió seguirlo para ver dónde iba.

Al llegar a la caseta, situada en un camino rural del Puig a unos diez minutos andando, su compañero se identificó como guardia civil para que el indigente le abriera la puerta. Fue entonces cuando, siempre según su relato, Borislav la emprendió a golpes con su víctima, pegándole con una barra de hierro y dándole patadas. Éste asegura que trató de detenerlo y que incluso le quitó el arma, de ahí que pueda haber huellas suyas en la misma. Cuando se marchó de allí Vasile aún estaba vivo.

Respecto a la supuesta enemistad que mantenía con el fallecido, Laurentiu reconoció que éste había tenido un problema con su hermano, pero niega que pudiera querer matarlo por un hecho ocurrido hace ya dos años. Así, en cuanto al supuesto móvil que podría tener su compañero, afirma que cuando Borislav bebe se pone muy violento y que decía cosas a su víctima en búlgaro que él no entendía. Además, cuando regresaron a la discoteca éste le dijo que le había prendido fuego a la caseta para eliminar sus huellas.

No obstante, el relato de los hechos del otro acusado es completamente opuesto atribuyendo la autoría de la mortal paliza a su compañero. Así, Borislav insiste en que cuando le recriminó su acción, Laurentiu le dijo: «No le quiero pegar, lo quiero matar por lo que le hicieron a mi hermano», en referencia a una denuncia por una agresión ocurrida en julio de 2014 durante las fiestas de Massamagrell.