El fondo acuático es su hábitat natural, si una prueba de un delito se esconde en el agua, bien sea en una cristalina piscina o en el turbio fango de un pantano, es cuestión de tiempo que ésta salga a flote gracias al trabajo y dedicación de estos guardianes del fondo marino. En verano triplican su trabajo y en un mismo día son capaces de hallar por la mañana restos óseos humanos procedentes de un ritual con tintes esotéricos junto al Penyal d´Ifac, rescatar el cadáver de una mujer, sin cabeza ni extremidades superiores, encontrado flotando a dos millas del puerto valenciano y recuperar el cuerpo sin vida de un septuagenario ahogado en la presa de Manises esa misma tarde. Son el Grupo Especial de Actividades Subacuáticas de la Guardia Civil de Valencia.

Aunque los servicios que más llaman la atención son seguramente la búsqueda y rescate de cadáveres, con nueve casos desde el pasado mes de junio, la labor de estos diez guardias que conforman el GEAS va mucho más allá. Son claves en la lucha contra el contrabando con el reconocimiento de fondos marinos y los cascos de embarcaciones sospechosas de ocultar droga, así como en la protección del patrimonio histórico sumergido con la recuperación de arqueología subacuática. Asimismo realizan labores de seguridad ciudadana y de control antiterrorista en eventos deportivos acuáticos y para balizar la zona durante la limpieza de fondos marinos por parte de clubes de buceadores.

El delegado del Gobierno en la Comunitat, Juan Carlos Moragues, destacó ayer «el trabajo abnegado y entregado de estos agentes del grupo especializado de actividades subacuáticas», creado en el año 1981 e incluido actualmente dentro del Servicio Marítimo de la Guardia Civil. Del mismo modo remarcó «la capacidad mental de autocontrol que demuestran para mantenerse firmes en situaciones complicadas en un medio hostil». Uno de los lugares más complicados para trabajar reconocen que son los pantanos, donde tienen que sumergirse e ir cogidos los unos a los otros porque «no se ve absolutamente nada».

Aunque unas buenas condiciones físicas son vitales para acceder a dicha unidad - deben de tener una capacidad de apnea de más de tres minutos-, los agentes también tienen que superar pruebas psicotécnicas y matemáticas y hacer un reciclaje periódico cada cinco años en Valdemoro. Además realizan prácticas de inmersión dos o tres veces por semana, haya servicios o no, para estar preparados en cualquier momento ante cualquier eventualidad.

La preparación de los equipos autónomos de aire antes de salir es primordial. «Lo importante es que los equipos estén bien, no tenemos branquias», bromeaba uno de los agentes. Respecto al tiempo que pueden permanecer bajo el agua con los equipos con los que cuentan (de 10, 15 y 18 litros), dependerá de varios factores, tanto de la capacidad pulmonar de la persona, como del frío y principalmente de la profundidad, ya que con mayor presión el cuerpo necesita más aire. «A unos veinte metros con 15 litros puedes aguantar más o menos una hora, pero a 50 metros de profundidad el tiempo se reduce a quince minutos», explicaron fuentes del GEAS.

La seguridad, lo primero

Las medidas de seguridad para evitar situaciones críticas son máximas. Siempre se trabaja en parejas o tríos, nunca solo. Es una norma básica, no solo para ellos sino que debería ser seguida por todo buceador, según señalan. Asimismo, cuando el barómetro entra en la zona roja se sale aunque todavía quede suficiente aire para aguantar más tiempo y los equipos de aire cuentan con doble regulador por si uno falla. El equipo de buceo lo completan las aletas, un cuchillo, guantes, gafas y un ordenador subacuático.

Las embarcaciones con las que trabajan los agentes del GEAS también cuentan con sistemas de seguridad como un equipo de oxigenoterapia, sistema de comunicación y un plan de emergencia de evacuación. «En una descompresión el tiempo es lo más importante y hay que actuar muy rápido», afirman.

Entre los servicios más complicados que recuerda el sargento del GEAS están los tres meses que pasaron buscando entre el fango del fondo de la presa de Forata las cajas negras del helicóptero de extinción que se estrelló en julio de 2012. Y entre los más gratificantes, además de la recuperación de armas -mediante el detector de metales- que han servido como prueba de cargo para condenar a homicidas, está el rescate de la joven ahogada en el río Sénia durante las riadas de marzo de 2015. Aunque los miembros del GEAS reconocen que siempre les queda esa espinita clavada de no poder rescatar con vida a la persona, en cuestiones de localización de ahogados el hecho de recuperar el cuerpo lo antes posible supone un consuelo enorme para sus familiares que pueden así velar al difunto.