La tarde del 23 de junio de 2013 Rosana Hervás, de 32 años y vecina de Picassent, quedó con un supuesto amigo, al que le había prestado dinero, en las proximidades de un centro comercial de Alfafar. La joven desconocía en ese momento que oculta en el maletero del vehículo de su acompañante estaba la novia de éste armada con un cuchillo y con todo lo necesario para atarla y amordazarla; cinta americana, bridas, guantes de látex para no dejar huellas y una braga para esconder su rostro. La pareja, aprovechándose de la candidez de su víctima, había ideado un plan para secuestrarla y robarle el dinero y las tarjetas bancarias, según reconocieron ayer durante el juicio, pero la situación se les fue de las manos y Rosana acabó muerta.

Esa es la versión que mantuvieron ayer los acusados de secuestrar, robar, asfixiar y quemar su cuerpo, en la vista oral celebrada en la Sección Cuarta de la Audiencia Provincial de Valencia, para tratar de justificar lo injustificable. Para el Ministerio Fiscal la intencionalidad de éstos de acabar con la vida de su víctima, única persona que podía reconocerlos tras el robo, no admite discusión, de ahí que la llevaran hasta una fábrica abandonada situada en la carretera entre Pedralba y Llíria, donde sería hallado el cadáver calcinado de la joven tres días después de su desaparición.

La Fiscalía solicita para los acusados penas que suman los 57 años de cárcel. Para Ángel M. G., presunto autor material de la muerte por asfixia de Rosana, pide 31 años de prisión por los delitos de asesinato, robo con violencia con instrumento peligroso y detención ilegal con los agravantes de disfraz y aprovechamiento de las circunstancias del lugar. Por su parte, para la otra acusada, María José S. M., el fiscal solicita 26 años y nueve meses por los mismos delitos pero con la circunstancia atenuante de confesión. De hecho, en su escrito recoge que la procesada les reconoció a los agentes de la Guardia Civil «de forma espontánea» que Rosana estaba muerta y que los autores eran ella y su novio antes de que el cadáver fuera encontrado y que ella fuera sospechosa.

Versiones contradictorias

Aunque ambos acusados reconocieron haber secuestrado y robado a su víctima, las versiones sobre cómo murió resultan totalmente contradictorias. Por un lado Ángel M., quien durante la fase de instrucción ya había confesado haber asfixiado a la joven al verse descubierto por ésta, ayer se desmarcó alegando que cuando llegaron a Pedralba y la sacaron del maletero ya estaba muerta. «No sé cómo murió, había mucha sangre y cuando veo sangre me pongo fatal», declaró el acusado, quien curiosamente estaba suscrito a un canal de contenido gore, según manifestaciones de su pareja.

No obstante, sobre la posibilidad de que muriera desangrada, los forenses se mostraron tajantes. «Las heridas por arma blanca que presentaba en el dedo y el antebrazo no causaron la muerte», y éstos apuestan por la asfixia «por compresión del cuello».

Por su parte María José S., que solo quiso responder a las preguntas de su letrado, Vicente Monzó, explicó que le causó los cortes a su víctima en el forcejeo antes de introducirla en el maletero, pero que cuando la sacaron estaba viva e incluso estuvo hablando con ella «tratando de tranquilizarla». Así afirma que Ángel le dijo que se quedara en el coche mientras él iba a quemar los guantes para que no hubieran huellas. «La última vez que vi a esa mujer estaba viva».

Los acusados fueron a comprar pipas a una gasolinera, según reconoció ayer la propia acusada, y regresaron al lugar del crimen. «Volvimos porque me insistió ella», apuntó Ángel haciendo referencia a la coacusada. Ésta asegura que no fue hasta el día siguiente cuando su novio le reconoció que la había matado. «Me dijo que se había quemado viva por el calorcito de la hoguera», explicó la joven, consumidora habitual de marihuana y hachís. Atenuante que solicita la defensa de la acusada.

Un mensaje que no era de ella

Durante el juicio declaró también el padre de la fallecida, quien relató cómo la misma noche de la desaparición de su hija sospecharon que algo malo le había pasado tras recibir un mensaje de su móvil en el que les decía que no iba a ir a dormir y que se quedaba en casa de una amiga. El mismo estaba escrito en castellano, cuando la joven utilizaba el valenciano para dirigirse a sus padres. «Además sabía que estábamos en Dénia. La acusada reconoció ayer que lo escribió ella para tranquilizarlos, aunque esto no hizo más que acrecentar su pesar.

Asimismo, el otro acusado incluso se acercó al domicilio de su víctima fingiendo ser un amigo que se interesaba por su desaparición, explicaron los investigadores del Grupo de Homicidios de la Guardia Civil que llevaron el caso. Al grito de: «¡Asesinos! ¡Malnacidos!», los dos acusados salieron de la sala a la espera de sentencia.