Doce días después del intento de asesinato de un gorrilla búlgaro en un parque del valenciano barrio de Campanar, la Policía Nacional ha detenido al verdadero presunto autor material, un exlegionario español de 53 años, con un amplio historial carcelario, a quien se le imputa un delito de odio, además del intento de asesinato. Este arresto deja sin sustento la acusación contra el primer arrestado por la agresión, otro inmigrante búlgaro, amigo de la víctima, que fue detenido instantes después del ataque y acusado formalmente ante el juez después de que una testigo asegurase con rotundidad que era la persona que había acuchillado a Valter, de 46 años.

El presunto asesino, que atacó a su víctima al grito de «¡Muérete, búlgaro hijo de puta, muérete!», fue arrestado el lunes por la noche después de amenazar a la cajera de un hipermercado, por lo que los responsables del establecimiento llamaron a la Policía Nacional. Para entonces, el sospechoso ya estaba siendo buscado por los investigadores de la comisaría de Trànsits, que lo habían identificado después de que la víctima lo reconociera plenamente hace unos días, cuando lo volvieron a citar para que declarase ante ellos en esas dependencias policiales, según han confirmado fuentes del entorno de Valter.

Segunda agresión en un mes

Al parecer, el ahora detenido ya había agredido a otro gorrilla búlgaro apenas un mes antes de intentar matar a Valter, a quien clavó varias veces en el cuello y en la cabeza un cuchillo de 25 centímetros de hoja tras atacarlo sorpresivamente por la espalda cuando estaba sentado en un banco de un parque con al menos tres compatriotas más.

El herido comenzó a sangrar y su mejor amigo, Svilen, de 43 años, salió corriendo junto con otro compatriota a pedir ayuda a una farmacia próxima. Allí pidió como pudo -no habla nada de castellano- que llamaran a emergencias y obtuvo una toalla con la que regresó al banco y taponó la herida de Valter.

Minutos después llegó una ambulancia y varias patrullas policiales. Mientras los médicos atendían a Valter, los agentes comenzaron a preguntar por los alrededores. Dieron con una testigo que afirmó haber visto la agresión completa y haber escuchado cómo el autor le gritaba a su víctima, en castellano: «¡Muere, búlgaro, muere!». Incluso identificó a Svilen como el agresor cuando lo vio a lo lejos. Agregó que todos ellos eran gorrillas, que solían beber y tenían riñas entre ellos. Svilen acabó detenido en ese momento.

En cuanto Valter recibió el alta, acudió a la policía acompañado de un primo suyo, Dimitar, que le hizo las veces de intérprete, ya que tampoco habla castellano. La víctima declaró a los agentes que el autor era un hombre español al que los aparcacoches búlgaros temían porque ya había agredido a otro un mes antes. Y eximió de culpa a su amigo. «Estaba claro que no podía haber sido él», defiende Dimitar. «¿Cómo va a decirle "muere búlgaro" si él también es búlgaro?», se pregunta. «Y además en castellano, que no sabe decir ni una palabra... ¿Y por qué iba a ir a buscar ayuda si lo quería matar? ¿O por qué se quedó allí, tan pancho, y no salió corriendo cuando llegó la policía. Por no decir que es su mejor amigo, su hermano, diría yo», concluye Dimitar en perfecto castellano.

Aún así, la acusación se mantuvo y Svilen pasó a disposición judicial como presunto asesino en grado de tentativa de Valter, aunque la juez de guardia lo dejó en libertad tras apreciar las contradicciones.

También la policía decidió mantener abierta la investigación y tomar declaración a otros testigos, además de tener en cuenta las características físicas que del presunto autor facilitó la víctima. Por fin, doce días después, el presunto agresor está detenido y en un calabozo.