«Me parece todo muy raro. No dejo de pensar que a Katia la han matado. Iba con gente peligrosa y desde que estaba en Ibiza, estaba como trastornada». Lo afirma una conocida suya, Erika, con la que compartió los cuatro meses que Katia Ferreiras pasó en Valencia antes de irse a Ibiza, «de donde no pudo regresar porque una noche de fiesta perdió el pasaporte y su tarjeta de crédito», hasta el punto de que «amigos suyos le han estado enviando dinero todo este tiempo».

La joven brasileña cuyo cadáver fue encontrado en Cullera el pasado 18 de diciembre, sin que por el momento la autopsia haya podido concluir el motivo de su muerte, llegó a Valencia desde Brasil en mayo pasado. Se instaló en un piso compartido con un joven y en agosto decidió viajar a la isla. «Gastaba muchísimo dinero. Me llamaba desde las discotecas más de moda y se pasaba el día invitando a todo el mundo a Dom Perignon y bebidas así», rememora Erika. Al parecer, procede de una familia adinerada que reside en Medina (Minas Gerais, Brasil). Eso hizo que pronto se viera rodeada de muchas personas nuevas. Y que saliera constantemente de fiesta.

«Ella siempre había tenido un comportamiento alocado, y en la Fe fue atendida dos o tres veces en el tiempo que estuvo en Valencia, pero lo que empezó a hacer en Ibiza no era normal. Tomaba mucho alcohol y consumía drogas. Estaba haciéndole mal. Y empezó a juntarse con gente rara».

Fue antes de su relación sentimental con Marcos, que comenzó después del verano. «Katia estaba saliendo con un chico un poco raro y lo dejó para empezar con Marcos. Pero seguían quedando los tres para irse de fiesta», sostiene Erika.

Una casa «llena de drogas»

Días antes de desaparecer, el 9 y el 10 de noviembre, Katia llamó, como solía a hacer casi a diario, a Erika. «Estaba como enloquecida. Se reía a carcajadas. Me decía: "Estoy en una casa que es increíble. Esto está lleno de drogas por todas partes?.

«Me contó que en la casa había mucha gente, y que estaba con Marcos y con su novio anterior». También le había dicho que se iba a casar «con el chico madrileño [Marcos, aún desaparecido] el 29 de abril y que yo tenía que ser su madrina».

El 16, hablaron por última vez. El 17 la llamó casi una decena de veces. No obtuvo respuesta. Ni ese día, ni todos los posteriores. «Con todo esto, yo no me puedo creer que se cayera al agua. Yo creo que tuvieron algún problema con esa gente y que los mataron. Sólo quiero que la policía investigue a fondo esto y que aclare qué le pasó a Katia, porque no se merecía acabar así. Era muy buena persona, todo corazón. No sé si le faltaba cariño con su familia o lo hacía por llamar la atención lo de pasarse con el alcohol y las drogas, pero era tremendamente buena y generosa».