Irina G., la mujer rusa de 38 años hallada muerta sobre su cama el pasado domingo después de que los bomberos sofocaran un incendio en su piso, en la calle Marqués de Zenete de València, murió tras recibir numerosos golpes en la cabeza y estaba inconsciente cuando se desató el fuego que redujo a cenizas su dormitorio. Son las dos principales conclusiones de los forenses tras practicar durante 48 horas la autopsia a los restos de la víctima, que deja un niño de 7 años.

La saña con la que atacaron a Irina demuestra que quien la mató y trató de ocultar el asesinato prendiendo fuego a su habitación -la única estancia de la vivienda que fue pasto de las llamas- es alguien próximo a la mujer. De momento, el grupo de Homicidios no ha detenido a nadie y continúa las investigaciones para tratar de aclarar las contradicciones detectadas en varias de las declaraciones que han tomado.

Según los datos iniciales, el compañero sentimental de Irina habría salido del domicilio casi hora y media antes de que una vecina de la finca de enfrente llamase al 112 al percatarse del incendio. El novio de la víctima se fue con el hijo de 7 años de Irina porque, al parecer, tenía previsto comer y pasar el día con un familiar en un municipio de Castelló.

En el domicilio se encontraba, además de la mujer, un hombre de origen colombiano que llevaba apenas doce días residiendo en el piso tras haber alquilado una de las habitaciones a la pareja. Este hombre, Héctor L., declaró a Levante-EMV que en el momento de comenzar el incendio se encontraba en su habitación, profundamente dormido, y que no se dio cuenta de nada hasta que escuchó los maullidos de la gata de Irina. De hecho, ni siquiera llamó a emergencias cuando vio, según declaró a este diario, «el piso en llamas».

Por ahora no ha trascendido cómo fue provocado el incendio, cuya virulencia extrema hizo que la habitación de la víctima quedara arrasada en apenas unos minutos.