Hay quienes podían pensar que el caso de la valenciana asesinada en México estaba resuelto y que solo quedaban unos flecos para poder dar carpetazo al asunto, como la repatriación de los restos o el futuro juicio a su marido, quien se encuentra en prisión desde el miércoles acusado del crimen. Pero no lo es así para la familia de la víctima. La detención y encarcelamiento de Jorge F. G. como presunto asesino de su esposa no ha aliviado ni mucho menos el pesar de los familiares de Pilar Garrido, quienes todavía tienen dudas respecto de su autoría y piden pruebas sólidas contra éste para poder conciliar el sueño por las noches y poder velar definitivamente a su querida Pilar.

«Queremos que se sepa la verdad y para ello necesitamos pruebas sostenibles», reclama Raquel, hermana de la fallecida, quien no acaba de creerse que su cuñado sea un asesino. «Hay incongruencias que no nos dejan tranquilos y este es un caso muy mediático, con muchas presiones», sostiene sin querer entrar a valorar la investigación policial e insistiendo en realizar una segunda prueba de ADN en España.

Uno de los aspectos que extrañó a los investigadores es precisamente esta defensa a ultranza de la familia de la valenciana respecto del marido de su hija y padre del bebé de ambos. Incluso tras dar a conocer la noticia de la desaparición de Pilar, quien según su marido y ahora acusado fue secuestrada por jóvenes armados el pasado 2 de julio en una carretera del estado mexicano de Tamaulipas, y cuando surgieron las primeras sospechas sobre las dudas que generaba su relato de los hechos, la hermana de la valenciana salió en defensa de éste. «Pondría la mano en el fuego por mi cuñado, él no tiene nada que ganar con todo esto», declaró a Levante-EMV en su día. Ahora no sabe si se ha quemado y espera al plazo de tres meses que ha dado el juez para presentar nuevas pruebas.

La geolocalización del móvil

Por el momento, la policía federal cuenta con varias pruebas indiciarias de la culpabilidad de Jorge F. G., quien presuntamente habría golpeado y estrangulado a su pareja cuando regresaban, junto a su bebé, de pasar un fin de semana en la playa de La Pesca. Entre las pruebas que la Procuradoría de Tamaulipas maneja para incriminarlo está la geolocalización del teléfono móvil de la víctima, que lo sitúa en el lugar en el que se hallaron los restos óseos de Pilar a la hora en la que éste ya estaba supuestamente regresando hacia Ciudad Victoria.

De igual modo tampoco concuerda la hora en la que llegó a la citada ciudad, donde residía el matrimonio desde hacía tres años, con el tiempo que presumiblemente cuesta recorrer la distancia de unos 150 kilómetros desde Soto de la Marina. Pero la gota que colmó el vaso y que llevó a su detención el pasado martes fue el resultado de la autopsia. Según el fiscal Irving Barrios, la mujer presentaba un traumatismo en la nariz y en el cráneo, y tenía fracturado el hueso hioides, lo que acredita el estrangulamiento y descarta así unos supuestos secuestradores armados con subfusiles.

No obstante, Jorge F. sigue manteniendo su inocencia y en todos los interrogatorios se ha mostrado sereno sin derrumbarse. «Se siente defraudado con las autoridades porque ha pasado de víctima a victimario, pero está tranquilo porque no tiene nada que esconder», explica su abogado Martin Lozano a este periódico sobre el estado de su cliente tras visitarlo en prisión.

Antes de ser arrestado el presunto asesino reconoció a Levante-EMV que era cuestión de días que lo detuvieran. «No quiero que mi Gobierno se lave las manos conmigo. Que no se distraigan conmigo y se dediquen a buscar a los autores», reclamaba consciente de que las pesquisas de la policía se cernían sobre él.