La Policía Nacional continúa intentando aclarar los demasiados claroscuros que rodean la muerte del niño de 8 años en el domicilio de su padre de acogida en la noche del pasado miércoles, cuando estaba al cuidado de la novia de éste último. Para ello, están revisando todas las cámaras de seguridad, tanto las próximas al domicilio, enla calle Don Quijote de Elda, como las más alejadas, para ver si captaron la imagen de esos dos hombres con el rostro cubierto con sendos cascos de moto que, según la mujer, les asaltaron cuando salían de la casa, golpeándola y abusando sexualmente de ella, episodio tras el cual encontró al pequeño fallecido en una habitación de la vivienda. De momento, no ha trascendido el resultado de ese rastreo.

No es la única gestión urgente para arrojar luz sobre un caso con tintes muy poco habituales. También continúan intentando cuadrar los detalles que la mujer, que sufrió heridas leves, dio de ese asalto. Los investigadores incluso solicitaron al juzgado, y este lo autorizó, la realización de una reconstrucción de los hechos -diligencia poco utilizada, y menos cuando la única testigo ha pasado por lo que ella ha descrito como una situación muy traumática apenas unas horas antes-. Durante esa reconstrucción, los agentes del grupo de Homicidios de la Policía Nacional de Alicante hicieron especial hincapié en hacerle repetir varias veces cómo se sucedieron los hechos y cómo cogió el teléfono hasta en dos ocasiones para llamar a su madre por videollamada -es discapacitada auditiva-, pese a estar maniatada.

Luces a través de la capucha

En ese relato, la mujer también aseguró haber visto los destellos del flash de una cámara en la habitación donde según ella estaba retenido el pequeño y donde la policía encontraría el cuerpo sin vida del pequeño. De hecho, la testigo asevera que los dos hombres tomaron fotografías y aseguró haber visto esas luces a través de la bolsa de tela negra con la que, afirma, la encapucharon mientras estaba desmayada, ya que, tal como adelantó ayer Levante-EMV, dijo haber perdido el conocimiento cuando la sometieron a tocamientos tras rajarle la camiseta.

Por otro lado, ayer fue enterrado el niño, que tenía ocho años y padecía un autismo leve y epilepsia, entre escenas de profundo dolor y consternación, en el cementerio municipal de Elda. Antes del sepelio, cientos de personas se habían acercado al tanatorio de Elda para acompañar a la familia y asistir a la emotiva misa de funeral por el pequeño, en la que el sacerdote se preguntó «¿por qué la violencia se ha cebado con una criatura tan inocente que solo trasmitía amor?».