La ciudad de Elda continúa «en estado de shock», como lo definió el alcalde, Rubén Alfaro, por los sucesos que sacudieron a la localidad el pasado jueves y que dejan, de momento, más incógnitas y preguntas que respuestas. En esas anda el Grupo de Homicidios y Judicial del Cuerpo Nacional de Policía en unas diligencias que siguen bajo secreto de sumario.

El jueves 31 la ciudad acaparó portadas después de que la vivienda, según cuenta la mujer y los datos recabados por este periódico a través de fuentes policiales, familiares, amistades y vecinos, hubiera sido asaltada por dos encapuchados que la agredieron, maniataron, amordazaron y cubrieron la cabeza con una bolsa para que no viera nada. Pero eso no fue todo, porque la primera persona que entró en el piso tras huir los asaltantes (el vecino del tercero que bajaba a la calle y le escuchó un grito) encontró muerto en una habitación al menor de 8 años.

Daniel y Alejandra, dos separados que rehicieron sus vidas no han vuelto a esa casa. Él es un conocido preparador deportivo y desde hacía cuatro años padre de acogida permanente del niño fallecido. Ella sufre una discapacidad auditiva y tiene un hijo de tres años fruto de una relación anterior que se encontraba en casa de su abuela. Pero Daniel y Alejandra iniciaron una nueva etapa y estaban esperando un hijo. Ella está embarazada de cuatro meses.

El relato de la mujer, las pruebas físicas, testimonios de testigos y grabaciones de las cámaras de comercios cercanos, son una parte de la madeja que la Policía trata de resolver.

Los datos que han trascendido de la declaración de la mujer no fueron concluyentes, lo que llevó el mismo jueves a realizar una reconstrucción en el inmueble en presencia de la comisión judicial. Según el relato de hechos, Daniel entrenaba en la pista de atletismo de la Sismat mientras Alejandra y el menor fueron asaltados por dos encapuchados que vestían ropa oscura y cascos de moto. Se desconoce cómo franquearon la puerta del edificio porque no estaba forzada. Cuando la mujer salía los dos asaltantes la esperaban en el rellano y la introdujeron a golpes en el salón. El móvil del asalto no parece ser el robo. Fuentes apuntan a una posible venganza o un ajuste de cuentas en el que pudieron haber errado el objetivo. De ahí que la pareja recibiera en los últimos meses anónimos intimidatorios y que la investigación se centre en su entorno más cercano. Además, la mujer dijo haber visto durante el asalto unos destellos que asocia con que estaban haciendo fotografías. Imágenes que podrían utilizarse para extorsionar a terceras personas. Pero la víctima aprovechó un descuido para coger su móvil y hacer una videollamada a su madre, que alertó a su actual pareja. Sin embargo fue descubierta y golpeada nuevamente. Daniel llegó antes que la Policía y sus gritos («¡Lo han matado, lo han violado!») desgarraron al vecindario y dieron lugar a informaciones que la familia ha desmentido.

El niño apareció semidesnudo y con restos de vómito y sangre pero sin signos externos de violencia. La causa de la muerte es una incógnita. El pequeño sufría diversas patologías. Si estas desencadenaron el óbito, o si el hecho de que sufriera una crisis de epilepsia hizo huir a los asaltantes, son cuestiones que están por resolver, como el objeto del asalto, que es la clave del caso. No obstante, la autopsia, que no ha sido concluyente, trabaja con la hipótesis de una muerte por asfixia. Nada más.