El subinspector de la Policía Nacional Blas Gámez Ortiz, de 51 años, destinado en el grupo de Homicidios de València, fue asesinado de una cuchillada en el corazón a las dos de la tarde de ayer por un hombre de nacionalidad sueca y origen argentino, Pierre Danilo L., de 36 años, cuando le pidió que se identificara en el transcurso de la investigación por el asesinato y descuartizamiento de un hombre de 42 años, Alberto Enrique F. V., un peluquero que tenía un establecimiento en el centro de València.

El tronco de la víctima había sido encontrado la madrugada anterior, sobre las 0.30 horas de ayer, en una maleta que su asesino abandonó entre dos contenedores a la altura del 119 de la avenida de Peris y Valero, a 450 metros exactos de su domicilio. El asesino tuvo que ser abatido a tiros por el compañero del subinspector, que recibió entre cuatro y cinco ataques con un cuchillo de cocina de más de 30 centímetros de longitud, posiblemente el mismo que utilizó Danilo con su otra víctima.

El policía fallecido y su compañero, junto con agentes de la Policía Científica, habían seguido el débil rastro de sangre dejado por la maleta en el recorrido que Danilo había hecho en la tarde-noche el lunes entre su domicilio, el 77 de la calle Sueca, y el punto donde dejó los restos, el 119 de Peris y Valero.

Tras constatar que el rastro se perdía definitivamente en ese punto de la calle Sueca, los agentes accedieron al portal y comprobaron que el hilo de sangre continuaba.Siguiéndolo, llegaron a la puerta 5. Ahí, en la ranura entre la hoja de madera y las baldosas, la policía científica detectó más rastros de sangre, así que tomaron una muestra y se fueron a analizarla.

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El subinspector y su compañero se quedaron en la zona, a la espera de los resultados, lo que condicionaría el resto de las gestiones. En ese momento, nadie sabía que la persona que residía en ese domicilio, que no estaba empadronado ni tenía nombre en el buzón, se llamaba Pierre Danilo L. y había cumplido una condena de 14 años en Suecia por un delito grave. De hecho, la investigación estaba en su fase más incipiente.

Fue en ese momento cuando el asesino, que debió ver a los agentes desde su ventana siguiendo el rastro de sangre y tomando fotografías, decidió huir. Posiblemente interpretó que se habían ido todos, ya que desde su piso se ve la calle y, por tanto, el momento en que se iban los de la científica.

Sin embargo, el subinspector Blas y su compañero permanecían en el portal, aguardando y vigilando, por si la sospecha era cierta y habían dado con la madriguera del descuartizador.

Ataque sorpresivo

Según las fuentes consultadas por Levante-EMV, el asesino, que llevaba dos mochilas, una cubriendo su pecho y la otra, la espalda, llegó al portal y se topó con los dos policías. El subinspector, al mando del equipo en ese momento, se identifcó con su carné profesional y le pidió a Danilo que se identificara. Sin mediar palabra, levantó la mano con el cuchillo y atacó al subinspector, quien paró los primeros golpes con los antebrazos, pero no pudo esquivar una cuchillada en un costado que acabó causándole la muerte.

El compañero de Blas sacó su arma reglamentaria y, tras gritarle varias veces «alto, policía», a lo que Danilo hizo caso omiso, abrió fuego sobre este hasta abatirlo, ya que, pese a los primeros disparos, seguía acuchillando al subinspector, en una reacción violenta inhabitual en un delincuente común.

El agente pidió desesperada y urgentemente la presencia de una ambulancia del SAMU, mientras iniciaba las maniobras de reanimación, ya que el policía herido estaba en situación crítica. Cuando llegó el equipo sanitario, prosiguió con la reanimación, pero las heridas eran mortales de necesidad, por lo que, pese a todos los esfuerzos de unos y otros, Blas fallecía minutos después de las dos de la tarde.

Decenas de agentes cerraron en los instantes siguientes el tramo de la calle Sueca donde ocurrieron los hechos e iniciaron una minuciosa inspección del portal y de la vivienda donde residía Danilo y fue asesinado Alberto Enrique, cuya documentación fue encontrada por los policías en el piso.