La despedida del subinspector de la Policía Nacional Blas Gámez, asesinado el martes por un hombre mientras realizaba una investigación, fue un evento cargado de simbolismo. Tan solo pasaban unos minutos de las cuatro de la tarde cuando los restos mortales del policía llegaban envueltos en un estruendoso aplauso y el llanto desconsolado de su esposa y sus dos hijos, al complejo policial de Zapadores, el lugar donde se decidió instalar la capilla ardiente para que decenas de familiares, amigos y compañeros dieran su último adiós al subinspector.

Hoy, a las 12.00 horas, se ha celebrado la misa de funeral en la Catedral de València, adonde el féretro ha llegado a hombros de sus compañeros y atravesando un pasillo de policías de uniforme.

La capilla ardiente se instaló ayer en el cuartel de Zapadores, donde más de 300 compañeros del agente asesinado se congregaban en torno al patio de armas, mientras los más allegados no podían contener las lágrimas. Con la bandera española a media asta en señal de duelo, miembros de todos los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado iban llegando a las instalaciones policiales conforme avanzaba la tarde y se iban situando en una formación que contaba con más de cien agentes, sin contar los altos mandos militares del Ejército y la Marina.

Autoridades autonómicas y locales también iban llegando en un goteo incesante a Zapadores. El alcalde de València, Joan Ribó; la concejala del Ayuntamiento de Valencia y presidenta de la Junta Municipal de Russafa, Isabel Lozano; la consellera de Justicia, Gabriela Bravo; así como la presidenta del Partido Popular de la Comunitat Valenciana, Isabel Bonig, eran algunos de los dirigentes que acudían al recinto policial para despedir al agente asesinado y estar presentes en la imposición de la Medalla de Oro al Mérito Policial que el Gobierno le concedió sólo unas horas después de su brutal asesinato en acto de servicio.

Un acto sencillo y emotivo

Asimismo, otros representantes institucionales como la presidenta del Tribunal Superior de Justicia valenciano, Pilar de la Oliva; el decano de los jueces de València, Pedro Viguer; o el ex director general de la Policía, Juan Cotino, estuvieron presentes durante toda la ceremonia.

Fue a las cinco y veinte de la tarde cuando el ministro del Interior, Juan Ignacio Zoido, llegaba al recinto policial en una caravana de cuatro coches en la que le acompañaba el delegado del Gobierno en la Comunitat, Juan Carlos Moragues; el director general de la Policía, Germán López; y el jefe superior de la Policía de la Comunitat Valenciana, José Javier Cuasante. A continuación y tras saludar al resto de las autoridades y a los más de cien agentes formados en el patio, el ministro entró al interior de la capilla ardiente instalada en el salón de actos.

Una vez dentro, Zoido colocó la medalla de oro en la bandera española que envolvía el féretro con los restos mortales de Blas Gámez en un acto sencillo y emotivo, en el que permaneció al lado de su mujer y sus dos hijos durante la media hora larga que duró el homenaje. El solemne acto finalizó con el himno «La muerte no es el final», un canto habitual en los funerales de los miembros de las fuerzas de seguridad, seguido por la canción «Pájaros de Barro» del exlíder del último de la fila, Manolo García, uno de los temas preferidos por Blas dentro del amplio repertorio de su cantante favorito.

Una vez finalizado el acto, el alcalde Joan Ribó dijo sentirse «muy afectado» por lo ocurrido y explicó el papel que para él representaba dar personalmente el pésame a los familiares del subinspector. Además, el responsable municipal insistió en la importancia de que todo el Cuerpo Nacional de Policía sepa que València y el Ayuntamiento «sienten mucho este asesinato» y valoró mucho a este cuerpo por «su trabajo en defensa de la paz, la tranquilidad y el día a día de la ciudad».

La capilla ardiente se mantendrá abierta hasta las once de la mañana de hoy, momento en el que los restos mortales del agente de policía serán trasladados hacia la Catedral de Valencia, el lugar en el que se celebrará la misa. En esta no estará presente el cardenal arzobispo de València, Antonio Cañizares, quién rezó ayer un responso a la llegada del féretro a la capilla ardiente, debido a sus compromisos con la Conferencia Episcopal.

Recordatorios

La capilla ardiente situada en la comisaria de la calle Zapadores no fue el único lugar donde ayer se hacía un homenaje al fallecido Blas Gámez. Los miembros del Congreso de los Diputados aplaudieron unánimente en medio de la sesión de control para recordar al agente, una situación que se reprodujo también en les Corts Valencianes, dónde tras la muestra de condolencias expresada en su discurso por el presidente de la Generalitat, Ximo Puig, toda la cámara rindió un emotivo minuto de silencio.