María Jesús M. C., Maje, era la principal sospechosa desde el segundo día de investigación, pero, descartado que ella pudiera ser la autora material porque a la hora del crimen, las 7.30 horas del 16 de agosto de 2017, aún estaba en casa de su nueva pareja sentimental, la pregunta para el grupo de Homicidios de la Policía Nacional de València era evidente: ¿quién había sido la mano ejecutora?

El móvil pasional se abrió camino desde el inicio, por la forma en que fue asesinado Antonio Navarro Cerdán, de ocho cuchilladas en el corazón, y por la ausencia absoluta de otras motivaciones. Así las cosas, en cuanto la policía supo de la existencia del que entonces creían único amante de Maje, Jose, un publicista al que había conocido el 21 de mayo y con el que pasaba casi todas las noches a partir de una fuerte discusión con su marido, a principios de junio, este pasó a convertirse en el principal sospechoso.

Los teléfonos de ambos fueron intervenidos, pero, obviamente, nunca hubo una sola referencia al asesinato en sus conversaciones, dado que ese hombre no sabía absolutamente nada de la trama urdida para acabar con el ingeniero noveldense.

La investigación estuvo incluso a punto de estancarse, pero el 8 de noviembre llegó el empujón que Homicidios llevaba pacientemente esperando desde agosto. Ese día, Maje mantuvo una conversación con Salvador R. L., el auxiliar de enfermería y compañero de trabajo de ella de quien la policía no sabía nada hasta ese momento porque habían reducido a la mínima expresión los contactos telefónicos entre ambos.

Salva, preso de los celos al descubrir la existencia «de un tal Jose», dejó de lado las precauciones para pedirle explicaciones a Maje sobre ese hombre. Y para darle credibilidad inventó la supuesta intervención «de un policía amigo mío» que habría consultado a escondidas la investigación para saber cómo iba. En realidad, más tarde confesaría que había espiado el ordenador de Maje y habría visto dos billetes a Italia a nombre de ella y de ese Jose.

«¡Dios, Salva, no hagas locuras!»

El interés de él en toda la conversación es saber quién es ese hombre y qué relación tiene con él, mientras que ella está ostensiblemente preocupada al creer, por la mentira de Salva, «que me están investigando a saco», ya que, a preguntas de ella, su amante, con el que ha tenido una relación intensa e intermitente desde septiembre de 2014, le asegura que la policía vigila a ambos: «A ti o él, porque él... Lo saben». A lo que Maje responde con un apurado: «¡Hostia».

La alerta policial había saltado al inicio de esa conversación, cuando él se lamenta con una frase clarificadora: «Tendrás que desconectar de mí porque yo te lo voy a recordar cada día que me veas». A lo que Maje le tranquiliza aclarándole que «ni lo pensaba, te prometí que no lo iba a relacionar. (...) Yo no tengo eso en mente nunca».

Pero, además, cuando él le anuncia que «el otro día llamé a la policía», la respuesta de Maje no deja lugar a dudas: !¿¿Qué dices??, responde a gritos, absolutamente alarmada. «A mi amigo», aclara Salva. Y el remate de Maje: «¡Dios, Salva! No hagas locuras, ¿eh?».

A partir de ahí, la investigación dio un giro absoluto: Jose pasó a estar descartado y todos los esfuerzos indagatorios se volcaron hacia Salvador. A finales de diciembre, gracias a la intervención de otro teléfono «de seguridad» que Salva le dio a Maje, la policía había reunido todas las evidencias necesarias. La familia de Antonio empezaba a ver el final del túnel.

El 28 de diciembre, los dos presuntos responsables del homicidio planificado de Antonio tuvieron otra conversación reveladora, auspiciada por un comentario del hermano de Antonio a Maje, a la que informó de que «la policía ya tiene al culpable con nombre y apellidos y en enero lo van a detener».

«Tendrán algún chivo expiatorio»

El nerviosismo se apoderó de la pareja y la llamada de Maje a Salva fue inmediata. Ella vuelve a mostrarse nerviosa y preocupada, pero su amante, con una actitud totalmente ufana e ignorante, la tranquiliza con frases como «no temas» o «lo que tendrán es algún sospechoso que ya tuviera algún delito y quieren achacárselo (...) para subirle la pena». La respuesta de Maje es demoledora: «Entonces, ¿la Justicia, qué? ¿Es una mierda? ¿No existe?».

La sensación de impunidad de Salvador llega hasta tal punto que, pese a no tener nociones siquiera mínimas de Derecho, le da una lección a Maje de por qué ellos no son sospechosos. «A ver, me tendrían que estar investigando a mí y no lo están haciendo. ¿Cómo me van a estar investigando? ¿Desde su casa?», exclama.

Y agrega otras sentencias como estas: «Primero tendrían que detenerme, porque si no me detienen, no tienen ningún deber de investigar mi vida, ¿entiendes? Yo soy una persona normal», «Ellos no pueden a mí pincharme un teléfono si no me dicen ´estás detenido y vamos a hacer esto´. Me explico, yo no soy un terrorista (...) y tengo que saberlo todo» o «al no tener nada fehaciente, pretenderán buscar un chivo expiatorio y, ya que no tienen el caso, cerrarlo de alguna forma. Tiene toda la pinta de con alguien que ya tenga antecedentes y quieran aumentarle la pena».

Trece días más tarde, ambos fueron detenidos y, desde hace una semana, permanecen encarcelados en el centro penitenciario de Picassent.