Un hombre acusado de matar en abril de 2016 a un indigente en una caseta de campo de la localidad valenciana de Miramar ha negado en el juicio celebrado contra él que tuviera intención de matar, aunque sí ha reconocido una discusión y unos golpes: "Llegamos a las manos y se golpeó contra la pared. Me fui y pensaba que estaba vivo".

Este hombre, de 37 años, se ha sentado este miércoles en el banquillo de los acusados ante un jurado popular en la Audiencia de Valencia acusado de un delito de homicidio por el que el fiscal le reclama 12 años de prisión al estimar la atenuante de intoxicación etílica. Por su parte, la acusación particular, ejercida por los padres de la víctima, le piden 18 años de cárcel al calificar los hechos de delito de asesinato --han recordado que la víctima tenía un grado de discapacidad reconocido del 65%--; mientras que la defensa reclama la absolución al no ver delito.

Los hechos se remontan a una noche de abril de 2016, cuando falleció la víctima, de 33 años, como consecuencia de numerosos golpes. Fiscalía sostiene que el acusado, en estado de embriaguez, acudió esta noche a una caseta de campo de Miramar en la que vivía la víctima para pedirle explicaciones por unas acusaciones y allí le propinó numerosos puñetazos y golpes que le provocaron la muerte.

El acusado ha dado su versión de los hechos respondiendo únicamente a las preguntas formuladas por su letrado. Ha explicado que él era panadero y la víctima, Rafael, acudía de vez en cuando a su local para pedir comida.

Ha indicado que le propuso que hiciera ciertas tareas como cortar leña a cambio de darle de comer y de darle un sitio donde vivir, puesto que residía en una caseta de campo abandonada sin luz y sin agua. Y éste aceptó.

Cuando se le acabó el trabajo para él, ha explicado que se lo dijo y ya no lo vio en una semana. Seguidamente ha narrado que la Guardia Civil contactó con él para decirle que Rafael había puesto varias denuncias contra él por robos de madera y maceteros. También ha dicho que entraron en su casa y se llevaron "justamente" las llaves de la casa que previamente le había dejado a la víctima.

El 19 de abril de 2016, tras realizar sus tareas en la panadería, ha indicado que por la tarde se fue a varios bares de la playa de Oliva y del pueblo y estuvo consumiendo cazalla. "Más o menos lo hacía todos los días", ha dicho ante el tribunal del jurado. También ha expuesto que ingirió un gramo de cocaína y se fumó unos siete porros de marihuana.

Por la noche, más allá de las 21 horas, cuando cogió un atajo para llegar a un sitio, se encontró con la víctima, quien iba en bicicleta. Le dio las luces y le dijo que quería hablar con ella. Así, ambos se pararon y acudieron hasta la caseta que tenía Rafael.

Una vez en el interior, según ha narrado el acusado, le preguntó por qué le había denunciado falsamente cuando él le había dado una casa y también comida, y éste le respondió que no le había pagado como le tenía que haber pagado, ha reproducido.

"El primero en recibir fui yo"

"Empezamos a entonarnos, levantamos la voz y llegamos a las manos. El primero en recibir fui yo, él era bastante más grande que yo. En el forcejo y la pelea, él se dio un golpe contra la pared, se quedó medio mareado y yo le di patadas en el tórax. Estaba en el suelo pero no pensaba que estaba muerto, así que le puse una cinta en la boca para que no chillara", ha señalado.

Tras ello, ha insistido: "No tenía intención de matarle. Para eso lo atropello. Si lo quiero matar, lo atropello", ha manifestado. Tras ponerle la cinta en la boca, lo cogió y se lo llevó a un huerto --según la acusación particular, lo arrojó a un vertedero por un terraplén--.

A las pocas horas lo detuvieron por alcoholemia y al día siguiente confesó los hechos ante la Guardia Civil y les dijo donde se encontraba la víctima: "Yo colaboré y les dije donde estaba el cuerpo. Pensaba que estaba vivo", ha apostillado.