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Patrimonio inmaterial

La legislatura de los BIC

Los bienes inmateriales bajo protección cultural pasan de seis a veinte en sólo cuatro años

La legislatura de los BIC

El venerable Nel de Murla se hubiera quedado mudo al oír hace un siglo que aquella cuerda que introducía en el trinquet para crear la modalidad de escala i corda, entre travesses y gritos de va de bo, sería clave para que la pilota valenciana fuera declarada patrimonio cultural inmaterial digno de protección. Igual de boquiabiertos estarían hoy los humildes carpinteros del siglo XIX que arrojaban sus trastos vells al centro de la plaza, en la víspera de Sant Josep, sin saber que estaban sembrando el germen de las Fallas y el orgullo cultural de un pueblo. La concepción del patrimonio ha cambiado. Y ahora, el ritmo de su protección también.

Al declarar esta semana Bien de Interés Cultural inmaterial la representación de los miracles de Sant Vicent Ferrer, la Generalitat culmina una legislatura que ha marcado un punto de inflexión en la preservación administrativa del patrimonio cultural inmaterial valenciano. La legislatura se inició con seis bienes inmateriales protegidos con la vitola BIC: el Misteri d´Elx, el Tribunal de les Aigües, el Belén de Tirisiti de Alcoi, el Corpus de Valencia, la Festa de la Mare de Déu de la Salut de Algemesí y la Entrada de toros y caballos de Segorbe. De aquellos seis BIC inmateriales, declarados entre 1931 y 2011, se ha pasado a 20 en la actualidad. En sólo cuatro años, el Consell ha concedido catorce declaraciones BIC a bienes inmateriales. ¿Por qué?

«Por estrategia», aclara Marta Alonso, directora general de Cultura de la Generalitat. «Éramos los líderes de España en bienes protegidos de la Unesco y queremos seguir siendo referencia dentro de España», añade. A su juicio, la declaración BIC protege el bien para que no se cambie su esencia, refuerza la autoestima de sus custodios y facilita la proyección del bien pensando en el turismo cultural.

El sociólogo Antoni Ariño, vicerrector de la Universitat de València y gran especialista de las fiestas valencianas desde su ensayo Festes, rituals i creences, aplaude el ritmo de declaraciones BIC. Pero advierte de que «la patrimonialización es ambivalente». «Por un lado, se da reconocimiento y se pone en valor una práctica cultural con arraigo significativo. Por otro lado, tiene el inconveniente de poder fosilizar la fiesta en el estado actual, cuando la fiesta debe ser siempre un elemento vivo. Si una fiesta no tiene cambios, significa que está muriéndose. Y esos cambios nunca deben obedecer al turismo». Ése es el reto: proteger el patrimonio sin dejarlo anclado en el museo.

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