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Con Enriqueta Hueso en Benimaclet

"Sin presión social ya no habría huerta"

La pintora y galerista Enriqueta Hueso defiende el carácter integrador de Benimaclet, su fuerte movimiento social y la lucha por la reconquista de espacios para la ciudadanía

"Sin presión social ya no habría huerta"

Un barrio con identidad de pueblo. Definición escueta, pero certera, que Enriqueta Hueso utiliza para referirse a Benimaclet. En el trecho que separa el Centro Instructivo Musical de la Plaza, donde se halla la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, Hueso reconoce la contradicción que supone vivir tan cerca, a la par que tan lejos de Valencia. «Es como si no estuvieras en la misma ciudad», incide una vez alcanzado el ágora de Benimaclet, su verdadero centro neurálgico. «Como no tenemos casa de cultura pues todo se hace en la plaza», explica colocando el altavoz a una reclamación, reiterada, de la combativa Asociación de Vecinos. Esta pintora y galerista, incansable trabajadora y madre de cuatro hijos, creció en una alquería de Benimàmet, vivió y tiene casa en Galicia, pero vino a recalar en Benimaclet hace ya décadas. Un enclave que le cautivó por sus calles con sabor a antaño, y la cercanía de sus habitantes. «La unión para hacer cosas es lo que me gusta de aquí», destaca, colocando como contraposición la barriada de Russafa. «Aquella tiene mucho movimiento cultural, pero de lo social muy poco», comenta.

Hueso echa en cara al equipo de gobierno de Rita Barberá su escasa preocupación por Benimaclet. Especialmente en lo que concierne a la huerta. «A la poca que queda ya», ironiza. No es de extrañar pues que la AAVV, que preside Antonio Pérez presentase alegaciones a un Plan General de Ordenación Urbano que condenaba centenares de hectáreas de campos. «La retirada del planeamiento urbanístico de Rita se festejó con la simulación de un entierro», recuerda. Algo que tuvo lugar el pasado 21 de febrero. En el paseo por Benimaclet, los huertos urbanos son parada obligada, pues se han convertido en un referente del movimiento vecinal. Los solares abandonados han ido cediendo terreno a pequeñas plantaciones de cebollas, tomates, berenjenas, pimientos o maiz. «Aquí vienen familias enteras, con los crios, unos se ayudan a otros y es muy gratificante. Si a mi me sobran patatas las cambio por habas, y así todo el mundo», confiesa. «La verdad es que sin la presión vecinal ya no habría huerta en Valencia», lanza con una mezcla de satisfacción y nostalgia a partes iguales.

Dentro de las iniciativas vecinales, la última y más innovadora fue la convocatoria de un concurso de ideas para definir el Plan de Actuación Integrada (PAI) de Benimaclet Este, abandonado tras veinte años de historia. Después de haber tomado cartas en el asunto, con proyectos como la creación de un aparcamiento autogestionado „ cada vecino aportó cinco euros para que se limpiasen los terrenos„, o la puesta en marcha de un centenar de miniparcerlas agrícolas, el siguiente paso fue concitar a profesionales de la arquitectura y el paisajismo „ en colaboración con la Universitat de València y la Politècnica„ , para tratar de integrar la huerta en el espacio urbano. «Queremos un Benimaclet más ecológico, verde y humano», reitera Hueso, haciendo suyas las reivindicaciones de sus convecinos. Las cuarenta y tres propuestas presentadas, tres de ellas premiadas, han venido a confirmar el éxito de esta propuesta.

Entre las grandes movilizaciones y conquistas, la Asociación de Vecinos enumera las luchas del Trenet, el Instituto Ferrer i Guardia, el Instituto Rascanya-Antonio Cañuelo, el Colegio Municipal, la Escola Infantil Bressol„, y los colegios Carles Salvador y Padre Català, además de los huertos urbanos o el aparcamiento alternativo. Muestras inequívocas de lo que es un barrio comprometido y también impregnado del espíritu estudiantil que da la cercanía de las Universidades, en el Camí de Vera. «Por la noche el ambiente es magnífico», concluye Hueso.

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