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La molestia de los bañistas

Las medusas vuelven a su cita

Los expertos minimizan el problema al asegurar que los municipios más afectados contarán con este tipo de celentéreos un máximo de 15 días durante el verano - Su presencia depende de los vientos y las corrientes

Las medusas vuelven a su cita

Este verano habrá medusas en las costas valencianas como cada estío. Pero, ¿habrá más o menos que otros años? Eso es algo imposible de predecir con unos organismos marinos que carecen de autonomía de movimiento, que son arrastrados por los vientos y las corrientes.

No obstante, el profesor investigador del CSIC del Instituto de Ciencias del Mar de Barcelona, Josep Maria Gili, una de las mayores autoridades mundiales en medusas, sostiene que en la C. Valenciana este verano va a pasar lo mismo que en el litoral catalán. Pronóstico que habla de que tan solo uno de cada diez municipios costeros tendrá un «potencial alto» de tener problemas con las medusas. «Y este potencial significa simplemente que, de los tres meses de verano, tendrán medusas en sus playas unos quince días a lo sumo. Y siempre en días alternos. Habrá uno o dos días y luego desaparecerán hasta que los vientos o las corrientes las traigan de nuevo», sostiene Gili.

«Que durante tus vacaciones te toque un día en el que haya medusas que te impidan bañarte en el mar no hay que verlo como un drama. Es lo mismo que si te toca un día de temporal que desaconseja que te metas al agua o un día nublado o de lluvia. No pasa nada», minimiza el impacto de estos organismos marinos este científico que recalca que siempre hay que recordar que ir a la playa no es lo mismo que hacerlo a la piscina, que tiene sus riesgos porque hay otros seres que interactúan con el hombre y que pueden entrañar un riesgo como las aranyas, los erizos o las propias medusas.

«En España se ha actuado como siempre, como si fuéramos reinos de Taifas, recogiendo datos de forma aislada que nos impiden tener una dimensión completa del Mediterráneo pese a que hay un proyecto europeo -Jellyrisk- que integra a varios países de la cuenca mediterránea -Italia, Malta, España y Túnez- y que persigue tanto evaluar el impacto socioeconómico de la llegada de las medusas a las zonas de baño como implantar un protocolo de manejo integral de las áreas costeras ante esta eventualidad», revela el científico del CSIC.

Gili especifica cuál sería el protocolo de actuación ante una llegada de un enjambre de medusas a una zona de baño: «En primer lugar, yo desaconsejaría hacer nada antes de que las medusas llegarán a menos de cincuenta metros de la costa. Sería gastar el dinero inútilmente porque puede suceder que un golpe de viento o unas corrientes hagan que finalmente no lleguen a la zona de baño, que las vuelvan a alejar mar adentro», advierte.

En caso de que inevitablemente lleguen a las playas, el científico sí recomienda sacarlas del agua y depositarlas en contenedores con agua dulce expuestos al sol, nunca en papeleras. «Siempre hay accidentes de personas que meten las manos en estas papeleras con medusas. Es mejor hacerlo en estos recipientes con agua dulce y al sol. ¿Por qué? Porque sus células urticantes explotan durante su exposición al sol y se diluyen en el agua dulce», explica Gili.

Este especialista aconseja asimismo impedir el baño en esa zona durante al menos un día ya que es habitual que, durante la retirada de las medusas, se les rompan unos tentáculos que continúan presentes, y urticantes, en el agua. «Si la actuación se ha hecho durante un día soleado, basta con prohibir el baño durante las siguientes 24 horas. No obstante, si el día es nuboso, yo aconsejaría adoptar esta precaución durante 48 horas», diferencia poniendo de relieve de nuevo los efectos beneficiosos de los rayos solares para «desactivar» las células urticantes de los cnidarios.

No atacan a nadie

«Las medusas no atacan a nadie ya que en cada ataque pierden uno de sus tentáculos que luego les cuesta mucho recuperar», recuerda Gili, que sostiene que la mejor protección contra ellas es «embadurnarse bien de crema solar».

Ante una picadura, este experto recuerda unas normas básicas de actuación en las que, precisamente por su sencillez, radica toda su efectividad. «Lo que hay que hacer en primer lugar es salir del agua y dirigirse al socorrista más próximo. En caso de estar en una playa sin servicios hay que recordar que nunca debes lavarte la herida con agua dulce, ni rascarte ni ponerte ninguna crema. Lo mejor que puedes hacer es aplicarte un shock de frío. ¿Cómo? Con hielo metido en una bolsa, nunca en contacto directo con la picadura, que debes mantener durante cinco o diez minutos en la zona afectada. De esta manera eliminarás el veneno así como la posibilidad de que pase al riego sanguíneo», explica Gili, que luego aconseja mantener unos días los cuidados en la zona afectada con agua oxigenada o tintura de yodo para evitar que la herida abierta y la piel se infecten.

Si los síntomas son más preocupantes e incluyen mareos y vómitos, es aconsejable acudir con presteza al médico. Gili recuerda que el veneno de la medusas es uno de los más tóxicos del reino animal, aunque afortunadamente lo inoculan a sus víctimas en dosis muy pequeñas que lo hacen menos perjudicial. «Se trata de un neurotóxico muy potente que puede llegar a provocar ahogos, vómitos e incluso arritmias en los pacientes con especial sensibilidad a él, por lo que ante síntomas adversos preocupantes hay que acudir al médico», recalca este especialista que recuerda que, para estas personas, es primordial extremar las precauciones para evitar una segunda picadura ya que para ellas esta segunda dosis sería más letal. «Con la primera picadura creas unos anticuerpos que te sensibilizan más ante este veneno y un segundo contacto con estas células urticantes podría desencadenar un shock anafiláctico de imprevisibles consecuencias», alerta.

Sobre qué medusas de las que transitan por el Mediterráneo son las más peligrosas, Gili habla en primer lugar de la Pelagia noctiluca, una especie de color rosáceo o rojizo, con tonos como violetas, que tiene el sombrero (la umbrela) semiesférico que puede llegar a medir hasta 20 centímetros de diámetro y del que salen cuatro robustos tentáculos orales y otros 16 marginales que pueden alcanzar los 2 metros de longitud.

Principales causas del aumento

Se trata de una especie mucho más fastidiosa porque está en condiciones de aparecer y reaparecer en invierno o en verano o entre estación. Y cada vez hay más, son una auténtica plaga, potenciada por una sobrepesca atroz que ha extinguido en gran parte a los depredadores naturales y a causa también de los aumentos de la temperatura del Mediterráneo.

Y en segundo lugar el especialista sitúa a la Rhizostoma pulmo, que se trata de la escifomedusa abundante de mayor tamaño del Mediterráneo. Alcanza habitualmente unos 60 centímetros de diámetro, siendo el máximo registrado de cien centímetros. La umbrela, la parte más amplia de su cuerpo, es de color entre blanquecino y amarillo o rosa, con el borde azul. No posee tentáculos, sino ocho fuertes brazos que se unen en la zona superior y que forman una estructura en su parte media en forma de coliflor. Carece de abertura bucal, ausencia sustituida por varios orificios de pequeño tamaño.

«Estas dos especies son las más venenosas de las habituales en el Mediterráneo, pero el primer lugar en cuanto a su peligrosidad es la conocida popularmente como carabela portuguesa, ejemplar que responde al nombre científico de Physalia phisalys y que en puridad no se trata de una medusa, sino de un tipo de hidrozoo de la subclase de los sifonóforos. Procede del Atlántico y hace varios veranos aparecieron varios ejemplares en la isla de Eivissa. Esta es la más peligrosa de todas. Los tentáculos de las carabelas portuguesas concentran diez veces mas células urticantes que una medusa normal. Tienen diez veces más veneno que una Pelagia», concreta Gili.

No obstante, este científico es reacio a hablar de la peligrosidad de las medusas porque, alega, «en zonas de California, Australia y en otras áreas tropicales existen muchas más medusas letales que aquí y nadie se alarma por ello».

El motivo de su aparente proliferación en los últimos tiempos obedece a que «antes había más bichos que se las comían. Una tortuga, por ejemplo, devoraba toneladas de medusas. De la misma manera que lo hacían otros peces como el atún que hoy están en franca recesión por la sobreexplotación pesquera», concluye Gili.

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