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La tradición que se mantiene

Cenar en primera línea de playa

Cientos de valencianos convierten cada noche el paseo marítimo en un improvisado comedor «a la fresca»

Cenar en primera línea de playa

A partir de las ocho y media de la tarde el aparcamiento de la playa de la Malva-rosa se convierte en un hervidero. Los que vuelven a su coche llenos de salitre y más morenos se cruzan con los que, nevera y mesa a cuestas, llegan en busca de un sitio en el que plantar sus sillas y pasar la noche. Y es que cenar «a la fresca» es una tradición con arraigo que no se ha perdido con el paso de los años. Y, por eso, el paseo marítimo hasta la Patacona se convierte cada noche, y especialmente los fines de semana, en un salón de cenas gigante en el que los bancos de mármol y los bloques que separan la arena de la acera son los asientos más codiciados y los platos de plástico, la vajilla más extendida.

Cenar en la playa a mesa puesta es un experiencia casi única. No importa que a dos palmos estén los restaurantes con sus terrazas en regla, ni tan si quiera las ordenanzas municipales que impiden beber en la calle. «Aquí venimos toda la vida, a la hora de cenar no se aplica ni la Ley Mordaza ni nada», cuenta Juan entre risas mientras bebe su cerveza bien fresca. Tomar la calle sin pancartas.

Y es que cenar a la fresca es también una reivindicación de lo público. En ese marco se engloban propuestas como la de Desayuno con Viandantes, para poner en valor lo público, o los Sopars a la Fresca, que se organizaban en el Cabanyal a modo de protesta. Los vecinos que cenan en la playa no tienen un objetivo determinado, solo cenar con amigos y familiares disfrutando de la playa, pero en el fondo subyace un sentimiento de pertenencia sobre el espacio de todos.

«Es cómodo, barato y sin horarios»

La mayoría señala dos puntos claves para el éxito de esta propuesta: huir del sofocante calor que se acumula en casa durante el verano y buscar una alternativa de ocio barata. «Es una buena opción para los que trabajamos en verano o nos quedamos en Valencia sin vacaciones para salir con quien quieras sin pensar en el presupuesto», explica Juan, que ha ido a pasar la noche con su novia y dos amigos. «Es cómodo, barato y sin horarios», añade. El sonido de las olas como hilo musical, las buenas vistas y la suave brisa que corre por la costa valenciana son también sus atractivos favoritos.

Para pasar la noche en la playa hay planes para todos los gustos: los que solo van a cenar, los que a parte de comer se quedan a pasar la velada de charla o jugando y los que aprovechan la última luz del día para darse un baño y ya, fresco, sentarse a la mesa. Lo que está claro es que quienes van, son fieles y repiten cada año. Es el caso de Mari, que ya sea con sus nietos y sus hijos o con sus amigos, lleva tantos años yendo a la playa por la noche que ni se acuerda de cuándo empezó. Eso sí, la veteranía se hace sentir en las mesas. La de Mari, por ejemplo, tiene mantel, cubiertos metálicos y hasta un servilletero de ganchillo para estar «como en casa». Pero también los hay que llevan la clásica mesa de camping sin más o incluso los que se sirven de la nevera -el elemento que nunca falta- como mesa. Pero todos tienen una cosa en común: ganas de disfrutar del verano, de las vistas, de la brisa y de las olas sin pensar en el bolsillo. «No nos cansamos: el fresco, el aire, el ambiente especial que se crea y cenar aquí con las mismas vistas que en un restaurante caro no tiene precio», cuenta Amparo, una de las asiduas a estas noches de verano.

Las cenas a la fresca también son una buena opción para sacar a los niños de casa y que disfruten sin preocupación. «Aquí no tenemos que preocuparnos porque se vayan a la carretera», explica una madre, y ellos, además, agradecen estar en la playa y salir de casa.

Todos ellos conviven con la mirada curiosa de los turistas que pasean sin saber muy bien qué hace allí toda esa gente. Y con las decenas de corredores y de persona que aprovechan el paseo para hacer ejercicio en las últimas horas del día. «Esto es para todos», dice Luis, incluso para los jóvenes que, una vez avanzada la noche, acuden allí a hacer botellón. A él no le molestan, explica, porque normalmente ocupan puestos diferentes en el paseo. «La calle es para todos», resume Lucía.

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