Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Radiografía de las desigualdades

Retrato de la debacle valenciana

Un documentado ensayo del sociólogo Vicent Flor analiza la situación actual y las diferencias que lastran a los valencianos y pide alzar la voz frente al "vasallaje" del Estado

Retrato de la debacle valenciana

Si fuera un cuadro, sería barroco en su fase tenebrista y su título bien podría ser: «Retrato de la gran debacle valenciana con paisaje nacionalista al fondo». La firma estampada en el lienzo es la de Vicent Flor, sociólogo, profesor de la Universitat de València y ensayista de la identidad valenciana. Ahora, con la misma voluntad combativa que caracterizó a su anterior libro Noves glòries a Espanya. Anticatalanisme i identitat valenciana, Flor se ha propuesto radiografiar los problemas estructurales que sufren los valencianos. Desde la invisibilización del pueblo valenciano a escala estatal, al coste y las implicaciones de la corrupción. Del fracaso del modelo productivo centrado en el ladrillo y el turismo de masas a la pobreza y la desatención de los servicios sociales. De la infrafinanciación de la Comunitat Valenciana a la desvalencianización onomástica de un territorio llamado «Comunitat» a secas o «Levante», sin más. De la implosión del sistema financiero valenciano, a la menor inversión en sanidad o en atención a la dependencia que reciben los valencianos con respecto a los españoles. De los salarios inferiores a la media de España a las infraestructurales radiales que siguen lastrando a los valencianos periféricos.

Una catarata de cifras, datos y porcentajes pueblan las 414 páginas del libro Societat anònima. Els valencians, els diners i la política (Editorial Afers). Los número ayudan a sintetizar la situación actual valenciana. Pero antes de adentrarse en un cuadro tan complejo, enmarañado y repleto de ramificaciones y escenas secundarias, es más útil conocer la tesis por la que el autor toma partido y que es fácil de resumir: la solución de los valencianos para por convertirse en un problema para España. Sólo así el Estado tomará en serio sus reivindicaciones y pondrá fin a la discriminación sufrida por los valencianos que trata de documentar y analizar Vicent Flor.

¿Despilfarro? No, financiación. El primero de los problemas „un clásico„ es el de las arcas repletas de deuda. Pero con una perspectiva interesante. La deuda valenciana en 2014 era del 37,9% de su PIB: casi 37.400 millones de euros. Es la comunidad más endeudada y muy por encima del 22,4 % de media. Las causas, explica Flor, son dos: «la infrafinanciación y la inversión faraónica, poco productiva y a menudo acompañada de corrupción». «Por este orden», remarca, aunque la sensación general sea distinta. Y aporta dos datos. Uno: la deuda de todas las empresas públicas valencianas más el gasto destinado a grandes eventos y proyectos temáticos no permiten explicar más del 12 % de la deuda total. Y dos: la deuda de 9.908 millones que la Generalitat contrajo entre 2002 y 2009 habría sido sólo de 1.317 millones de euros (la séptima parte) en caso de haber recibido por parte del Gobierno central la misma financiación por cápita que la media de los españoles.

«El centralismo ha sido y es nefasto para la sociedad valenciana», concluye Flor, quien no tiene claro «si la mayoría de los valencianos percibe esta injusticia». Por ello aboga por una alianza de todos los sectores y que la sociedad civil valenciana «alce la voz» por una financiación justa. Porque es la batalla clave para el futuro entre Vinaròs y Pilar de la Horadada.

Más pobres y más desprotegidos. El sociólogo muestra las cartas: escribe este libro «desde el valencianismo progresista» e interpreta la realidad valenciana a través de la «teoría de la dependencia, semicolonial, de Valencia respecto a España, y a la vez desde las teorías sobre la exclusión social». Y de exclusión social aborda las aristas más dolorosas.

«El mito del Levante feliz es exactamente eso, un mito. Y un mito radicalmente falso», escribe el autor. La tasa valenciana de pobreza es del 23,8 % „la española es del 22,2 %„. Hay más de un millón de pobres en la Comunitat Valenciana; según la tasa Arope, más de 1,6 millones de valencianos están por debajo del umbral de pobreza. Más pobres y más desprotegidos, agrega Vicent Flor. En 2013, el gasto valenciano en servicios sociales fue de 151 euros frente a los 280 euros „casi el doble„ de la media española. El País Vasco quintuplica el gasto social valenciano. Por otro lado, el sistema de dependencia sólo alcanza al 0,86 % de los valencianos, en comparación con el 1,62 % estatal, casi el doble también, en 2012. El gasto en Sanidad por cada valenciano fue de 1.109 euros, 164 euros menos que la media española (datos de 2011). Y lo que Vicent Flor considera el colmo: los valencianos tienen una esperanza de vida de 81,9 años, cuatro décimas menos que la media española y casi dos años inferior a la media madrileña (83,7), con datos de 2012. «La riqueza correlaciona mucho con la esperanza de vida», detalla Flor.

Lo que arrasó el ladrillo. Del soufflé inmobiliario y el pinchazo de la burbuja de ladrillo no hace falta repetir sus escandalosas cifras. Quizá sea más interesante subrayar consecuencias que Flor sintetiza: ha supuesto la desindustrialización del país para abrazar una terciarización con poco valor añadido, la desaparición de una parte de la huerta circundante a Valencia y la Vega Baixa, ha matado con el dinero fácil la capacidad emprendedora de los valencianos y ha dejado en coma el necesario cambio del modelo productivo.

No sólo es el paro, el PIB o los jóvenes que abandonaron sus estudios para abrazar el ladrillo. No sólo es que en la Comunitat Valenciana haya más paro, más contratos temporales y más empleados a tiempo parcial que en España. O que emerja un dato escalofriante: el 82 % de las chicas valencianas de 16 a 19 años que han acabado los estudios y buscan trabajo están en paro. Además de este panorama desolador, hay graves efectos a largo plazo de la venenosa cosecha de ladrillo que infestó el territorio valenciano.

«En el ámbito económico „cita Flor al profesor de la Politècnica Josep Lluís Miralles„ se ha producido una desertificación productiva y la práctica desaparición del entramado financiero público valenciano. En el ámbito social, los valores se han transformado hacia un puro individualismo suicida. En el ámbito ambiental, el gran patrimonio paisajístico litoral del país está en vías de agotamiento con la consiguiente degradación, si continúa este camino, de la actividad turística. En el ámbito de la administración asistimos a su quiebra, a la demostración de su incompetencia y a la ruptura del Estado del Bienestar».

El otro agujero de la corrupción. La corrupción centra un capítulo del ensayo de Flor. No hace falta reiterar casos archiconocidos. Mejor aportar un dato que toma del profesor universitario y actual secretario autonómico de Modelo Económico y Financiación, Julián López: según sus cálculos „hechos de una manera «extremadamente conservadora», promete„ el coste de imagen que supone la corrupción para la Comunitat Valenciana puede cuantificarse en casi 400 millones de euros anuales durante los años 2010, 2011 y 2012. «Si los valencianos no hacen nada por cambiar la imagen de aprendices de gángsters del Mediterráneo, que no se lamenten de las consecuencias que ya tienen encima y de las que vendrán». La «marca Valencia» desprende un hedor corrupto „«a grande y pequeña escala», matiza„ que urge combatir.

Revertir el «meninfotisme». La imagen de los valencianos adquiere, en efecto, otro problema. De carácter incluso psicológico. O de diván, al decir de Flor. La percepción de los valencianos de ser «invisibles» para el conjunto de España ha desembocado en un «complejo de inferioridad» ante Madrid y Barcelona. Y, como consecuencia de ello, se ha generado una «demanda ansiosa de situarse en el mapa, de ser alguien». El mapa de la Fórmula 1, la Copa América, la megalomanía arquitectónica y los grandes eventos pasajeros costó demasiado dinero y su efectividad está en tela de juicio. Flor propone otra forma de situarse en el mapa: dejar de subordinarse acríticamente con la discrecionalidad de los gobiernos españoles hacia los valencianos para, literalmente, «plantar cara». Es decir, convertirse en un «problema político» porque ya son «un problema social».

Porque es demasiado, a juicio del autor de Societat anònima, «el coste económico, social y político del vasallaje a Madrid». «Las relaciones entre España y el País Valencià no son propiamente coloniales. Pero, al menos en materia económica, se parecen», sostiene quien remonta la dominación española sobre el territorio valenciano «al siglo XVIII o incluso antes, al siglo XVII, con la unión de armas impuesta por el conde-duque de Olivares». A este valido real corresponde una frase que sentaría cátedra para el estereotipo del meninfotisme valenciano, de pueblo fácil de sojuzgar, del territorio aparejado a la debilidad política. «Tenémosles [a los valencianos] por más muelles», dijo el conde-duque en el XVII.

Perjudicados por la radialidad. Flor lanza otros dardos. Lamenta que «la práctica ausencia de un sistema de comunicación valenciano y la asfixia de la incipiente industria audiovisual valenciana ha tenido y tendrá consecuencias nefastas». Más invisibilidad, no ya fuera de las fronteras valencianas, sino incluso en su interior. También cuestiona «la desatención al eje mediterráneo y la consiguiente obsesión por prevalecer la centralidad de Madrid en las infraestructuras de transporte». O que entre 2002 y 2008, el conjunto de administraciones públicas invirtieron 9.050 euros por persona y año en España, y que en la Comunitat Valenciana se destinaron 7.732 euros. El PIB por cápita de los valencianos „19.502 euros en 2013„ era 2.700 euros inferior al español. A juicio de Flor, para enderezar la situación, «la solución no es menos autogobierno, sino más autogobierno». Y eso es justo lo contrario, según el CIS, de lo que reclaman los valencianos.

Compartir el artículo

stats