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Nou campanar

La mayor crisis de un símbolo

La comisión de falla de Juan Armiñana, la más importante del siglo, decide su futuro con el legado de una brillante historia a sus espaldas

La mayor crisis de un símbolo

Nou Campanar decide su futuro en los próximos días, semanas y meses. La comisión más superlativa, convertida en el paradigma de una época que ya no existe, no sólo ha renunciado a la Sección Especial. Ahora afronta un futuro incierto, cercenada de falleros y sólo viable bajo condiciones de mucha precariedad. Un particular descenso a ls infiernos impensable hace unos años y que es el fruto de un sueño, el del constructor Juan Armiñana, obsesionado con triunfar en el olimpo de la fiesta, algo que logró, y de sobra. Su nombre y su proyecto están ya en la historia de la fiesta.

Nou Campanar es fruto de ese deseo, que a Armiñana le había fallado en Convento Jerusalén y en Cuba-Buenos Aires. En el barrio donde tiene una promoción inmobiliaria prácticamente finiquitada encuentra el espacio para el proyecto. No hay comisión constituida y sólo tiene el pero de la lejanía respecto al centro. Pero el proyecto obligará a cambiar las rutinas de la fiesta.

La primera falla, la de 2003, llega deprisa y corriendo y no da tiempo a plantearse como de Especial. Pero sí que es lo suficientemente competitiva como para enseñar las garras: quedará en segunda posición en Primera A.

Nada más quemarse esas fallas se produce la jugada maestra de Juan Armiñana, que marcará en gran medida la historia. Se entera de que no hay entendimiento entre el presidente de Sueca-Literato Azorín, Bernardo Morosoli, y su artista, Pedro Santaeulalia. Armiñana sabe que para optar al primer premio necesita un artista muy competitivo y hay pocas opciones: Julio Monterrubio, con quien tiene una excelente relación, está comprometido con el Pilar y Latorre y Sanz con Na Jordana y Paco López Albert es fiel a Convento Jerusalén. Hace una oferta irrechazable y Santaeulalia cambia de comisión en lo que se vino a llamar «el traspaso del año».

A partir de ahí, los acontecimientos se precipitan. «Qui espera... desespera» se alza con el primer premio en el estreno en la categoría.

Los primeros premios se suceden por el método del aplastamiento. Armiñana dota a Pedro Santaeulalia con mucho más dinero que el segundo mejor y el artista hace más que suficiente como para que los premios no tengan contestación. Así, una a una, van cayendo «Ser o no ser» (2005), «Tot a cent» (2006) y el «Albufera's Cup» (2007) que es, seguramente, la culminación de la historia del monumento fallero en lo que se refiere a colosalismo. Seiscientos mil euros de falla que asombran al mundo entero. Además del dominio abrumador en la calle, también lo es socialmente. En 2005 ha dado el golpe nombrando fallera mayor a Irene Villa.

Al año siguiente, Nou Campanar y Pedro Santaeulalia sufren el primer contratiempo. Tienen que abandonar el solar en el que han plantado desde la primera falla de Especial y se mudan unos pocos cientos de metros. La falla sufre un accidente y se caen algunos elementos de los sus múltiples contrarremates. A pesar de ello, vuelve a ganar sin demasiados problemas. Con 900.000 euros declarados, no es la falla más brillante, pero tiene más que suficiente como para ganar. Para entonces, el desgaste ya se nota y artista y presidente toman una decisión: Pedro Santaeulalia no plantará en 2009, pero preparará un proyecto para 2010. En su lugar plantará Julio Monterrubio, quien se ha encumbrado haciendo las fallas infantiles.

Pero en abril de 2008 se produce la primera gran crisis. Juan Armiñana presenta la dimisión como presidente. Se entremezcla la existencia de divisiones internas y la llegada de lleno de la crisis del sector inmobiliario. Monterrubio, que ha empezado a construir la falla antes incluso de que se quemen las anteriores, se verá incluso obligado a liquidar el taller ante la falta de pago. En las naves quedan cientos de kilos de material artístico acabado o en proceso. Es nombrado presidente Julio Torras, quien venía ejerciendo de gerente de Armiñana en la falla. Sin embargo, alejado de la primera línea y con Torras cubriendo las espaldas, se vuelve a una cierta normalidad. A Monterrubio se le vuelve a pagar y reabre el taller en el mes de junio.

Estos acontecimientos, unido al establecimiento de una rutina en los premios empieza a encarecer los éxitos de Nou Campanar. Da la sensación de que se espera el más mínimo fallo para arrebatarle el primer premio. Y en las fallas de 2009 está a punto de suceder. La falla de Julio Monterrubio, fiel a su estética evolutiva, es mucho menos aparente que la monumentalidad de Pedro Santaeulalia y José Lafarga le pelea el primer premio en la plaza del Pilar. En un veredicto con mucha presión, Nou Campanar logra su sexta victoria consecutiva.

Una vez quemadas las fallas de 2009 se produce un nuevo baile de artistas. Pedro Santaeulalia no vuelve a Nou Campanar y ya no lo hará. En su lugar, al que se ficha es a Pere Baenas. Armiñana abandona su discreto y temporal segundo plano y regresa a la presidencia como si nada hubiese pasado. La falla es tan grande que la maqueta es literalmente horizontal. Pero a Nou Campanar le han tomado la matrícula hace tiempo. El monumento es enorme, brutal, pero no enamora al estar compuesto por mucha materia muerta. El 16 de marzo de 2010 se produce la gran sorpresa: gana Convento Jerusalén con la que va a ser última falla de Paco López Albert. Jesús Barrachina concluye su particular calvario de segundos premios. «Antes no veíamos el final del túnel, pero hemos demostrado que no son imbatibles y se abre la veda». En la comisión, sin embargo, ni se lo creen. El razonamiento es concluyente: nadie cree que la falla de Convento, plantada en Nou Campanar, hubiese ganado. El poderío del volumen queda finiquitado.

Baenas tardará cuatro años en lograr la victoria en la máxima categoría y aún entonces seguía sin entenderlo. «Cuando no gané en Nou Campanar sufrí un bajón anímico muy grande». Su proporción aún es mayor: «me ganó una falla cuatro veces más pequeña».

La crisis económica ha afectado al imperio Armiñana y las disponibilidades económicas empiezan a igualar las posibilidades. Hay competición. Nou Campanar ha estrenado a Miguel Santaeulalia «junior» y estrena también demarcación, en cruce de calles. Acaban en tercera posición. Nou Campanar ha ingresado en el terreno de los mortales.

Parece que la única forma de ganar ha de ser por aplastamiento. Y Armiñana vuelve a jugar esa baza. Cuatrocientos mil euros convierten a «Con lo que hemos sido», un titulo que ni pintado a cómo han ido discurriendo las cosas en la máxima categoría de las fallas. El caso que este trabajo, nuevamente con las manos de Miguel Santaeulalia Serrán, gana con enorme facilidad.

Las fallas de 2013 serán el último gran año de Nou Campanar. El protagonista es Julio Monterrubio, al que se encomienda falla infantil y falla grande. Y el doblete está a punto de culminarse. Gana, una vez más, la falla infantil, pero el «Castillo de Naipes» se queda con el segundo premio. Influye en el sentimiento general el exceso de hierro con el que sustentar una composición «imposible». Pedro Santaeulalia vuelve a atormentarles desde Convento.

Nou Campanar empieza a entrar en vía muerta. Se han acabado los grandes dispendios. Para 2014 empieza a usarse el antibiótico de la «falla experimental». Las meninas de Manolo García son, sin embargo, castigadas con el «no premio».

El 19 de marzo de ese año, Juan Armiñana confiesa en declaraciones a Levante-EMV que abandona Nou Campanar. Procede a iniciar su proceso de «desconexión», deja en la presidencia a uno de sus hombres de confianza, Antonio Platero, y arregla la sucesión artística. La falla ha ido perdiendo falleros y en noviembre de enfrenta a una denuncia por impago del último plazo de Manolo García, que se resuelve, misteriosamente, en un visto y no visto. Quien pagó se presume. La apuesta para 2015 es un giro aún mayor hacia el modelo experimental. David Moreno y Miguel Arráiz plantan un monumento que entusiasma a la progresía fallera. Es verdad que el monumento consigue una visibilidad excepcional, pero no sólo se queda sin premio (gana el de fallas experimentales), sino que se cae el día 19 y siembra dudas sobre la relación coste-precio, declarado éste en 90.000 euros, lo que da derecho a 22.500 de subvención municipal.

La entrada en crisis aguda se veía venir desde los albores del ejercicio. Pasaron las semanas y no había confirmación de artista. A la vez, otro grupo importante de falleros se daba de baja, disconformes con la línea que se había adoptado de «huida hacia adelante». El anuncio de la renuncia a la máxima categoría y su enorme crisis de efectivos comprometen seriamente el futuro.

¿Por donde puede pasar este? Las alternativas son varias. Está la de disolver la comisión. Pero esto significaría que cualquier grupo de falleros „por ejemplo, una escisión de otra falla„ podría retomar al año siguiente y adueñarse de una marca, Nou Campanar, que vale mucho.

Otra alternativa es pasar una travesía en el desierto. Cualquier comisión es viable en cualquier lugar de la ciudad. Bajar de categoría y empezar «desde abajo» sólo tiene una premura: pueden permitirse dos años para no perder el puesto en la Federación de Sección Especial. Este colectivo, sin embargo, ha perdido ahora mismo importancia en lo que supone inyección económica. Es mucho más el sentido de formar parte del grupo de élite que los beneficios en dinero que reporta.

La tercera vía es la del regreso de Juan Armiñana. Desde que se marchó se sabía que nunca estaría lejos. Y nunca lo ha estado. Hablar con él ahora es remitirse a un mismo mensaje: «yo no soy fallero y yo no tengo ahora ninguna relación». Lacónico. Pero Armiñana siempre está ahí. La contratación de Moreno y Arráiz lo fue con su bendición. Y ya este año tanteó a Julio Monterrubio para reiniciar el proyecto. Armiñana no puede estar toda la vida fuera de las fallas, aunque la colección de éxitos, de los que él ha sido el artífice en su gran parte, con defectos y virtudes inherentes, le ha dado ya un lugar en la historia difícil de repetir. El problema del regreso de Armiñana sería la reconstrucción: repetir el proyecto cayendo en los mismos defectos y teniendo las mismas virtudes del que alboreó el siglo.

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