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Viaje a la cocina de tu examen de inglés

Los responsables de la Universidad de Cambridge revelan los secretos para preparar, corregir y cazar a quién copia en sus universales exámenes de idiomas mediante fórmulas matemáticas

Viaje a la cocina de tu examen de inglés

Hay tres Cambridges en uno. Está la recoleta y vetusta ciudad de 110.000 habitantes perdida en la campiña inglesa, que salva el río Cam por bellos puentes (bridges, y de la fusión sale el topónimo) y cuya burbuja inmobiliaria ha disparado el precio de una casa normal al millón de libras. Muchos profesores de la Universidad de Cambridge „aunque suene a palabra mayor, los docentes rasos cobran sólo siete libras la hora por impartir unas clases que no suelen superar los dos o tres alumnos„ ni siquiera pueden permitirse vivir en esta meca de la sabiduría con 3,5 millones de turistas al año. Se han de alojar en poblaciones dormitorio.

Después emerge la ciudad orgullosa de su universidad, fundada en 1209 por estudiantes que escaparon de Oxford tras una reyerta con las autoridades y que atesora 91 Premios Nobel repartidos por sus 31 colleges. Ese otro Cambridge, de birrete y toga y con cada vez más chinos por sus calles, va deshojando su currículum en la esquina menos pensada: allí estudió Charles Darwin, aquí se descubrió el electrón, en aquel despacho se inventó el nombre artificial de Pakistán (la P de los penjabs, la A de los ajghanes, la K de Kashmir, la I de Islam, la S de los Sinds, y la sílaba final inspirada en Beluchistán), en ese college se unieron Los cinco de Cambridge „el mítico grupo británico de espías reclutados como topos soviéticos durante la Guerra Fría„, y en aquel despacho se descubrió la doble hélice del ADN y sus padres científicos corrieron a celebrarlo con unas pintas al pub The Eagle, donde la mesa de aquella celebración siempre está ocupada por mitómanos o turistas atraídos por la placa.

Todo rezuma Historia en esta ciudad con callejuelas de piedra, humedad incrustada en los ladrillos, césped como alfombras y silencios con aroma a neurona, libro y probeta. ¡Y a matrículas que rebasan los 12.000 euros! Pero hay un tercer Cambridge con el que sueñan millones de personas en todo el mundo: el de los certificados de inglés que abren puertas laborales y hasta migratorias. El Preliminary, el First, el Advanced, el Proficiency. B1, B2, C1, C2? Ese Cambridge está representado por un departamento universitario que es el mayor organismo evaluador de inglés del mundo. Realiza 5 millones de exámenes al año en más de 130 países, en torno al medio millón en España y Portugal. Ese Cambridge, para el que decenas de miles de valencianos estudian cada año, huele a papel y cartón, suena a carretilla elevadora y rotativa, tiene aspecto de macroalmacén donde se apilan 5.500 palés de exámenes en blanco o escritos, y una palabra lo atraviesa de principio a fin: Confidential.

La obsesión por la seguridad es aquí omnipresente. Casi enfermiza. Dice Ardeshir Geranpayeh, responsable del Servicio de Datos y Psicométrica, que es la piedra de toque para mantener este gigantesco edificio que empezó en 1913 con un primer examen de conocimientos de inglés que duró doce horas y en el que suspendieron los tres aspirantes en liza. Sentado en esta oficina de moqueta y gente británicamente aplicada, Geranpayeh desgrana los estrictos protocolos de seguridad que rodean la prueba. Primero se limita el acceso de las personas a los lugares en los que se preparan los exámenes para evitar filtraciones; cuando los exámenes llegan a destino, se escruta al detalle dónde se guardan, cuándo y bajo qué condiciones se abren, la distancia entre alumnos, y cómo retornan desde cada país las pruebas escritas. «Y aun así, cuando llegan los exámenes a Cambridge damos por hecho que todo el mundo ha hecho trampas y aplicamos un análisis estadístico a cada examen para averiguar si un alumno ha copiado. Tenemos muchas fórmulas matemáticas „como observar la coincidencia de errores en dos exámenes próximos entre sí„ para detectar si alguien ha copiado aunque no lo hayamos advertido en la propia aula», advierte.

400.000 preguntas en el bombo

La logística impresiona. Nigel Pike, con las zapatillas de correr bajo su mesa de director de Evaluación en el Cambridge English Language Assessment, explica que su base de datos más grande tiene ahora 400.000 preguntas para incluir en los próximos exámenes. Las elabora el personal propio y colaboradores externos como directores de colegio, profesores especializados o autores de libros de texto. Es material top secret, claro. Para cada pregunta se realiza un análisis estadístico: todas las cuestiones se prueban primero a nivel interno. Los listening los graban actores profesionales nativos.

Nick Saville, responsable del Departamento de Investigación, está obsesionado con la calidad de las pruebas. La clave, dice, está en que «cada pregunta guarde relación con el nivel correspondiente. Que una pregunta de B1 sea exactamente de B1. Que no se base en la subjetividad de los examinadores. Y que esa escala se mantenga en el tiempo de manera rígida. Sólo así será consistente a lo largo del tiempo. ¡Por eso Cambridge es el Rolls Royce de los exámenes de inglés! Porque todo el proceso cumple parámetros de alta calidad», presume.

El almacén es el corazón del tercer Cambridge. Se atraviesan dos puertas dobles, un torno, otra puerta giratoria que exige tarjeta y, detrás de una valla, emerge el tesoro: montañas de certificados de Cambridge (papel de seguridad con sistema holográfico enviado desde Francia) listos para imprimir el nombre del merecedor de un título. Se custodian dentro de un espacio vallado y con candado marca Squire. Las cámaras de vigilancia apuntan ahí las 24 horas. ¿Nos da uno? «No, of course not!», responde Iain Hamilton con sus banderitas inglesas en la corbata.

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