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Patrimonio

Las 15.000 joyas de San Carlos

El último inventario de la Real Academia de Bellas Artes, una reivindicación histórica de la centenaria institución, constata la propiedad de 14.868 piezas, con obras estrella como el «Autorretrato» de Velázquez, cuatro óleos de Goya o el «San Sebastián» de Ribera

Las 15.000 joyas de San Carlos

El Autorretrato de Diego Velázquez, el único reconocido internacionalmente a día de hoy „a excepción, claro, del cameo cargado de sentido que el pintor quiso hacer en Las Meninas„, es la pieza estrella de la Real Academia de Bellas Artes de San Carlos de Valencia, si se toma como vara de medir la cantidad de solicitudes de préstamo que recibe.

Si la institución las aceptara todas, posiblemente la mirada seria, con un poso de tristeza y ligeramente de reojo del autor sevillano nunca colgaría de las paredes del Museo de Bellas Artes San Pío V, donde se conserva la práctica totalidad de los bienes de la Academia.

Es lo que sucede desde hace varios meses. No busquen al ilustre Velázquez. En 2014, el autorretrato salió de viaje para una exposición monográfica que pasó primero por Viena y luego por el Grand Palais de París y ahora está en Valladolid, en el Museo Nacional de Escultura. Forma parte de la muestra Tiempos de melancolía. Creación y desengaño en la España del Siglo de Oro, que el 10 de noviembre recalará en el San Pío.

El pequeño óleo (45 x 38 centímetros) no continuará, sin embargo, en el destino siguiente de la exhibición (el CaixaFórum de Palma de Mallorca), porque la Academia ha decidido que ya ha viajado bastante por ahora, explica su presidente, Manuel Muñoz Ibáñez. También Sevilla ha recibido el no de la entidad. Conviene que descanse un tiempo en casa.

El Autorretrato, que procede de las colecciones pontificias del Vaticano (de donde fue sacado por tropas de Napoleón) e ingresó en la institución valenciana gracias a la donación realizada en 1835 por Francisco Martínez Blanch (un excónsul en Niza), es la obra más conocida quizá de un fondo que aglutina 14.868 piezas.

Reivindicación antigua

Es lo que dice el último inventario con el que cuenta la entidad, que lo llevaba reclamando a las administraciones y a los últimos directores del Museo San Pío V y que por fin lo recibió hace pocos meses. Gentileza de la anterior secretaria autonómica de Cultura, Julia Climent.

Si el viejo centro de artes, que antes estuvo en el convento del Carmen y se ubica desde después de la Guerra Civil en el antiguo colegio de San Pío V, puede presumir de ser la segunda pinacoteca de España es en buena medida por los fondos de la Academia de San Carlos, a la que está vinculado desde sus orígenes.

Esta tiene setenta años más de historia que el museo. Y más aún si se considera el precedente de la Academia de Santa Bárbara, creada en 1753 en Valencia por los hermanos Vergara y que se extinguió en 1761 al quedarse sin apoyo económico de la monarquía.

Su inmediata continuación fue la de San Carlos, creada formalmente el 14 de febrero de 1768, tras la aprobación del rey ilustrado Carlos III.

El núcleo de obras que fueron donando a la entidad maestros y alumnos fue el primer fondo y el embrión del Museo de Bellas Artes de Valencia, fundado en 1837, después de las primeras desamortizaciones de bienes de la Iglesia, ya que convenía buscar acomodo a parte de las obras de arte incautadas a los conventos.

Museo y Academia no se desligarían estatutariamente hasta 1913, aunque la vida de ambos continuó siendo paralela. Son algo más que vecinos. Por ejemplo, los de San Carlos no pueden ceder una obra sin informar y coordinarse con la pinacoteca y su patronato „sí, ese que no se reúne en pleno desde hace diez años„. Y lo mismo, a la inversa.

El tesoro acumulado desde 1768 es el resultado de más de mil donaciones, cada una con su acta formal. Todas están guardadas en un armario blindado y existen copias informatizadas. Por volumen y por la calidad de las obras, quizá la más notable es la del matrimonio Goerlich-Miquel.

Voluntad de trascender

¿Por qué tantas obras de arte, incluyendo joyas firmadas por Goya, Pinturicchio, Joan de Joanes, Sorolla o Ribera? El presidente de la institución teoriza sobre la voluntad de los donantes, en especial en el caso de los retratos, de «trascender». La Academia representaba la perdurabilidad de su nombre e imagen. Si las piezas pasaban a herederos, antes o después hubieran sido vendidas y su disfrute se hubiera limitado a los dueños.

La Virgen de las Fiebres de Bernardino di Benedetto di Biagio, Il Pinturicchio, es otra de las referencias ineludibles en cualquier síntesis sobre el Museo de Bellas Artes. También es propiedad de la Academia. Tiene un valor histórico añadido: certifica los vínculos que existían entre Valencia y Roma gracias a la familia Borja.

Fue Francisco de Borja „retratado de perfil en la tabla„, uno de los hombres fuertes en la corte papal de Alejandro VI, quien encargó la pintura para la capilla dedicada a la Virgen de las Fiebres en la colegiata de Xàtiva. El académico Francisco Llácer donó la pieza alrededor de 1818.

De las seis pinturas de Goya que se conservan en la pinacoteca, cuatro son de los de San Carlos. Entre ellas, el retrato de doña Joaquina Candado, cuyo origen se relaciona con la visita del pintor a Valencia por salud en 1790 y que fue donado por la retratada en su testamento (1819). O el del grabador Rafael Esteve, de 1815, que un sobrino cedió a la entidad hacia 1847 y que ahora ha sido prestado a la National Gallery de Londres para una exposición sobre el genio

¿Qué valor económico puede tener un tesoro así? La Academia lo desconoce, porque nunca ha encargado una tasación. ¿Qué pueden valer los cuatro Goya, o el Ribera, que podría estar en el Met de Nueva York?, pregunta retóricamente Muñoz.

El Ribera no es cualquier cosa (el museo posee dos retratos más de la serie de filósofos). Es un San Sebastián de dos metros de altura objeto de numerosas réplicas. Formó parte del legado de la marquesa viuda de Ráfol (1848).

El repaso a las pinturas imprescindibles de la entidad podría continuar, pero no toda la gloria está en los óleos. La entidad posee una de las mejores colecciones de grabados de Piranesi (siglo XVIII) de Europa. Comprada por un académico en la misma centuria de su creación y compuesta por 680 aguafuertes, solo falta una docena para estar completa. Tiene la ventaja a la hora de exponer de que no está encuadernada y, por eso, suele ser objeto de solicitud de préstamos.

La institución, que se acerca a los 230 años de vida, cuenta además con 1.575 libros históricos y otros 6.000 en la biblioteca contemporánea. Ahora que ya tiene un inventario actualizado, confía en convertirlo en un auténtico catálogo, con información crítica de cada pieza y de las exposiciones y ediciones que ha tenido. Una pregunta para acabar: ¿qué patrimonio artístico tendría Valencia sin una institución como esta, hija de la Ilustración?

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