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Con los pies en el suelo

Geometría al servicio del pavimento

Los suelos de calles y edificios históricos encierran sorprendentes mosaicos hoy olvidados pese a una función estética que va más allá del simple recubrimiento

Geometría al servicio del pavimento

Paseando. Caminar es una de las funciones básicas que hacemos en la ciudad. Y no es solo un medio de transporte, por cierto el más utilizado, sino una manera de relacionarse con el espacio. Pasear es algo más, es caminar pero de otra manera, es perderse en la ciudad, recorrerla, deambular, andar «sin rumbo fijo». El paseo tiene así dos significados, el hecho de caminar sin urgencias, y el lugar por el que paseamos.

Paseamos por Valencia, una ciudad con una morfología casi plana, fácil de recorrer, un clima permisivo, con itinerarios relevantes, representativos (las grandes vías, la circunvalación, los Jardines del Turia) pero con otros menores, ocultos, casi secretos. Esa combinación da una calidad añadida a lo que llamamos tejido urbano. Valencia es una ciudad que guarda en sus entretelas muchos secretos, muchas historias, mucha magia, y es un caldo de cultivo prometedor para dejarse llevar, caminar y pasear.

Y pasearemos con los pies en el suelo, recorriendo pavimentos de todo tipo. Esa mirada hacia el plano horizontal es la que queremos reivindicar en esta pequeña aportación. Mirar al suelo. Ya sabemos, está mejor visto mirar las estrellas, el cielo, los remates de los edificios, las veletas. Pasear mirando el cielo, casi sinónimo de estar en las nubes, nos distancia del plano y nos lleva a un espacio más etéreo que resulta atrayente porque puede ser lo que imaginemos que es. Es un gesto más humilde mirar hacia abajo, pero precisamente por lo que tiene de mundano y real nos permite reconocer la piel de nuestras pisadas, de nuestras huellas, creemos que nos ayuda también a entender dónde vivimos, hacia dónde vamos, cómo nos movemos. Consiste en cambiar el ángulo habitual de observación, para descubrir una parte de la ciudad que aunque a la vista, no solemos contemplar.

Proponemos la observación desde el paseo, desde el recorrido por la ciudad (un laboratorio fantástico) y mirando desde dos puntos de vista diferentes, las matemáticas y el urbanismo. Esta simbiosis hace más completa la comprensión del crisol urbano. Buscamos que se entienda un poco mejor, la ciudad, la arquitectura, y los espacios que habitamos (especialmente el espacio público) desde una perspectiva plural. Combinamos matemáticas y urbanismo buscando lugares singulares, comunes, vinculados, que se apoyan en ellas y explican desde el detalle, la realidad urbana. Así, acariciamos la historia de la ciudad al mismo tiempo que aparecen las explicaciones.

En este paseo virtual imaginamos que nos movemos e invitamos a recorrer diferentes escenarios urbanos, conocidos, muchas veces vistos, pero ahora percibidos de otra manera. No se trata de explicar otra vez arquitecturas conocidas, ni volver sobre cuestiones que reflejan las guías y los manuales de historia. Proponemos el descubrimiento del detalle, de lo desconocido, de lo que ha podido pasar desapercibido para la mayoría de ciudadanos y ciudadanas.

Existen diferentes recorridos, distintas opciones en nuestra ciudad, pero ahora nos referiremos a tres puntos clave: el Mercado Central, la Lonja de la Seda y la plaza del Doctor Collado. Nos vamos a detener en estos tres hitos, describiendo lo que se descubre en cada uno de ellos, desde esa mezcla de puntos de vista que nos interesa.

Un centro maltratado

Mucho se está hablando ahora de este entorno tan singular, un ámbito en el que la densidad de arquitectura y espacio público es muy destacada, una especie de epicentro histórico de la ciudad de Valencia. La Lonja de la Seda, construida en 1482, una pieza muy relevante del gótico civil europeo, y declarada Patrimonio de la Humanidad en 1996, y el Mercado Central, un ejemplo extraordinario del modernismo construido en 1928 y declarado Bien de Interés Cultural en 2007. Aunque no nos detendremos en ella, no podemos olvidar que junto al Mercado Central y la Lonja se encuentra Los Santos Juanes, una joya del gótico de la ciudad, construida en 1240 y declarada Monumento Histórico Artístico nacional en 1947, que enriquece todavía más el entorno.

A partir de este conjunto neurálgico, bastante maltratado durante años y nunca puesto en valor, tratamos de hacer una lectura urbana diferente, complementaria de los diferentes estudios que existen, para dar a conocer aspectos no evidentes. Al mismo tiempo nos sumamos a la reivindicación que supone recuperar ese entorno, rehabilitarlo, ponerlo en el pódium que merece al servicio de la colectividad.

Ya no solo con los pies en el suelo, sino también con la mirada, comenzamos nuestro recorrido virtual. Arrancamos desde la calle para darnos cuenta que el suelo que pisamos es un lienzo, con restricciones, pero abierto a la creatividad. Es un plano que se cubre con piezas que llamamos teselas o baldosas y con dos reglas sencillas: 1) no se puede dejar hueco alguno entre las piezas; y 2) no se puede superponerlas. Esta acción se llama teselar y es un juego que la geometría resuelve dando un amplio abanico de posibilidades o mosaicos, como se llaman en matemáticas.

Si buscamos una solución sencilla en la que con una misma pieza, con forma de polígono regular, podamos teselar el pavimento, entonces solo hay tres tipos de estos polígonos que nos permiten hacerlo: el triángulo equilátero, el cuadrado y el hexágono. Así obtenemos los que se llaman mosaicos regulares. Las calles suelen pavimentarse con este tipo de mosaicos; más sencillos, más industrializados, y más fáciles de colocar. Y de ellos, el cuadrado es el más común porque la ortogonalidad favorece la superposición de elementos, minimizando juntas y encuentros difíciles con bordillos o trapas de instalaciones.

También hay mosaicos semirregulares que son aquellos que están compuestos por más de un polígono regular en los que el conjunto se forma por la repetición de una misma combinación de los mismos. El tercer gran grupo es el de los mosaicos irregulares formados por tantos polígonos regulares e irregulares como requiera el proyectista, sin más límite que la imaginación y las dos condiciones geométricas descritas, sin huecos y sin superposiciones. Un juego que ha dado lugar a muchos rompecabezas.

En Valencia existen en la pavimentación de calles, mosaicos regulares, semirregulares e irregulares, que proponen soluciones muy variadas imaginadas por la creatividad de sus autores. Además de estos mosaicos, algunos se arriesgan a desdibujar los polígonos e introducir otro tipo de piezas que junto a combinaciones de colores dibujos en las piezas o giros y simetrías de las mismas, aportan más ingredientes para el ingenio y la originalidad. La elección de uno u otro tipo de mosaico depende de factores funcionales, económicos, estéticos,? pero, para cumplir las dos reglas, siempre han de existir relaciones geométricas entre los lados de las piezas.

Pavimentar no es solo cubrir el plano, puede ser mucho más. Los pavimentos pueden utilizarse a modo de rompecabezas, lienzo o espacio para juegos dibujados. El juego en el espacio público es una actividad fundamental, y el pavimento es su soporte. Basta un trozo de yeso para que el pavimento más aburrido se convierta en una aventura inesperada. El Sambori, por ejemplo es un juego típico basado precisamente en el tratamiento del pavimento. Y sin necesidad de transformarlo, únicamente tratando de no pisar líneas o piezas de diferente color, a modo de Jack Nicholson en Mejor Imposible, jugamos a no perder el equilibrio.

La importancia de los mosaicos en los pavimentos, es muy significativa porque suponen la epidermis del espacio público y tienen una función que va más allá del simple recubrimiento del suelo para su uso y disfrute. Los pavimentos, el mobiliario, las esculturas, la vegetación, son piezas determinantes de la calidad del espacio público al servicio de la ciudadanía. Así pues, empieza el paseo, combinando geometría y funcionalidad, y prestando atención al detalle para comprender mejor la ciudad. Atrévanse con el mundo de los mosaicos.

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