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80 aniversario de la capitalidad

El legado de la Valencia republicana

Historiadores de la Universitat de València diseñan una ruta que recorre puntos clave del «cap i casal» capital republicana entre 1936/37

El legado de la Valencia republicana

«Todo el mundo sabe que las Torres de Serranos eran la puerta de entrada a Valencia desde finales de la Edad Media, ¿pero quién sabe que gracias a ellas se protegió una buena parte del Tesoro Nacional durante la Guerra Civil?». La constatación de que son muy pocas las personas que, efectivamente, conocen la importancia de la ciudad de Valencia durante la Guerra Civil es lo que llevó a Antonio Morant y Jorge Ramos, profesores de la Universitat de València, a diseñar una ruta que explicase el legado de aquella Valencia efervescente que durante casi un año (entre 1936 y 1937) fue capital de la II República; un capítulo tan desconocido como decisivo en el devenir del «cap i casal».

Fue en noviembre de 1936 cuando el gobierno democrático de la II República Española inició su traslado a Valencia por culpa del acoso del ejército nacional a Madrid, lo que transformó por completo la vida social, cultural e intelectual de la ciudad. Ministerios, instituciones de gobierno, intelectuales y patrimonio artístico hicieron de Valencia su hogar e imprimieron en ella una huella que ha quedado tremendamente difuminada en las últimas décadas. «La Administración no ha querido interesadamente que nada de esto se conozca», denuncia Toni Morant.

Durante aquel periodo se produjo una enorme efervescencia cultural. Así, se construyeron el Ateneo Mercantil y el Teatro Rialto y hubo en la ciudad una decena de ateneos distintos. Surgieron numerosos proyectos educativos innovadores, como la escuela de artesanos y el instituto obrero. Pero la cita cultural más importante se registró en julio de 1937, en el mismo Ayuntamiento de Valencia, que se convirtió en sede del Congreso Mundial de Intelectuales en Defensa de la Cultura que presidió el doctor Negrín, el último jefe de Gobierno de la II República, y al que asistieron figuras fundamentales de la historia de la literatura como Antonio Machado o Pablo Neruda, que durante un tiempo se refugiaron aquí.

«No queremos dar una visión idílica de la ciudad, está claro que hubo muchos problemas en la Valencia republicana porque una democracia en tiempos de guerra es difícil de gestionar», justifica el profesor Morant. Con esta reivindicación de la capitalidad republicana no quieren dar ninguna visión bucólica de aquel tiempo, sino más bien despertar inquietudes: «Queremos acercar la tradición democrática de nuestra ciudad a todos los valencianos. Que conozcan la historia y luego ya que cada uno decida qué creer o pensar», explica Morant. Para ello, esta ruta de hora y media prevista por el casco histórico de Valencia aspira a ser una herramienta fundamental.

Un paseo por la historia

El itinerario parte de la Plaça dels Furs, detrás de las Torres de Serranos. Fue allí donde entre el 6 y el 7 de noviembre de 1936 se trasladó el tesoro artístico nacional, que incluía obras tan importantes como Las Meninas. «En las Torres de Serranos y en la Iglesia del Patriarca se resguardaron algunas de las obras más importantes del patrimonio español», cuenta Jorge Ramos. Por fortuna, aunque en 442 ocasiones la ciudad de Valencia fue bombardeada, en ninguna de ellas las bombas cayeron sobre las torres, por lo que las obras pudieron salvarse.

El recorrido continúa por la calle Serranos, donde se ubica uno de los pocos refugios que no fueron destruidos tras la llegada de Franco al poder. Siguiente parada: la calle Caballero, que en aquella época se llamaba calle Metalurgia. «El gobierno republicano cambió de nombre numerosas calles para que estuviesen en consonancia con el clima social. La calle Colón, por ejemplo, se llamaba Pasionaria», explica el historiador Ramos. Aunque no quede rastro de ello, en Caballeros se instalaron tres ministerios de enorme relevancia: Justicia, Industria y Agricultura. El Teatro Talía, ubicado en la misma calle, fue sede de importantísimos congresos y reuniones.

La Plaza de la Reina „ entonces de la Regió Valenciana„ también juega un papel importante en la ruta, ya que en la parte más alta del Micalet había por entonces una alarma antiaérea que avisaba de posibles bombardeos. Allí también se alojaba la oficina de prensa extranjera.

Calle la Paz, el centro neurálgico La ruta continúa por las calles del Mar y la Paz, en aquel entonces «núcleo de la vida política y cultural», según Ramos. En la calle del Mar se encontraba la sede de la Universidad Popular, que tenía más de mil alumnos en aquel otoño del 36. En la calle la Paz se encontraba el Ideal Room, el café más famoso de la ciudad y «en el que se reunían espías, periodistas y traficantes». En la misma calle, en lo que hoy es un hotel, se encontraba la Casa de la Cultura, que fue la sede de muchas organizaciones sindicales, entre ellas Mujeres Libres, «la primera organización íntegramente feminista que hubo en España», relata Ramos. Allí se acogió a los intelectuales más importantes que llegaban desde Madrid con nombres como Pablo Neruda. Precisamente en el Hotel Vinci, antigua Casa de la Cultura, es donde se conserva la única placa conmemorativa referida a este periodo.

La ruta continúa por el Centro Cultural Bancaja, que fue por aquel entonces el Ministerio de Propaganda. La Nau, el emblemático edificio de la Universitat València, también albergó un ministerio: el de Instrucción Pública y Bellas Artes. Es allí donde la Universitat colocará el próximo año una placa conmemorativa que explique su relevancia histórica. «Nos gustaría que esto fuese así en todos los edificios que fueron importantes durante la II República para que su memoria no se pierda», explica Morant. Ya han trasladado la propuesta al consistorio pero todavía no ha habido un pronunciamiento firme al respecto. La Universitat solo puede hacerlo en aquellos edificios que son de su propiedad, por lo que animan al consistorio y a las entidades privadas a que hagan lo mismo.

El itinerario se retoma después en la plaza del Patriarca, donde hubo un refugio a cielo abierto que fue destruido. Y pasando por el ayuntamiento, la ruta finalmente culmina en el instituto Luis Vives, en cuyo interior hay un refugio que el propio centro educativo ha restaurado con sus fondos. «Nuestro objetivo es que el consistorio y empresas privadas hagan suya esta ruta e incluso que se modifique y vaya a más. Lo importante es que nuestra historia se conozca», afirman los historiadores.

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