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Geometría singular

Mil y un mosaicos en el suelo de la Lonja

El edificio dedicado al negocio de la seda ofrece en su pavimento una geometría exquisita con un amplio repertorio de hexágonos, rombos y estrellas de seis puntas

Mil y un mosaicos en el suelo de la Lonja

La Lonja de la Seda (Figura 13) es un icono de la ciudad. Imposible no visitarlo. Su arquitectura y curiosidades hacen que sea un lugar imprescindible y básico para quien quiera descubrir la historia de la ciudad. Precisamente su relevancia hace que existan multitud de referencias y bibliografía sobre ella que no es nuestro objetivo repetir.

La Lonja nació vinculada a la prosperidad de la ciudad, al progreso, al comercio. Pero no es un mercado. Es un lugar de intercambio, de negocios, de transacciones, pero no es un mercado, en realidad podríamos decir que es la antesala de los bancos públicos. Vinculado al negocio de la seda, el edificio se construyó entre 1482 y 1548. Lo iniciaron Pere Compte y Juan Ibarra, y son Joan Corbera y Domingo Urtiaga los encargados de seguir y terminar su construcción.

Hacemos hincapié en diferenciarla del mercado porque ese carácter de quietud, de refinamiento, de reflexión, le da un sentido más pausado. Entrar en el edificio impone respeto, silencio, atención, a diferencia de la algarabía que supone el mercado. La piedra frente al acero, la vidriera frente a la cristalera, los muros frente a las perforaciones, cambia la arquitectura porque cambian los tiempos y las funciones.

El valor del suelo

Dentro del edificio volvemos a encontrar muchas referencias a una geometría singular. Aparecen composiciones de todo tipo que buscan relaciones intencionadas, alineaciones, mezcla de referencias entre ventanas y columnas, entre bóvedas y pavimentos. Todo es una especie de macro mosaico sujeto a unas leyes invisibles. Y ahí vuelve a aparecer el valor del suelo, y los mosaicos.

Empezamos en el Pabellón del Consulado del Mar con un pavimento sencillo, con forma de damero, un mosaico regular de baldosas cuadradas que simplemente alternan el color, nada más (figura 14). Es el mosaico más elemental. Pero, en cuanto nos adentramos en el edifico parece que los mosaicos florecen y se retuercen aumentando su complejidad. No solo en los pavimentos, todos ellos pétreos, sino también en la carpintería. En las puertas del propio Pabellón del Consulado del Mar que conducen al patio y a la capilla, se encuentran sendas composiciones irregulares (figura 14) formadas por tres figuras diferentes, hexágonos, rombos y estrellas de seis puntas, con una geometría exquisita, y completando la totalidad de la superficie tratada, como mandan los cánones.

Un juego sugerente

Pero también los pavimentos se complican si continuamos el paseo. En la capilla de la planta baja del Torreón, el pavimento esta vez se forma con piezas de mármol negras, blancas, y de color ocre (figura 15). Todas las baldosas son iguales, rombos, sin embargo, los giros y los cambios de color de las piezas, las convierten en todo un juego sugerente de formas diferentes que nos atrapan; y todo a partir de un simple rombo. Son estrellas, son hexágonos y son rombos, todo a la vez, y todos con los lados iguales. Pero ahora la magia nos lleva más lejos, e inesperadamente aparece una tercera dimensión, un truco óptico que parece representar cubos que emergen de un suelo que sabemos plano pero que percibimos de otra manera.

En la planta superior nos espera otra novedad. El mismo pavimento, las mismas piezas, los mismos tamaños, pero ahora el autor quiere seguir jugando con nosotros, y cambia el orden (figura 16). Las leyes para situar los rombos son diferentes. Sigue sin haber ninguna pieza contigua del mismo color, solo se tocan por los vértices, pero ahora aparecen alineaciones que resaltan todavía más el efecto volumen. Y la sala cambia, no solo por las paredes o las ventanas, cambia porque el pavimento ha emergido con toda su fuerza. Es el reino de las matemáticas aplicadas al suelo que pisamos. Simetrías, giros, cambios sencillos, y un resultado espectacular. Parece que debamos caminar de puntillas para no despertar al dios de los mosaicos.

Juego de itinerarios

Así, parece que el poder esté en el pavimento, que nos sugiere un juego, un itinerario, o nos condiciona dónde poner un mueble o, incluso, por dónde caminar. Es un poder invisible que completa la configuración de los espacios.

El tratamiento de un pavimento, no es algo anecdótico, sino un acto voluntario con influencia relevante, y con una complejidad que vuelve a poner a las matemáticas en nuestra vida cotidiana. Cuando esas teselaciones aparecen en el espacio público, su efectividad se multiplica y generan reacciones muy interesantes susceptibles de canalizar en las relaciones humanas.

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