Aunque a los urbanistas e ingenieros que tienen algo que ver con el Parque Central de Valencia les parece que 30 años no es demasiado para una operación ferroviaria y urbanística de su envergadura, tras años de demoras y cambios entre los valencianos cunde el escepticismo. También están esperando su parque central en León, donde de momento, se tienen que contentar con una estación provisional, y Valladolid. La operación Chamartín, en Madrid, lleva pendiente 20 años, aunque ahora la alcaldesa, Manuel Carmen, apoyada por el Gobierno ha abierto un proceso de participación para darle nuevo impulso. Zaragoza, en cambio, si tiene hecha la estación y el túnel pasante, al igual que Barcelona que ya tiene estación del AVE, túnel pasante y tiene en licitación el proyecto constructivo para la Sagrera, equiparable a la «estación central» de Valencia. La mayoría de operaciones ferroviarias de soterramiento de vías se fraguaron al socaire del boom inmobiliario siguiendo la estela del exitoso proyecto de transformación urbana Bilbao Ría 2000, con el Museo Guggenheim como gran icono.
El Parque Central en este sentido es un proyecto con solera. Clementina Ródenas firmó en 1989 un convenio para desarrollar la operación con Renfe, que convocó un primer concurso de ideas cargado de buenos diseños e ideas pero que quedó en nada. El ayuntamiento contrató a cinco arquitectos para desarrollar propuestas y empezar la negociación con Renfe para el soterramiento de las vías. En 1996, tras el cambio de gobierno el ayuntamiento convoca un concurso de ideas a través de Aumsa para el Parque Central que incluía una propuesta para edificar en medio del parque un anillo de edificios. El concurso quedó en papel mojado y en 1997 el consistorio vuelve a convocar otro con la Fundación Thyssen. La propuesta ganadora, con un gran parque de sur a norte, nunca pasó de los bocetos. En 2009 se convocó el último concurso de ideas para el jardín. Lo ganó Kathryn Gustafson y ya está en ejecución.
