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Reportaje

La voz cantante en la música clásica

Enrique Subiela mueve los hilos de directores de orquesta, solistas y voces de la ópera desde su oficina en Valencia, cada vez menos una agencia local

La voz cantante en la música clásica

Enrique Subiela iba para solista de piano. Era el sueño de su madre, cantante pseudoprofesional y enfermera del Hospital La Fe de Valencia. A los 21 años descubrió que no, aquel no era su camino. «Tuve la suerte de ver con claridad que no funcionaba. Ver que no eres suficientemente capaz es muy difícil, pero lo afronté», afirma ahora, más de veinte años después.

Hoy posa para el fotógrafo en su oficina. Alrededor, tres personas están atentas a teléfonos y pantallas de ordenador. El horizonte más cercano al otro lado de la ventana es la Ciudad de las Artes y las Ciencias. En la terraza duerme una mesa que debía servir para algún momento de relax y café. No la han estrenado aún. Es la servidumbre de haberse convertido en el nombre de referencia en la contratación de música clásica en España. Un nombre que gracias a la confianza de estrellas como Lang Lang, Gustavo Dudamel o Cecilia Bartoli traspasa fronteras. Al pianista chino lo representa también en Italia y se ha ocupado de sus conciertos en Omán y Moscú. Ellos suelen ser los protagonistas, no él. Hoy es al revés.

¿Qué hay en medio en estos más de veinte años? Lo primero, una gran crisis personal. «Estuve año y medio totalmente perdido», confiesa. «Hasta que tomé la decisión de reintegrarme en la música creando una escuela con un amigo» (Duetto, como el nombre de su agencia hoy, Duetto Management). Tiempo de problemas económicos y de descomposición de su núcleo familiar: mueren abuela, padre y madre en tres años.

Enrique Subiela repite varias veces la palabra suerte. «Creo infinitamente en ella. También tiene golpes negativos „como los de aquella etapa„, pero yo, desde entonces, con picos, la he tenido en la vida». La suerte (o el azar) la traduce en oportunidades que, cuando han llegado, «he peleado por no perder». La otra clave de lo que es hoy es la ausencia de miedo. «Sin ser un sinsensato, pero el miedo atenaza. No hay nada que me atemorice».

El primer golpe de fortuna le llegó de la mano de su amigo y músico Luca Chiantore. Eran los tempranos años 90, tenía su escuela e intentaba iniciar algo en la representación. «Me ofreció contactar con un pianista que en Italia funcionaba muy bien. Uun amigo de él conocía al manager, fuimos, le caí bien, no tenía a nadie en España y me dijo que, si quería, probara».

Aquel pianista era Grigory Sokolov. Para los amantes de la música clásica no hace falta decir nada sobre quién es hoy el ruso, uno de los mejores pianistas vivos.

Un paso adelante fue, en el año 2000, incorporar a su lista de artistas a John Eliot Gardiner. Perdón, Sir John Eliot Gardiner, el director de orquesta y fundador del Coro Monteverdi y English Baroque Soloists. «Me dio mucha impresión, era como estar delante de un pope».

«Pero el gran salto fue Bartoli, en 2004. Hacía 15 años que no pasaba por España, tiempo en el que se había convertido en una gran diosa. Y cae en mis manos», recuerda.

A partir de ahí, la lista crece sin parar (ahora mismo está en tratos para incorporar a su cartera a otra gran estrella). Y al mismo tiempo, el negocio evoluciona. Su oficina pasa a tener peso en las decisiones estratégicas de algunas estrellas. Influye en el negocio. «Ahora estoy en el medio de la nada. No soy general manager, ni lo seré nunca, pero no soy el agente local al uso».

«Con quien tengo más relación directa y más posibilidad de hablar de tú a tú es con Lang Lang». El pianista chino es de esos que cambian el paradigma. Por ello es también cuestionado por el negocio tradicional.

Y en esa senda de transformación „casi revolución„ está Subiela. También como forma de supervivencia de un modelo que en sus formas tradicionales evidencia vías de agua. «Aspiro a hacer de los conciertos hitos en nuestras vidas, que se planifican con tiempo y supone ir a otra ciudad si hace falta».

Se trata de replicar, con matices y distancias, los mecanismos del pop y el rock: «Conseguir hacer del personaje de la música clásica alguien atractivo que genere que la sociedad quiera ir a verlo». «La función social de los artistas „razona„ ya no es hacer la mejor Sonata número 3 de Chopin de la historia, sino ser únicos y capaces de ser líderes».

Su teléfono móvil está repleto de números de genios del pentagrama, pero las relaciones se mueven en el terreno de lo profesional y personal sin alcanzar el nivel de la amistad íntima. Eso solo con el director Josep Pons y quizá con el violinista Zimmerman. «Hay otros a los que les damos mucho y lo notan: Lang Lang es uno, Bartoli también. Te tienen mucho aprecio personal, pero no cometo el error de pensar que ya los tengo para siempre».

Subiela dio un puñetazo en la mesa en 2012 al denunciar públicamente „y en el juzgado„ los impagos de auditorios españoles: «Lo necesitaba por puro negocio». Hoy duerme tranquilo, dice. «Sin sonar arrogante, prácticamente no me he enterado de la crisis».

Subiela se ha abierto un hueco en el endogámico mundo de la música clásica desde la periferia, sin hacer mudanza. «Hace más de 20 años estaba en la mierda. Hoy me pellizco cada día. No vivo en Londres o París y no me lo planteo, porque por encima de todo está la familia, que es lo que marca la vida. Aquí se vive muy bien además».

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