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Perfil | Mónica Egea Díaz

Otra víctima de la barbarie

Tenía dos hijos a los que adoraba y muchos planes de futuro pero la violencia machista quebró su vida con 36 años, sumiendo a su familia y amigos en el dolor más profundo

Otra víctima de la barbarie

­Vitalista, valiente, amiga de sus amigos, aficionada al mundo de los caballos, entusiasta de las fiestas de Moros y Cristianos y socia de los Marinos Corsarios, la comparsa de la que fue madrina infantil y mayor en los años 1989 y 2006. Nació en el barrio La Paz de Villena y en la capital del Alto Vinalopó vivió y trabajó como aparadora en un taller de calzado, y también como camarera en un bar los fines de semana para sacar adelante a sus dos hijos, de 14 y 10 años de edad, su gran pasión.

Mónica Egea Díaz no pudo imaginar jamás que la violencia machista truncaría su camino y la separaría de sus seres queridos.

Con el hombre de 37 años que ahora se encuentra en la cárcel como presunto autor de su muerte, J. C. H. E., también villenense aunque residía en Cañada, inició una relación con apenas 16 años. Tres años después decidieron vivir juntos en un piso de alquiler. Pero, según relatan los vecinos, la relación era tormentosa. Los gritos y las peleas se sucedían con mucha frecuencia por el «carácter intransigente y autoritario» del acusado que, precisamente por eso, no mantenía buena relación con la familia de su pareja.

Sin embargo ella nunca lo denunció ni tampoco comentó a sus padres ni a sus dos hermanas mayores el problema que arrastraba. Era fuerte y no quería causarles ninguna preocupación. Pero en el verano de 2001 no pudo soportar más la situación en la que malvivía y decidió separarse. En ese momento el hijo de ambos tenía cuatro meses y J. C. H. E. se desentendió por completo del niño. Tanto en el plano emocional como en el material. Así lo asegura el entorno de la víctima.

Mónica inició una nueva vida y se enamoró de otro hombre, también de Villena, con el que contrajo matrimonio en 2003. Fruto de esa relación nació dos años después su segundo hijo. Pero en 2011 ambos decidieron separarse «a buenas y de mutuo acuerdo» y en agosto de 2015 retomó la relación con el hombre por el que «todavía sentía algo» y al que la Justicia le ha abierto una causa por homicidio o asesinato. Ella decidió darle otra oportunidad y en octubre le abrió de nuevo las puertas de su casa.

Pero pronto se dio cuenta del error que había cometido. Según relatan las personas allegadas a la víctima, Mónica fue objeto de acoso y maltrato psicológico. El presunto homicida la seguía a todas partes, desconfiaba de ella, mostraba unos celos ilógicos y las discusiones eran cada vez más violentas, tanto como su obsesión por controlarla.

Dos meses después Mónica decidió romper definitivamente la relación. Le pidió en varias ocasiones que abandonase su casa pero él se negó. La noche del 23 de diciembre ambos hablaron por última vez en un restaurante antes de que en el camino de regreso se desencadenara el despreciable suceso. Los familiares de Mónica lo ven claro: su determinación a no seguir adelante con su expareja le costó la vida. Otra vida más robada.

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