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Crímenes en la memoria (I) | Madre e hijas asesinadas en Gandia

Tres vidas por 300 pesetas

El acusado de dos homicidios y robo, de 24 años, fue el último fusilado de la dictadura por un delito civil

Tres vidas por 300 pesetas

Los últimos días de marzo de 1971 Gandia, concretamente el barrio de Beniopa, se encontraba en un estado de psicosis colectiva. No sabían dónde se podía esconder la persona que había asesinado a una mujer y su hija a golpes de azada en su casa dejando una macabra estampa. ¿Era un vecino o un desconocido? ¿Volvería a colarse en otra casa para dejar otro rastro de sangre? Tal fue el impacto del doble homicidio del número 75 de la actual Avinguda de Beniopa, que como publicó Levante-EMV entonces, casi se han agotaron«las existencias de cerrojos de seguridad que había en las ferreterías».

La causa 36-V-71 guarda tras su fría traducción al lenguaje administrativo un doble homicidio que se saldó con un fusilamiento en el campo de tiro del cuartel militar de Marines. El soldado Pedro Martínez Expósito, de 24 años, fue el último sentenciado a muerte por la dictadura franquista por un delito civil en España, y el último militar en ser ajusticiado por el Estado.

El suceso, del que se cumplirán en marzo 45 años, tuvo lugar en la madrugada del sábado 27 al domingo 28 marzo en Beniopa, cuando el asesino disfrutaba del permiso del cuartel. Según la investigación de la Guardia Civil, Pedro, alias «Petorret» había entrado en la casa de Amparo Mateu, viuda y madre de una hija de 16 años, para robar poco más de 300 pesetas.

Pedro, que en aquel momento era militar en el cuartel de Paterna, procedía de una familia muy humilde y contaba con un amplio historial delictivo desde los 16 años. «Robaba muchas veces porque se quedaba sin trabajo y quería aportar su jornal a su casa», explicó el exbrigada de la Guardia Civil, David Ciurana, al valenciano Doménec Boronar en su documental P.M.E. Deixant una mort (1998). Ciurana, que participó en el interrogatorio del joven, contó en este film, que aborda el crimen, que el detenido era introvertido, y que quería dinero para poder relacionarse. «Muchas veces lo veíamos deambular solo. No cabía duda de que iba a buscar algo, para ver si podía cometer algún robo en algún establecimiento porque cuando cometía más delitos era cuando se quedaba sin trabajo», contaba el militar.

Sorprendido por la dueña

Aquella noche «Petorret» no asaltó una tienda, pero sí a la dueña de la misma en su casa. Según contó Levante-EMV, la investigación detalló que el joven accedió al patio de la vivienda trepando el muro y se deslizó por un árbol para bajar. Ya en el patio cogió una azada con la que forzó la ventana del baño.

Una vez dentro de la casa, esperó en el baño a que madre e hija se fueran a la cama. Pero la mujer pasó por el baño antes de irse a dormir. Allí encontró agazapado al ladrón quien al verse sorprendido le golpeó fuertemente con el legón en la cabeza, arrebatándole la vida. El ruido hizo que la hija acudiese rápidamente para ver qué había ocurrido y se encontró con el asesino y el cuerpo sin vida de su madre. La chica logró derribar a Pedro, quien finalmente la mató también de varios golpes con la herramienta. Petorret tuvo la sangre fría de sentarse en uno de los sillones de la casa para descansar y se marchó por la misma ventana por la que había entrado, dejando abandonado el legón en el barranco, muy cerca de donde estaba la vivienda de las víctimas. Pedro se fue del lugar sin dejar huellas apreciables para la Guardia Civil ni pistas que le pudiese incriminar.

Primera detención

«Cuando llegué a la casa mi reacción fue de sorpresa ante lo macabro de los sucedido. Cuando vi aquellas cabezas destrozadas, aquella cantidad de sangre...llegué a aturdirme un poco», reconocía el exbrigada Ciurana. En ese momento la Guardia Civil cotejó su listado de delincuentes comunes y acabaron deteniendo a Pedro. Fue desnudado en el cuartel y encontraron una mancha de lo que parecía sangre en sus calzoncillos. Sin embargo lo dejaron marchar ante la ausencia de pruebas incriminatorias.

El joven, que en casa se mostraba sorprendido ante el crimen que sacudía a sus vecinos, volvió a Paterna, pero el siguiente fin de semana, cuando volvió a Gandia de permiso, la Guardia Civil acudió a casa de sus padres y lo detuvo. El interrogatorio de madrugada y de siete horas de duración acabó con la confesión del arrestado. El hombre fue acompañado al lugar del crimen para la reconstrucción de los hechos ante una gran multitud de vecinos que le gritaban y amenazaban.

El consejo de guerra se celebró meses después, el 21 de diciembre y el soldado fue condenado a pena de muerte por dos delitos de robo con homicidio, con las agravantes de casa habitada, reincidencia, nocturnidad, «desprecio de sexo» y alevosía. El abogado presentó como atenuante la discapacidad mental que según indicó había diagnosticado los forenses pero no fue contemplada. Tampoco la petición de indulto del letrado y la madre al dictador Francisco Franco para que conmutara la pena de muerte por la prisión.

El 8 de diciembre Pedro Martínez Expósito fue fusilado por un batallón en Marines, con los ojos vendados, las manos atadas y de rodillas, por un crimen que también quedó para la posteridad reflejado en la lápida de sus víctimas. Sobre sus nombre se escribió «Mártires» y debajo de los mismos se colocó una azada en miniatura para recordar el modo en el que había sido asesinadas.

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