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Arte

Las razones del «nuevo» Museo de Bellas Artes

El notable fondo de arte valenciano de los siglos XIV al XX es la singularidad del San Pío V, pese a «hitos» del arte europeo

Las razones del «nuevo» Museo de Bellas Artes

Conocer los orígenes siempre es un buen cimiento sobre el que asentar el porvenir. En tiempos veloces, el presente parece eterno. Pero el Museo de Bellas Artes de Valencia que hoy vemos tiene poco más de diez años: en 2003 se inauguraron las salas que acogen el grueso de la colección permanente. Antes de eso, las pinturas se amontonaban en las salas de techos bajos del viejo edificio alrededor del claustro, ahora en reforma. Eso por no irnos más atrás, porque el museo ocupa su emplazamiento actual solo desde después de la Guerra Civil. Antes estaba en el convento del Carmen (hoy, Centre del Carme). Y antes, en el del Temple. En fin, historia€

Fue en 2003, así, cuando se ordenaron por última vez los fondos. Le tocó marcar el criterio a Fernando Benito, director entonces de la casa. El historiador pensaba en un museo desde el siglo XIV hasta principios del XIX. No era algo gratuito. Entonces „¿recuerdan?„ se proyectaba un Museo del Siglo XIX en el Centre del Carme.

Cuando ese plan quedó en nada, los fondos del XIX „más que importantes„ tocó asumirlos. En lugar de una reordenación general, optó por colocar una selección en el edifico viejo entre desconchados, humedades y alguna gotera. Más que indigno.

La visión general que quedaba hasta que la citada ala quedó clausurada era descompensada, con el arte antiguo dominando la balanza. Cosas del devenir político, si bien era también el periodo preferido por Benito como investigador.

Ahora, el equipo del museo „con un director provisional y un único conservador sin ni siquiera ese reconocimiento formal„ se ha embarcado por primera vez en la redacción de un plan museológico, con un nuevo discurso expositivo global para el espacio con que contará a partir del verano. Para ser exactos, Ximo Company elaboró uno también en 1994, pero nunca pasó del papel.

El resultado, como publicó Levante-EMV el pasado jueves, es una valencianización del programa expositivo: el arte valenciano como eje de un recorrido que comienza en el siglo XIV y alcanza hasta la mitad del XX.

Puede no gustar a algunos, pero sería pretencioso diseñar un museo de arte europeo, incluso español, aunque la institución cuente con algunas piezas de primera. Pero son eso: algunas.

La singularidad del viejo San Pío V es el arte valenciano, de una densidad y valor entre el notable y el sobresaliente desde el Medievo hasta el Equipo Crónica. Parece algo normal, pero no todos los museos autonómicos/nacionales pueden ofrecerlo. El bien loado Museo de Bellas Artes de Bilbao no puede.

Incluso el MNAC catalán puede presumir de una colección de arte románico y gótico soberbia, pero se puede sostener que en las etapas posteriores no supera la altura de la obra de Juan de Juanes, Ribalta o Ribera que sí tiene el Bellas Artes valenciano. Este puede mirar también de tú a tú a cualquier selección del XIX con sus Pinazo, Muñoz Degraín, Benlliure, Benedito, Agrasot, Fillol, Cecilio Pla€

Y también Sorolla, claro. Aunque el mejor Sorolla en Valencia, el más representativo de su producción, no está en el San Pío V, sino en las colecciones del ayuntamiento y la Fundación Bancaja.

No hace falta ser un especialista para advertir que una parte considerable de lo que se exhibe en la aún vigente Sala Sorolla del museo „por poco tiempo„ no es obra principal. La lógica indica que las piezas importantes regresen a su contexto, junto al Guardavía de Pinazo y la pintura social de Fillol.

El criterio en la selección no vale solo para el célebre pintor, porque el folclorismo es el peligro. No todo vale solo por llevar marca valenciana.

Si los dos grandes puntos fuertes del museo son la pintura de los siglos XIV al XVI (de Gonçal Peris a Joan de Joanes pasando por los Hernandos) y la etiquetada «edad de plata» (el periodo de entresiglos, del XIX al XX), un tercero es la colección de piezas importantes del arte español y europeo, con el Autorretrato de Velázquez al frente, el gran Van Dyck „digno del Louvre, donde está su gemelo„, el Bosco (taller), el Greco, los del Divino Morales o Goya.

La solución planteada es crear sendas salas de arte español y europeo en la segunda planta del edificio antiguo, el remodelado ahora. Allí irían los velázquez, van dyck, morales o ribera, mientras Goya y el Bosco se valencianizarían dentro del discurso principal por razones históricas. Discutible, pero es un criterio, y el plan aún está en elaboración.

Lo indudable es que el nuevo Museo de Bellas Artes será mejor. Habrá que juzgar si el mejor posible. Y esperar que el programa expositivo vaya acompañado de autonomía en la gestión y de presupuesto para dotar al museo de una entidad y una estructura mínimamente dignas. Eso, hoy, parece un sueño.

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