El pasado 11 de febrero un agente de la Policía Local de Llíria, de 37 años, se quitó la vida de un disparo en el baño de su domicilio. Apenas quince días antes otro policía valenciano, en este caso del Cuerpo Nacional y destinado en Ibiza, acababa de la misma forma en los aseos del aeropuerto ibicenco. Son solo dos de los muchos suicidios que se producen cada año en España -3.870 en 2013, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE)- y cuya tasa es especialmente preocupante entre los policías y guardias civiles. Amparados en el llamado efecto imitación, sus muertes no aparecen reflejadas en los medios de comunicación y desde las administraciones, sin datos oficiales sobre número de muertes, se trata de ocultar un problema latente.
«No es que se suiciden por el hecho de ser policía, sino que hay un riesgo sobrevenido por el acceso a armas letales y la carencia de planes específicos de prevención», explica Alfredo Pacheco, doctor en Psicología especializado en estrés policial. «Los policías están sometidos a un nivel de estrés superior al resto de la población», asegura, lo que conlleva que el riesgo de depresión y suicidio sea tres veces más alto en la policía o la Guardia Civil. Así, según un estudio elaborado por la Facultat de Psicología de Valencia, «uno de cada tres policías locales padecerá a lo largo de su vida laboral un cuadro de estrés o ansiedad grave».
En la actualidad los policías, una vez aprobadas las pruebas psicotécnicas para acceder a su puesto de trabajo, no están obligados a someterse nunca más a una revisión psicológica. «Solo hay controles médicos en los que no se tiene en cuenta la salud mental y la única forma de detectar trastornos o idealización suicida es la sanidad pública», explica Pacheco, con los problemas que ello conlleva, ya que el paciente puede únicamente informar su condición de funcionario pero no especificar al médico que en su trabajo lleva a diario una pistola al cinto.
La situación es similar en la Policía Nacional donde tampoco existe un gabinete de atención psicosocial para detectar y tratar a agentes con tendencias suicidas. «Tenemos un volumen significativo de suicidios, cada dos por tres tenemos conocimiento de un nuevo compañero que se ha quitado la vida», lamentan fuentes de la Unión Federal de Policía (UFP). Aunque no existen registrados datos oficiales, según un informe del Observatorio de la Ciudadanía, entre el año 2000 y 2015 se habrían producido 125 suicidios de policías nacionales.
Este número es todavía mayor en la Guardia Civil donde las conductas suicidas -tanto tentativas como suicidios consumados- son nueve veces superiores a la media española, como ya puso de manifiesto la Asociación Unificada de Guardias Civiles (AUGC) en su libro «La cara oculta de los policías en España». Dado este alto índice que arrastra desde hace décadas, la Guardia Civil es el único cuerpo policial que cuenta, desde el año 2002, con un plan específico de prevención de conductas suicidas. No obstante, los últimos datos oficiales de la Dirección General de la Guardia Civil de los que se tiene constancia, del año 2015, siguen muy por encima de la media y situan el número de muertos en doce casos durante el año 2014.
Fuentes sindicales atribuyen este alto índice de casos al propio carácter militar del Instituto Armado, a las condiciones en el trabajo e incluso apuntan a determinadas presiones por parte de algunos mandos o el vacío por parte de los compañeros. Sin embargo, aclaran que estos factores influyen pero no son determinantes. En esta misma línea la Asociación Militar de Guardias Civiles (AMGC), sostiene que la causa fundamental de este tipo de muertes no es el componente militar sino cuestiones personales como enfermedades, la pérdida de seres queridos o una ruptura sentimental. «No todos reaccionan igual ante una misma orden, si no los suicidios serían de dos en dos», argumentan defendiendo la naturaleza militar del cuerpo.
Por su parte, desde la Subdirección de Personal de la Guardia Civil se afirma que un 90 por ciento de los suicidios «fueron por causas claramente desvinculadas de su actividad laboral y relacionadas con el ámbito personal, sentimental y familiar». Casos como el de un joven agente, de los llamados «polilla» -como se conoce a los hijos del cuerpo, quien acabó quitándose la vida tras reincorporarse de una baja psicológica a instancias de su padre, mando de la Benemérita. «Lo tenía machacado, le decía que era un inútil por no aprobar las pruebas del GRS», recuerda un amigo del fallecido.
Asimismo, desde las asociaciones de Guardias Civiles también se achaca la falta de recursos como la ausencia de armeros en algunos cuarteles. De hecho, recuerdan el caso de un agente destinado en el Puesto de Sueca, quien tenía su arma reglamentaria retirada por una baja psicológica después de atravesar problemas sentimentales, pero que acabó suicidándose con la pistola de una compañera tras reventar su taquilla sin problemas.
¿Cómo combatir el problema?
Las distintas fuentes consultadas coinciden en destacar la importancia de actuar en una fase previa para poder prevenir y evitar a tiempo este tipo de muertes tanto «con revisiones psicológicas periódicas como con una mayor regulación sobre el acceso y retirada del arma de fuego para minimizar el riesgo». Desde el Sindicato de Policías Locales de la Comunitat Valenciana llevan reivindicando desde hace años un gabinete psicológico con revisiones periódicas. «Si mañana mismo se hicieran pruebas psicológicas a todos los policías locales de Valencia, un uno por ciento no las pasaría. Y eso es muy grave, porque supone 15 bombas de relojería en la calle», explicaron fuentes de Sipol. «Con sólo detectar un caso a tiempo ya habría sido una medida efectiva», concluyeron.
