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Trabas burocráticas

El viacrucis de los autónomos antes de abrir la persiana

La lentitud de la Administración a la hora de otorgar licencias bloquea los proyectos de miles de emprendedores - «Estuve a punto de cerrar mi negocio tras más de año y medio esperando los permisos», denuncia un afectado

Paqui Cuenca Romeu, en su centro de arte Moma, de Picanya. fernando bustamante

El pasado 31 de diciembre de 2015, Alberto estuvo a punto de bajar la persiana de su negocio y no volverla a abrir jamás. Las deudas y la exasperación se habían apoderado de él. Año y medio después de alquilar el bajo comercial en el centro de Valencia en el que iba a abrir un restaurante, todavía no contaba con todos los permisos. Calcula que las demoras derivadas de la lentitud de la administración le han costado unos 70.000 euros, una cifra que podría arruinar a cualquiera, no sólo económicamente, sino también en el resto de esferas de la vida que inevitablemente se ven arrastradas por un agujero financiero de tal magnitud.

Poner en marcha un establecimiento de cara al público es un camino de largo recorrido, demasiado para los autónomos que se hipotecan y embarcan en un proyecto que no terminan de ver en marcha. «Este restaurante es para mi hija, para darle un futuro a ella. Teníamos previsión de invertir unos 160.000 euros y han terminado siendo casi 300.000. El negocio ha arrancado con ocho contratos indefinidos. ¡Indefinidos! No puedo cerrar porque lleven meses sin tramitarme un papel», remarca Alberto. «Es mucho lo que está en juego y parece que eso a las administraciones les da igual», añade.

En su caso ha concurrido más de un factor a modo de escollo: que el local se encuentre en un entorno declarado Bien de Interés Cultural (BIC) y que haya solicitado instalar una terraza. Dos variables que le han hecho pasar por infinidad de despachos, desde la Conselleria de Cultura hasta la Junta Municipal del distrito de turno. En el primer caso esperó hasta cuatro meses el informe preceptivo, mientras que en los subsiguientes la cosa se eternizó hasta día de hoy, que aún espera la licencia de apertura. En total, año y medio de espera.

Siete mil licencias atascadas

En el caso del Ayuntamiento de Valencia, el atasco en el servicio de licencias es monumental. Según explicó el concejal de Comercio Carlos Galiana a la Cadena Ser, hay cerca de 7.000 expedientes sin resolver. Esta misma semana el consistorio ha anunciado que van a reforzar con más personal ese departamento.

El largo camino de los autónomos comienza con una solicitud de comunicación previa a la apertura. Hay locales que pueden pedirla exprés y tarda apenas 10 días (y una vez abierto ya se pasa la inspección más adelante para comprobar que todo está en orden), y excepciones que deben pasar por una licencia de apertura ordinaria, que es más lenta. También es necesario solicitar la Declaración Responsable, en la que el promotor de la actividad manifiesta el cumplimiento de todos los requisitos exigibles. Tras este trámite, hay que cumplimentar el modelo de Autoliquidación de la Tasa por Licencia de Apertura de Establecimientos. Este documento puede tardar «años» en llegar. Mientras, se funciona con la licencia de actividades, como en el caso de Alberto.

Además, si se realizan trabajos de albañilería menores para el acondicionamiento del establecimiento, el solicitante debe presentar presupuesto firmado por la empresa constructora y otra solicitud de obras, avalado por un proyecto de un arquitecto.

En el caso de Paqui Cuenca Romeu, de Picanya, todo este proceso duró casi año y medio, durante el cual ha tenido que recibir el apoyo de su familia para poder tirar adelante con sus cinco hijos. «Yo nunca he pedido ninguna ayuda ni para libros de texto ni para nada, aunque seamos familia numerosa. No quiero favores, simplemente que dejen un margen de maniobra para que la gente pueda empezar a trabajar», lamenta la empresaria, gerente de Moma, un espacio de arte y cultura en Picanya que combina talleres para niños y servicio de restauración.

Paqui ha hecho cuentas: ha pagado 900 euros por la licencia, abona 326 euros al mes de autónoma, 200 de luz y 100 de agua bimestralmente, unos 400 euros de seguro al año, 300 euros para controlar las plagas, 200 euros por un documento que se exige para preservar la privacidad de datos personales de los clientes, 200 euros cada dos meses por la limpieza de los filtros y 100 al año por los extintores. «No estoy en contra de pagar, ¡pero no puedo! Además, hay cosas que rozan la crueldad, como quitar 10 euros de una cuenta porque los debes del autónomo. ¿Y ellos qué saben si esos diez euros los necesitas para hacer la compra?», comenta indignada Paqui.

«Llevo trabajando desde los 14 años, después de tener los hijos dejé de trabajar, pero era insostenible. Necesitaba un empleo con el que poder conciliar y como desde siempre me ha gustado el arte y los niños pensé en combinarlos», cuenta la empresaria. En Moma hacen clases de guitarra, teatro en inglés, dibujo, yoga, pintura y talleres de cocina. «Me gustaría poder contratar a alguien, de verdad, me hacen falta manos. Pero entre lo que hemos invertido y lo que hemos tardado en abrir, en estos momentos me imposible», lamenta.

El 25 % de los negocios cierra por morosidad o impagos

Según la Asociación de Trabajadores de la Comunitat Valenciana (ATA), el 25 % de los autónomos abandona su actividad empresarial como consecuencia de los impagos y problemas de morosidad acumulados, muchos de ellos originados desde antes incluso de abrir al público.

Rafael Pardo, presidente de la ATA, explica a Levante-EMV que la mayoría de quejas que recibe la entidad son de empresarios hosteleros que ven eternizarse su proceso de apertura. «Al parecer, con los comerciantes no hay tantas demoras. Son sobre todo restaurantes y locales gastronómicos con terrazas los que registran mayores incidencias», relata Pardo.

Las licencias de aperturas dependen de los ayuntamientos. «La tardanza está estrechamente relacionada con la falta de personal y de medios en las administraciones», apunta Pardo.

La ventanilla única empresarial no es una solución, apunta, ya que el colapso se produce en las mesas de la concejalía de turno, una vez ya se ha registrado la solicitud.

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