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Historia

Violant, la reina que impulsó la conquista

La presencia de la esposa de Jaume I en el Puig convenció a las tropas del compromiso del Conqueridor en la campaña

Violant, la reina que impulsó la conquista

La conquista de Valencia nunca fue una empresa fácil para Jaume I. Pero en enero de 1238 un cúmulo de adversidades estuvo a punto de hacerla fracasar. Para defenderse, como escudo frente al infortunio, el rey escogió la ayuda de dos figuras femeninas que tendrán una gran repercusión en la conquista de Valencia: la Virgen del Puig y la reina Violant d'Hongria, que llegará al mismo centro de operaciones, situado en el castillo del Puig de Santa Maria, el día 5 de abril de hace 778 años.

El año comenzó con la muerte de Bernat Guillem d'Entença, noticia que caía como un jarro de agua fría sobre su sobrino Jaume I, pues este gran guerrero había demostrado su valor como alcaide del castillo y había hecho posible, gracias a su pericia como estratega, la victoria en la Batalla del Puig, que ponía en bandeja la toma final de Valencia. Mas, a pesar de no tener el apoyo de la mayoría de los nobles (Llibre dels Fets, cap. 234) Jaume I, que se encontraba en Zaragoza, decide ir a la fortaleza del Puig, enterrar a su tío y levantar el ánimo de su tropa porque la empresa conquistadora debía seguir adelante.

Sin embargo, el más aciago presagio se cernió sobre los planes del Conqueridor al enterarse de que, a pesar de haber vencido en la Batalla de Enesa y de haberles proveído de caballos y de las vituallas necesarias, más de sesenta de los mejores caballeros pretendían abandonar el Puig, una vez el rey se marchara (Fets, cap. 236).

Pero, el rey de Aragón no estaba dispuesto a tolerar tal vergüenza, desamparando el Puig y renunciando al sueño de conquista que había heredado de sus antepasados. Por ello, convocó en consejo, por la mañana, en la iglesia del Puig, a los caballeros. Y, juró, ante Dios y el altar de Santa María del Puig, que no iría más allá de Teruel y del río Ulldecona hasta que no hubiese conseguido Valencia. Además, ordenó, en medio de ese mismo pacto divino, que trajesen a la reina Violant d'Hongria y a su hija para que, así, todos los caballeros interiorizasen que no cejaría hasta alcanzar su propósito (Crónica, cap. 237).

Las decisiones que tomó Jaume I esa mañana cambiarán, para siempre, el rumbo histórico-cultural del pueblo valenciano y harán emerger las características socio-culturales de nuestra valencianidad actual.

La llegada de la reina Violant a el Puig de Santa María, «pasada la Pasqua», que aquel año de 1238 tuvo lugar el día 4 de abril (Capelli, Cronologia, p. 62), era la prueba de que el rey estaba dispuesto a cumplir su promesa sagrada. Y el efecto que causó la venida de Violant d'Hongria fue tal que propició, seguidamente, «al tercer dia de Pasqua», 6 de abril, (Fets, cap. 254) que llegaran al castillo del Puig varios sarracenos anunciando la rendición de las alquerías de Paterna, Betera y Bufilla.

Testigo de la caída de Paterna

Aquellos días fueron de una gran intensidad emotiva para todos los presentes en el Puig de Santa María: la llegada de la reina Violant, las poblaciones musulmanas de la huerta valenciana rindiéndose sin apenas haber movido un dedo y augurando la inminente presa de la ciudad del Turia. Es fácil imaginar al rey paseando junto a la reina, por la naciente población del Puig de Santa María, narrándole todos los extraordinarios hechos ocurridos: la reconstrucción del castillo de la Patà, el milagroso hallazgo de la Virgen del Puig, la decisiva Batalla de Enesa y el infausto día de la traición de sus caballeros.

El 10 de abril (Llibre dels Fets, cap. 254, edición Soldevilla, 2007), Violant d'Hongria acompañó al monarca para ser testigo de la rendición de Paterna, en donde permaneció protegida por diez caballeros mientras el rey y otros noventa guerreros rendían Bétera y Bufilla. «Y bolviendo a Paterna, partieron el y la Reyna para el Puig» (Beuter, 1604, Primera parte de la Crónica, cap. XXXV).

La esposa de Jaume I permanecerán en el Puig de Santa María hasta la mañana del 24 o 25 de abril, momento decisivo en el que, tras entrar a la iglesia del Puig, el rey, la reina y los caballeros, para encomendarse a la protección y ayuda de la Virgen (Crónica latina de Jaume I, cap. XXXII), se dirigen al asedio final de la ciudad valenciana.

Y, finalmente, hace siete siglos y 78 años, la intervención de la reina Violant d'Hongria, segunda esposa de Jaume I, fue providencial porque al mismo tiempo que infundió valentía a los conquistadores, propició una rendición de Valencia pactada, mucho más humana que la que pretendían los nobles ( Fets, cap. 278).

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