Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Urbanismo

La plaza mayor que impulsó la República

Una investigación del arquitecto José María Tomás pone el foco en el urbanismo cosmopolita de los gobiernos de mayoría republicana que dio pie a la aparición de una nueva centralidad en Valencia

La plaza mayor que impulsó la República

El arquitecto valenciano José María Tomás acaba de presentar una reveladora tesis doctoral sobre el urbanismo que se realizó en Valencia entre los años 1865 y 1910, durante los gobiernos de mayorías republicanas, un periodo en el que se pasó de la ciudad medieval a la moderna, se derribó la muralla, y se sentaron las bases de la urbe radiocéntrica actual. Una época en la que se impulsaron avances en infraestructuras urbanas, como el agua, alumbrado y alcantarillado y se diseñaron planes de crecimiento urbano y viviendas más confortables. Una ciudad, en definitiva, que aspiraba a ser referente del ideario republicano: cosmopolita, laica, popular y con un urbanismo transformador de grandes avenidas marcado por la influencia de París.

La investigación de José María Tomás — basada en una abundante, y hasta ahora poco estudiada documentación—, y que incluye expedientes municipales, actas de las comisiones de urbanismo, cartografía y planos, tiene como objetivo principal comprender la elaboración urbanística que dio lugar al nacimiento de la Valencia moderna, entre finales del siglo XIX y comienzos del XX. Tomás pone el foco en los proyectos de reforma interior que se llevaron a cabo sobre la ciudad consolidada en este periodo, un aspecto menos conocido que otras intervenciones como las de l'Eixample. «Descubrí que en los trabajos planteados por distintos investigadores en torno a la construcción de la ciudad de Valencia existía una sobrevaloración del Ensanche, dándole un fuerte protagonismo frente a otras fórmulas de extensión urbana como los crecimientos lineales o de baja densidad hacia el exterior». Sorprende, dice Tomás, la «infravaloración» y escasa atención que han recibido las actuaciones de reforma interior acometidas en el núcleo de Valencia, impulsadas en un momento de gran convulsión política y social donde el republicanismo jugó un papel dirigente.

Las sucesivas mayorías republicanas en el gobierno de la ciudad «permitieron impulsar políticas que trataban de construir una ciudad que reflejase el ideario republicano, con Vicente Blasco Ibáñez como principal impulsor político, destacando la apertura de la calle Revolución (actual calle de la Paz) y el derribo y reurbanización del barrio del Pescadores, que abarcó desde la calle de las Barcas y la plaza del Ayuntamiento hasta la ronda interior y la calle Colón. Tomás analiza las consecuencias del derribo del barrio de Pescadores y el proceso de regeneración urbana que llevó aparejado y lo confronta con el ambicioso plan de Luis Ferreres, que fracasó por su desapego a las necesidades sociales y por su elevado coste.

La fórmula de regeneración urbana del barrio de Pescadores, una zona marginal, con prostíbulos y dominada por el lumpen, triunfó mientras el plan de Luis Ferreres para la Gran Vía (1891-92) no llegó a realizarse pese a incluir innovaciones muy necesarias en la ciudad como los colectores por no resolver las necesidades de la ciudad. Su gran error, destaca Tomás, «fue no incorporar la cultura y las necesidades de la población obrera en su proyecto, que se habían convertido en el principal problema urbano a ojos de los nuevos planteamientos higienistas».

La propuesta de Ferreres para la Gran Vía, que planteaba la construcción de dos ejes viarios en forma de cruz sobre el casco histórico, «era una solución arquitectónica alejada de las necesidades de la mayor parte de la población y por tanto condenada al fracaso». «El objetivo político era entonces el higienismo la funcionalidad frente a la monumentalidad neoclásica del proyecto de Ferreres», detalla.

Valencia, a mediados del siglo XIX, es probablemente la menos habitable de todas las grandes ciudades españolas. Es una urbe sumida en la crisis, con graves conflictos internos, derivados del declive de la industria urbana de la seda y en proceso de reconversión productiva, con un gran número de obreros desempleados. Era un entorno urbano empobrecido, marcado por el hacinamiento, la insalubridad y una morfología urbana densa, compacta y de calles estrechas y mal ventiladas. No existía la red de agua potable ni de alcantarillado. El agua se obtenía de unos 20.000 pozos urbanos mientras la acequia de Robella hacía las veces de gran colector, en muchos tramos sin cubrir. Todo ello era caldo de cultivo para enfermedades como la epidemia de cólera de 1885 que acabó con la vida de 33.000 personas, casi una cuarta parte de la población.

En este escenario se enmarcan y enfrentan las iniciativas para mejorar la ciudad y transformarla. Dos modelos de gestión que se contraponen en un mismo escenario. Una estrategia, la del barrio de Pescadores, se demuestra viable y menos arriesgada, frente a otra, la de Ferreres claramente inviable, y con un coste estimado de 68 millones de euros.

Sostiene Tomás que, pese al poco protagonismo que se le ha dado, el alcance del modelo de gestión de la reforma interior en su conjunto es superior en tamaño al primer Ensanche burgués. El primero, que afectó al cuadrante sudeste de la ciudad, comprendía a una superficie de 41,5 hectáreas, frente a las 32 del primer Ensanche.

El centro urbano se reposiciona

Tras el derribo del barrio de Pescadores y su unión con la plaza de San Francisco, resultado de la urbanización de los solares surgidos tras el derribo del convento de San Francisco, emergió una nueva centralidad urbana, la plaza de Emilio Castelar, actual plaza del Ayuntamiento, y su entorno. Se formó así una centralidad potente, que ha perdurado en el tiempo, y que compone y explica la forma de la ciudad completa a su alrededor, con la presencia de redes de ferrocarril, formando un cinturón alrededor de la misma, y también las estrategias de crecimiento urbano de los sucesivos ensanches que se tomaron posteriormente como ejes radiocéntricos.

Un modelo que se está alterando en la actualidad y que está derivando hacia una ciudad policéntrica que mira hacia el mar, lo que significará una nueva ciudad y un nuevo reposicionamiento del centro histórico y de lo que fue el núcleo de la ciudad republicana.

Tomás sostiene en su investigación que la plaza del Ayuntamiento, fue «una conquista republicana» que se impuso a las posturas políticas más conservadoras que planteaban la reparcelación y venta de los terrenos.

Tomás concluye así que la necesidad de dotar a Valencia de un espacio público de representación popular, relevante y de una singularidad arquitectónica laica, integrando usos y actividades civiles que nacen en la ciudad burguesa, fue la punta del iceberg de un modelo urbano cuya esencia se plasmó en el proceso de regeneración del tejido urbano del barrio de Pescadores y su entorno, convirtiéndolo en el eje de la renovación urbana y la reforma interior de Valencia.

Compartir el artículo

stats