­La ciudad como espacio de impunidad es fuente de inspiración constante. La urbe como concepto llena las enciclopedias de arte. Valencia no es una excepción. Aunque la falta de una burguesa ilustrada ha catapultado una imagen sorollista. La sombra de Don Joaquín sigue alargada, síntoma que su profunda innovación al folclorismo regional resultó decisiva, pero hay más visiones.

El sugerente título de Perdidos en la ciudad revela una apuesta del IVAM por recuperar el territorio urbano de los artistas contemporáneos. Comisariada por el propio director del museo, José Miguel G. Cortés, una de las exposiciones más trabajadas de la temporada, ofrece los diferentes espacios y las existencias humanas que han conformado la vida en las ciudades desde los inicios del siglo XX hasta la actualidad.

La muestra reúne cerca de 300 obras de más de 100 artistas de la colección del IVAM, enriquecida recientemente con los fondos cedidos en depósito por Cal Cego y Juan Redón. Una selección de pinturas, esculturas, fotografías y vídeos de artistas como Paul Citroën, Jan Kamman, Lee Friedlander o César Domela, pasando por Walker Evans, Horacio Coppola o Gabriel Cualladó, hasta Sigmar Polke, Gregory Crewdson, Hiroshi Sugimoto, Miquel Navarro, Bernd y Hilla Becher o Gordon Matta Clark.

Tanto G. Cortés, como la ayudante del comisariado, María Jesús Folch, se han inspirado en la idea del filósofo alemán Walter Benjamin (que se suicidó en un hotel de Portbou en 1940) de «perderse en la ciudad» de una forma deliberada para descubrir aquellas calles y plazas que salen al paso de la gente.

Bajo la metafórica, o no, maleta de Benjamin, G. Cortés ha diseñado un recorrido artístico para demostrar las distintas visiones de una misma urbe, como han realizado Thomas Ryff o Gabriele Basilico con Berlín. Una exposición que pretende conjugar la mirada internacional del fenómeno urbano, donde quedan bien patentes las aportaciones de artistas valencianos como Javier Goerlich, Equipo Crónica, Gabriel Cualladó, Miquel Navarro, Juan Francés, Anzo, Alex Francés o Mira Bernabeu.

Los cerca de 2.000 metros cuadrados que ocupa la muestra, ubicada en las galerías 4 y 5 del IVAM, se estructuran en 10 salas, en seis de ellas con presencia de artistas valencianos, en la que prima el elemento temático con coherencia cronológica.

Las metrópolis

La Sala 1 dará la bienvenida con la fotografía como visión fundamental del entramado urbano. Fotógrafos como Agustí Centelles relatan el papel de los ciudadanos en los principales hechos históricos. Y con una perspectiva distinta al discurso cronológico, en esa misma sala estará El Panfleto (1973), uno de los cinco cuadros que integran la serie El Cartel de Equipo Crónica, una reflexión crítica sobre la burguesía a través de una escena de masas urbanas que recuerda las distintas dinámicas sociales.

Gabriel Cualladó presenta en la Sala 2 su deambulación fotográfica por las calles, plazas, mercados y museos de distintas ciudades, como París o Madrid, y las miradas de sus gentes.

La eclosión de las identidades y la pluralidad de formas de vida se exhibe en la Sala 6, donde artistas como el valenciano Álex Francés muestra su fascinación por el cuerpo masculino para reivindicar otras maneras de amar.

Miquel Navarro comparte la Sala 7 con Charles Simonds, Hannsjörg Voth o Per Kirkeby en el apartado de ciudades inventadas. Se asoman su Ciutat 73/74 de piezas de barro, que representa el centro urbano y su Soca de zinc y ploma que retrata el extrarradio.

Los espacios desnudos, su relación entre las personas y el tiempo completan la Sala 8, con la obra fotográfica del alicantino Mira Bernabeu como uno de sus protagonistas. Mientras que los mundos extraños, con las creaciones de Anzo y Juana Francés sobre el desarrollo del progreso industrial y tecnológico ocupan la Sala 9.

Perdidos en la ciudad permanecerá más de año en el IVAM, y se convierte en la portada de un museo que necesita pasar página de tiempos pasados, para recuperar un presente bajo el faro de uno de los referentes de la cultura europea como fue Benjamín, que ya en 1936 abogó en La obra de arte en la era de la reproducción técnica la necesidad de incorporar las creaciones contemporáneas.