Clara es muy joven: 24 años. Pero seguro que no hace falta que le cuenten qué es la vida. Su hijo, Sergi, nació cuando ella tenía 19 años. El padre de la criatura se desentendió. No quiso hacerse cargo ni saber nada de la chica con la que llevaba un año y medio saliendo. El padre conoció a su hijo una tarde, cuando era un recién nacido. Nunca más lo ha vuelto a ver. «Le he dado varias oportunidades para que lo volviera a ver, pero siempre se ha echado para atrás», cuenta Clara.
Ella representa la lucha por sacar adelante a una familia monoparental. Una lucha dura. Una lucha constante que el común de los mortales ni se plantea. Ella vive en Valencia, sus padres residen en Barcelona y el resto de la familia está separada. No tiene apoyos externos. «Es muy duro. Yo he estado trabajando por 200 euros y a mi hijo me lo han cuidado los vecinos. Otras veces me he tenido que llevar al niño a la oficina. Ahora estoy en paro y sólo puedo buscar un trabajo de media jornada porque no tengo a nadie que me lo cuide tantas horas», dice Clara, auxiliar administrativa.
«Yo no lo he elegido». Aparte de la falta de ayudas, Clara lamenta la falta de empatía. «Somos invisibles para la sociedad, no hay apoyo. Muchos creen que nos lo hemos buscado. Tal vez sí en algunos casos. Pero, en el mío, yo no he elegido ser madre soltera. Yo no me esperaba que el padre de mi hijo me abandonara, ni me esperaba que mi familia no estaría cerca para ayudarme», lamenta. Hay veces que se ha venido abajo. Que la moral le falló. En la Asociación de Familias Monoparentales (Afamo) la han ayudado. Allí ha conocido a madres como ella. La receta ya la sabe: luchar, luchar y luchar. Por Sergi.
