«Aquí no se da la imagen de los osos panda en incubadoras ni te puedes hacer una foto con un cachorro». Esta frase de la directora de comunicación de Bioparc, Pepa Crespo, sirve de resumen sobre la filosofía y forma de trabajo del zoo al respecto de los nacimientos que se dan en sus instalaciones.

Este año ya van cerca de 60, de diferentes especies, que acompañan a sus madres ante la mirada atenta de los visitantes. Incluso hay quien pudo presenciar el alumbramiento de algunos de los animales, como el caso de un gorila, una experiencia poco habitual en Bioparc. No lo es porque las madres suelen dar a luz en sus espacios cerrados al público, para que lo hagan de forma tranquila y controlada.

Asimismo, en el caso de algunas especies, como el leopardo o los lémures, los propios trabajadores tardan días o semanas en conocer a los nuevos pequeños de la casa porque según Crespo, «no se fuerza su salida como espectáculo, no hay interferencias».

Desde enero, el Bioparc ha vivido los nacimientos de crías de bongo, hiena, gorila, leopardo, dril, cebras, antílopes, oricteropo, lemur, jirafa, así como damanes, impalas, blesbok, mangostas o cigüeñas de Abdim.

«Las crías son muy importantes para el objetivo que tiene el Bioparc, que es sensibilizar a la gente, provocar un cambio en el público para que interioricen la necesidad de proteger a la naturaleza», señala Crespo, quien detalla que varias de estas especies forman parte de los Programas de Reproducción de Especies Amenazadas (EEP) impulsados por la Asociación Europea de Zoos y Acuarios (EAZA).

Previsión de los partos

Los nacimientos de estos animales no son programados, pero si previstos, al controlar las interacciones entre los miembros de los grupos, como explica la veterinaria Loles Carbonell. «Los cuidadores controlan las cópulas de los animales y nos avisan, por lo que predecimos el parto, calculando cuándo se producirá», explica Carbonell. Poco antes de que llegue el día señalado, los técnicos guardan a determinadas madres en sus cobijos, para «que estén más tranquilas», como puede ser el caso de leopardos, leones, jirafas o primates. En el caso de otros animales, como las cebras, se realiza el parto al aire libre, porque «se estresan encerradas».

Pepa Crespo recuerda que para el nacimiento de una de las jirafas habilitaron una cama de paja en su zona de cobijo, dado que al nacer, las crías caen de golpe desde una altura considerable. «Al final de una tarde se puso de parto y cuando vimos que asomaba se consideró que sería mejor que diera a luz en su espacio y lo hizo sobre ese lecho de paja».

Aunque eso sí, aún tomando todas las medidas, siempre puede haber sorpresas. Fue el caso de la gorila Nalani, una madre primeriza de 10 años a quien se adelantó la venida de su cría delante del público un miércoles de agosto. «La gorila me sorprendió mucho. Era su primer parto y parecía que no sabía qué hacer con el cordón umbilical. Lo miraba, lo cogía...hasta que lo cortó. Luego mostró su alegría dando volteretas, siempre cuidando de la cría...se me pone la piel de gallina sólo de recordarlo», relata la veterinaria Loles Carbonell.

La asistencia en los partos se evita por parte de los veterinarios, a no ser que haya un riesgo para la madre y la cría. Según Carbonell, ayudaron este año al nacimiento de dos antílopes que se encontraban en una posición que imposibilitaba su venida al mundo. Señala que no es habitual que haya complicaciones en el parto y que puede «contar con los dedos de las manos» las crías que no han superado el «viaje» más importante de la naturaleza. Como indica, recuerda el caso de un impala que ya falleció muerto y la llegada de otro que «estaba hecho polvo», porque no se podía apenas mover. Tras darle una medicación, al día siguiente se encontraba en perfectas condiciones.

Posibles rechazos

«Lo más importante tras el parto es controlar si la madre lo acoge o rechaza, es lo primero en lo que tenemos que fijarnos», apunta la veterinaria. Tanto en el parto como en estos momentos inmediatos posteriores al parto los humanos no pueden tocar a las crías, puesto que se corre el riesgo de que queden impregnados con el olor de veterinarios y cuidadores. La madre los rechazaría y el pequeño pensaría que su progenitora es uno de los trabajadores del centro zoológico.

En cambio, si las madres dejan de lado a sus crías, llega el momento del biberón. Una de las jirafas, Zora, abandonó a dos de las tres crías que ha tenido en Bioparc en los últimos años. «Estuvimos durante un año, por turnos, dándoles biberón para sacarlas adelante. Costó mucho, pero lo logramos», explica la veterinaria mientras gesticula para recordar que cada biberón era del tamaño aproximado de una botella de litro y medio de agua.

«También hay otros animales, como los impalas que no los rechazan totalmente, pero sí parcialmente. Así que hay que darles el biberón como apoyo, de vez en cuando, no de forma constante», explica Loles. A las madres también se les suministra diariamente el suplemento nutricional que habitualmente toman los animales de Bioparc únicamente la primera semana de cada mes.

Posteriormente se les ha de vacunar, aunque el asunto varía por especies. Los felinos por ejemplo siempre han de ser vacunados debido a la existencia en la zona de enfermedades que les pueden afectar. Otros en cambio, no corren peligro, e incluso suministrarles la vacuna sin necesidad supone incluso correr un riesgo innecesario, señalan desde el zoo.

Cuando los animales son grandes y pueden soportarlo, las vacunas se suministran con un disparo de escopeta diseñada para tal efecto, pero las crías, como es lógico, no pueden aguantarlo. Para la primera vacuna„ la cual no se pone nada más nacer„ los veterinarios tienen que separar a la cría de la madre. En ese momento también se les coloca el chip y se les sexa. «Para que luego la madre no perciba nuestro olor en la cría nos ponemos guantes o incluso nos manchamos las manos para tapar nuestro olor», comenta Loles.

La gran mayoría de crías que nacen en el Bioparc pasan a ser miembros del mismo a no ser que su convivencia con el resto del grupo provoque problemas (como el enfrentamiento entre machos), o sean requeridos para formar parte de otra «familia» en un zoo diferente. Esas decisiones son aconsejadas y supervisadas por los Programas de Reproducción de Especies Amenazadas.