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Análisis

La fragilidad del crecimiento global

Los principales bancos centrales del mundo lanzaron gigantescas ofensivas monetarias para depreciar sus monedas y forzar la salida de la crisis por la vía exportadora, pero lo que ahora mismo está sosteniendo el pusilánime e inseguro avance de los principales países no son las demandas externas sino las internas

Favorecida por los ínfimos tipos de interés en la eurozona, la depreciación del petróleo, la creación de empleo que propicia el abaratamiento del factor trabajo, la aportación al consumo de un turismo extranjero en niveles récord, una inflación baja —que permitió a la población recuperar parte de la capacidad adquisitiva perdida (más del 5% en seis años)— y la impostergable necesidad de reposición de bienes de consumo duraderos y de equipo tras siete años de una crisis feroz, y ayudada por el primer alivio fiscal parcial desde las ingentes subidas de impuestos desde 2011, la demanda interna impulsa el crecimiento español mientras el sector exterior, en saldo negativo por el repunte de las importaciones sobre el de las exportaciones, detrae y no contribuye al producto interior bruto (PIB).

En términos desestacionalizados, las exportaciones españolas llevan dos trimestres consecutivos de descenso en volumen y en valor, según el servicio de estudios de Funcas, sobre todo por la fuerte caída de las destinadas fuera de la eurozona, mientras que el repunte de la demanda interna tira de las importaciones.

El Gobierno español ha recurrido al aumento del gasto público para estimular y contribuir a la demanda interna y sostener el crecimiento. Así lo pusieron de manifiesto el Instituto Nacional de Estadística en su análisis del crecimiento español del primer trimestre (la demanda pública aportó un tercio del avance trimestral del PIB), la creación de empleo público en ese periodo (29.000 nuevos puestos de trabajo en las administraciones, el mayor incremento en cuatro años, según la Encuesta de PoblaciónActiva) y el avance del gasto público (0,8% del PIB, excluidos los ayuntamientos) en el mismo periodo.

Francia e Italia mejoran

Otras dos grandes economías del euro, Francia e Italia, mejoraron su crecimiento en el pasado trimestre con avances sobre el anterior apoyándose también en sus demandas internas por un mayor consumo de las familias y, en el caso francés, por un aumento a su vez del gasto del Estado.

La vacilante y timorata recuperación económica en la Unión Europea y en la eurozona tiene más que ver con el impulso interno que con el externo, que está debilitándose en ambas áreas desde enero, según Eurostat (la oficina estadística europea). Los saldos exteriores son positivos en los dos casos pero su tendencia es descendente.

El decepcionante crecimiento de Alemania, la «locomotora» europea, delata su escaso empeño en promover la demanda interna (lo que le viene reclamando con insistencia el Fondo Monetario Internacional) y su excesiva confianza en su enorme potencial exportador, penalizado ahora por una demanda internacional pusilánime, la desaceleración de China y de otros emergentes, el frenazo de EE UU y la crisis de Rusia, que está vinculada al desplome del petróleo y al doble juego de las sanciones y las represalias comerciales por el conflicto de Ucrania.

Japón se ha dado la vuelta

La composición del crecimiento de Japón se ha dado la vuelta, y tras el impulso exportador a resultas de las agresivas expansiones monetarias niponas y el desplome el año pasado de la demanda interna por la subida del IVA, el país, pese a ser una las tres mayores potencias exportadoras mundiales, está creciendo ahora por la demanda de los agentes internos y no por el saldo exterior, que en el primer trimestre también incurrió en terreno negativo.

EE UU, con su primer retroceso en un año, es un ejemplo de efecto simultáneo de las demandas externa e interna. La primera, por el escaso brío del dinamismo internacional y por la revalorización del dólar que empezó a anticipar el mercado cambiario en previsión de una subida de tipos de interés en la mayor economía del planeta tras el fin de su expansión monetaria. Y la segunda, por un invierno durísimo y algunas huelgas portuarias, que frenaron la actividad, junto con lo que algún analista interpreta como una mayor propensión al ahorro de las familias, de forma que el gasto privado crece pero menos de lo esperado y ello a pesar de la mayor disponibilidad de recursos por el abaratamiento del combustible. Aunque todos los pronósticos apuntaban a que tales factores iban a ser pasajeros, los últimos vaticinios sugieren signos sombríos de inquietud para el actual trimestre y quizá el próximo.Las dudas han vuelto sobre EE UU.

China tampoco tira

Con un crecimiento del 7%(el menor desde que estalló la crisis en 2008), las autoridades están intentado cebar la demanda interna al precio que sea tanto para hacer frente a la coyuntura internacional adversa como por la convicción de que su modelo de crecimiento está comprometido y sólo será sostenible con un cambio de patrón y una modificación de la estructura económica en busca de un mayor equilibrio de las contribuciones exterior y nacional.

La caída del mercado internacional ha dejado al país con una sobrecapacidad instalada a la que no puede alimentar.Su sector industrial lleva tres meses en contracción y persiste el miedo a la «bomba de relojería» de su gran «burbuja» inmobiliaria y de los posibles excesos de su enorme «banca en la sombra». Pese a estos dos riesgos latentes, las autoridades de Pekín temen más a la desaceleración y, aun a riesgo de avivar los problemas especulativas que subyacen en la gran potencia asiática, se han lanzado a sucesivas rebajas de tipos de interés para dinamizar el consumo y la inversión internos, y el propio sector público está incrementando el gasto para contribuir al sostenimiento del PIB.

Desazón en las economías emergenes

La desaceleración de China, principal demandante de materias primas de las economías emergentes, ha llevado la desazón a estos países, atenazados a su vez por la caída del precio del petróleo y demás «commodities», de los que muchos de ellos son productores. La apreciación del dólar ha metido más presión a muchas de estas economías por su alto endeudamiento en la moneda estadounidense y por el riesgo de sufrir una fuga de capitales hacia EE UU si la Reserva Federal de este país eleva las tasas de interés, lo que podría forzar a los emergentes a acometer una subida de tipos para intentar retenerlos, lo que acentuaría su debilidad.

Incluso Grecia, que sigue manteniendo en vilo a Europa, ha incumplido la expectativa de que pudiera impulsar sus exportaciones, para cuyo fin se impuso al país las duras recetas de las rebajas salariales, recortes en pensiones y otros sacrificios sociales.

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